Otro sujeto ejemplar
Nos gustaría creer, como alguien ha escrito, que estamos ante le final de una estirpe incompatible con la democracia
El País Valenciano ha vuelto a ser noticia destacada en prácticamente todos los medios. Estamos en racha. Hace tan solo una semana era el exalcalde popular de Torrevieja, Pedro Ángel Hernández Mateo, quien acaparaba la actualidad debido a la condena que lo ponía a las puertas de la prisión por los delitos de prevaricación y falsedad documental que culminaban una penosa ejecutoria política. Casi en sintonía, pero con visos de bombazo, se ha conocido la sentencia de la Audiencia de Castellón que pena a Carlos Fabra, otro sujeto ejemplar, expresidente de la Diputación y gran cacique de esa provincia, con cuatro años de cárcel por “repetidos delitos fiscales en cantidad de notoria gravedad”, según entienden los juzgadores. También a juicio de éstos, y como es sabido, no han quedado suficientemente probados los de tráfico de influencias y cohecho que se le imputaban. Y eso, a pesar de las evidencias, que a veces resultan indemostrables.
No nos compete, ni somos competentes para ello, comentar la referida sentencia que la Fiscalía Anticorrupción recurrirá por infracción de ley, según tiene anunciado. Por lo pronto ya se han escuchado voces autorizadas que señalan algunas debilidades técnicas y jurídicas en esa resolución calificada de laxa, o sea amable. No es extraño que asimismo se lo parezca a tantísimos ciudadanos que la consideran algo así como una tomadura de pelo a tenor de los hechos imputados, después de diez años de diligencias y un desfile escandaloso de jueces y fiscales que han ido eludiendo sucesivamente este embrollo. Tanto es así que a nuestro entender habría que saludar como un acontecimiento singular y hasta prodigioso que el eminente procesado haya chupado banquillo y hasta sido condenado, si bien en un fallo que asimismo ha proclamado recurrir hasta las últimas instancias. ¿Será por dinero?
Resulta obvio que todo delito debe ser castigado y tanto más en un país en el que la justicia no es ni mucho menos igual para todos, o no todos somos iguales ante la justicia, que no sabemos si es lo mismo. Este gran hombre que glosamos también ha de sufrir, si procede, su tránsito por el chabolo. Sospechamos incluso que ya entrena su ánimo para afrontar esta aflictiva experiencia a la que está abocado por más que se prologue todavía la espera. De producirse, sería un episodio ejemplarizante y suponemos que alentaría la menguante ilusión social de que nadie es inmune ante la ley. Pero, por lo pronto, el personaje ya ha saboreado la amarga ración punitiva que significa, junto a las comparecencias judiciales, ese tratamiento mediático en el que su imagen es asimilable a la de cualquier individuo del linaje de Don Corleone. Claro que, a fuerza de mandar durante tantos años y sentirse insustituible en su feudo, igual le parece un retrato muy grato y adecuado.
Nos gustaría creer, como alguien ha escrito, que estamos ante le final de una estirpe incompatible con la democracia. Pero la democracia ya ha cumplido varios quinquenios y esta saga no ha hecho otra cosa que crecer y enriquecerse, lo cual denota que ha contado con el abono de la sociedad castellonense y, muy especialmente, el Partido Popular, el mismo que ahora, por razones de oportunidad política, le dejará tirado. Sólo cierta prensa ha denunciado este anacronismo social, con sus abusos y arrogancias, que ahora puede acabar como un chorizo más. Llegado el caso, solo diremos “que se joda” y seguro que este desdén le resulta familiar.
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