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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Canal 9

Ninguno de los objetivos de la ley de creación de RTVV se ha cumplido

El cierre de Canal 9 es un eslabón más de esa loca carrera de despropósitos en la que los valencianos vivimos instalados desde hace ya más de tres lustros. A la manifiesta incapacidad de los responsables políticos por gestionar de manera eficiente los servicios públicos básicos, se une ahora su impotencia para redimensionar una televisión mastodóntica, que se había convertido, a la vista de todos, en el confortable refugio de multitud de amigos y conocidos del poder, además de un instrumento obsceno de propaganda política, sin que, además, importara mucho que ésta se hiciera en valenciano o en castellano.

Prácticamente, ninguno de los objetivos contemplados en la ley de creación de RTVV de 1984; a saber: a) la promoción y protección de la lengua propia, b) la objetividad, veracidad e imparcialidad de las informaciones, c) la separación entre informaciones y opiniones, d) la protección de la juventud y de la infancia, e) el respeto al pluralismo político, cultural y lingüístico, religioso y social…, se ha cumplido, ni siquiera de manera aproximada. Aunque parezca increíble, hasta l’Oratge estaba manipulado. Aún recuerdo, en plena batalla sobre el trasvase del Ebro, a una reportera, con anorak y paraguas, mostrando en directo, desde Zaragoza, el desbordamiento del río para ilustrar al auditorio el elevado volumen de agua que se despilfarraba… por culpa de Zapatero, naturalmente.

No sorprende que tal cúmulo de desatinos haya tenido como consecuencia la pérdida de credibilidad del canal, reflejada en sus muy bajos índices de audiencia (con la consiguiente caída de los ingresos publicitarios). Por no hablar del elevadísimo coste de oportunidad que ha supuesto desde el punto de vista empresarial, el no haber sabido, o querido, desarrollar un sector, como el audiovisual, que se caracteriza por su elevado valor añadido, el uso intensivo de las nuevas tecnologías y sus numerosos efectos difusores sobre la innovación en general.

Las cifras hablan por sí mismas. Como ha recordado mi colega Manuel Illueca, en 1995 Ràdio Televisió Valenciana tenía 687 trabajadores (ya demasiados, añado yo), una deuda de 20 millones de euros y un share del 21%, mientras que en 2013, los trabajadores eran 1.620, la deuda alcanzaba los 1.126 millones, y el share rondaba el 4% como media. Y aunque este último dato pueda explicarse, en parte, por la abundancia sobrevenida de oferta televisiva, ello no haría más que resaltar la enorme incoherencia en términos de gestión que guarda con los dos primeros.

El problema es que ahora ocurre con RTVV, como con la sanidad o la educación, que al deteriorarse su calidad, acaba calando entre la población el mensaje de que lo mejor es cerrar o privatizar. Incluso hasta podría dar votos a quienes proclaman soluciones tan definitivas, obviando que son ellos, precisamente, los que la condujeron a la encrucijada actual. Por supuesto, la alternativa de redimensionar, gestionar eficientemente, y cumplir los objetivos para los que Canal 9 se creó, ni siquiera se contempla. ¿Para qué?

En fin, que si no fuera porque no estoy seguro de ello, diría que todo esto obedece a un plan perfectamente organizado.

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