El cooperativismo resiste tras Fagor
Euskadi suma 1.814 cooperativas y todos los años nacen casi un centenar de estas sociedades Varios expertos no ven devaluadas las claves del modelo
El último censo elaborado por el Consejo Superior de Cooperativas de Euskadi (CSCE) concluye que el 31 de diciembre de 2012 había un total de 1.814 firmas de ese tipo en la comunidad autónoma, una cifra que duplica las que estaban inscritas en 1996. Las estadísticas realizadas por el Eustat revelan que, desde finales del siglo pasado, el fenómeno cooperativo ha ido creciendo a un ritmo constante, con un promedio de un centenar de nuevas sociedades cada ejercicio —el año pasado fueron 120 y este se cerrará con una suma similar—, de las que solo ha desaparecido un 2% aproximadamente, según la memoria de la Sociedad para la Promoción de Cooperativas Elkar-Lan.
Esta radiografía pone de manifiesto, en opinión de Fernando Sacristán, abogado y profesor titular de Derecho Mercantil en la Universidad Rey Juan Carlos, que “el cooperativismo ha sido un modelo empresarial mucho más resistente que el resto durante estos años de crisis económica”.
Pero la caída de Fagor Electrodomésticos, la cooperativa de trabajo asociado más importante de España, en concurso de acreedores desde hace menos de un mes, ha abierto el debate sobre la vigencia y la solidez del movimiento cooperativo surgido hace casi seis décadas en Euskadi. “No se puede decir que el cooperativismo vasco esté en crisis. La crisis está afectando a todos, y no más por ser una cooperativa”, opina Baleren Bakaikoa, catedrático de Economía Aplicada de la UPV y experto en cooperativismo.
Las empresas de trabajo asociado se han duplicado desde 1996
A esta misma conclusión ha llegado el último Informe Anual de las Cooperativas Vascas, obra de Mondragon Unibertsitatea. En un contexto general de moderación en la creación de empresas en Euskadi, “el movimiento cooperativo ha registrado una evolución favorable” durante el decenio 2000-2010, indica. En dicho periodo, el personal empleado por estas sociedades aumentó en un 15,5%, pese al empeoramiento que comienza a darse a partir de 2008, cuando se aprecia una destrucción de empleo que llega al 4,3%.
Junto a ello, el tamaño medio de las cooperativas resulta “considerablemente superior” al de otras compañías, lo cual “dota al cooperativismo de unas características ventajosas para desarrollar su actividad económica de manera más eficiente”, hace constar el mismo estudio académico. El 11,3% de las cooperativas supera los 50 empleados, cuando en el resto del tejido empresarial vasco dicha cifra de trabajadores solo se da en el 1% de las sociedades.
Durante la última década han ido cayendo cooperativas en una proporción inferior al nacimiento de otras nuevas. En 2000, se dieron de baja 14 cooperativas, mientras que una década después fueron 47, la cifra más alta del periodo. “El modelo cooperativo ha demostrado que se adapta mejor a los tiempos”, afirma Sacristán, aunque “está por ver el efecto que tendrá el hundimiento de Fagor”.
La crisis de los mercados, la falta de previsión sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria, el fracaso de operaciones estratégicas —la compra de la francesa Brandt—, la proliferación de filiales y el descuido de los socios en el seguimiento de algunas decisiones de la dirección son, en opinión de Bakaikoa, algunos de los factores que explican el desenlace que ha tenido Fagor. “Fagor ha querido convertirse en una multinacional para competir con otras multinacionales”, considera. Esta reflexión le lleva a otra: “Quizás, el modelo cooperativo tradicional ha quedado un poco tocado, porque ha caído una empresa emblemática, y esto obliga a todos a hacer una autocrítica para que no vuelva a suceder en el futuro”.
“La crisis no afecta más por ser una cooperativa”, opina un especialista
El cierre de Fagor, con una deuda superior a los 800 millones de euros, ha dejado en la calle a unos 2.000 trabajadores en Euskadi —5.600 en el conjunto de sus factorías repartidas por el mundo—, aunque el efecto inducido en otras empresas de la comarca de Mondragón y sus alrededores va a multiplicar los daños.
El caso Fagor “no devalúa el espíritu cooperativista, aunque sí obliga a repensar sus fundamentos originales”, incide Sacristán. Este experto considera que las cooperativas “tienen que adaptarse a los nuevos tiempos por una mera cuestión de supervivencia”, aunque este ejercicio debe realizarse “respetando los principios básicos de la identidad cooperativista, sin caer en la tentación de convertirse en una sociedad con un fin puramente capitalista”.
“No conviene hacer lecturas alarmistas a partir de que Fagor Electrodomésticos ha entrado en concurso. ¿Cuántas cooperativas hay en Euskadi? ¿Cuántas insertas en la Corporación Mondragón? ¿Y cuántas de estas últimas sin problemas de viabilidad ni financieros? Sin duda, un problema de esta dimensión es un drama, pero hay que verlo todo en su justa medida”, sentencia Sacristán.
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