Cine de guerrilla
Cada vez más realizadores compensan la escasez económica con ideas y tecnología. Cinco proyectos ‘low cost’ competirán por primera vez en el festival de cine de Alcalá
“¿Dónde me he metido?”, pensó Antonio Resines al llegar al rodaje. Cuando vio que el mismo que estaba detrás de la cámara se ponía delante de ella y empezaba a cantar, su asombro no hizo más que aumentar. Más o menos así es como lo cuenta el que embarcó a Resines en la aventura de hacer una película de bajo presupuesto: Dani Aguirre, director de Investigación policial.
Esta es una de las películas que compite por el premio del festival de cine Alcalá de Henares / Comunidad de Madrid. Las otras son Gente en sitios, de Juan Cavestany; La tumba de Bruce Lee, del colectivo Canódromo Abandonado; Faraday, de Norberto Ramos del Val, y Caídos, de Jaime Herrero. Son cinco ejemplos de que el cine se puede hacer con poco dinero y con muchas ideas y paciencia. Aunque a ellos no les gusta poner el foco en los euros que han costado sus películas y huyen de la idea divertida de que trabajar con bajo presupuesto es sinónimo de quedar con los amigos y empezar a rodar. “A veces se crea una lucha absurda por ver qué presupuesto ha sido más bajo”, explica Aguirre. No quieren hacerse los héroes, ni que parezca que hacen cine por pasar el rato, solo aspiran a contar historias, como sea.
Es la primera vez que Alcine, que cumple 43 años, crea una sección oficial dedicada a este tipo de películas, que en realidad no tienen nada en común, además de lo económico. Desde la historia entre una bloguera y un parapsicólogo de Faraday hasta el terror en una cabaña de montaña de Caídos, pasando por las historias personales de Gente en sitios, las pesquisas de los detectives de Investigación policial o el viaje de una pareja hasta la tumba de Bruce Lee. Estos cinco filmes son los que estrenan Pantalla cero. “Es una forma de adaptarse a la realidad, llevábamos ya años proyectando películas de bajo presupuesto y ahora entran en competición”, resume Luis González, director del festival.
Una cámara réflex, muchos favores a amigos y conocidos, algo de financiación colectiva, montaje en el ordenador personal, luz natural… son los elementos con los que se manejan estos realizadores. “Conceptos como ‘permiso para rodar’ o ‘representantes de actores’ son del siglo XX”, bromea Ramos del Val, “eso sí, sabes que la peli está a otro nivel si hay maquillaje”. En estos proyectos no hay papeles asignados, el director puede convertirse en actor para acabar siendo el montador.
Actividades paralelas al festival
Talleres de fotografía, vídeo, iluminación y color. Miércoles 13, jueves 14 y viernes 15, de 10.00 a 14.00. En el antiguo hospital de Santa María.
Charla con el productor Enrique López Lavigne. Miércoles 13, a las 19.30. En Santa María la Rica.
Charla con Carlos Vermút. Jueves 14, a las 19.30. Santa María la Rica.
Charla sobre el origen del cine de bajo presupuesto, a cargo de Álvaro Vega. Viernes 15, a las 17.30.
Ellos no tienen que luchar contra un productor que modifica el guion a su antojo ni con un actor caprichoso, pero sí contra un ordenador que les deja tirados a mitad de montaje o por hacer pasar las pértigas por el detector de metales del aeropuerto. Estos son solo dos de los escollos a los que se enfrentó el trío Canódromo Abandonado por ver su homenaje a Bruce Lee en el 40º aniversario de su muerte en una pantalla grande. A pesar de haberse podido sentar en una butaca en la que aparece en los títulos de crédito como directora, Lorena Iglesias no siente que forme parte de la industria cinematográfica. Junto a Julián Genissón y Aarón Rux, decidió que el genio de las artes marciales necesitaba un reconocimiento y consiguieron 6.000 euros gracias al crowdfunding y volaron a Seattle, donde pasaron tres semanas dando forma a su proyecto.
Creación accesible
Estos directores reivindican que su modo de trabajar es el impuesto por el momento, que obliga a no dejar de hacer cosas aunque no haya recursos. El cine de bajo presupuesto no es un fenómeno nuevo, siempre ha existido, la eterna lucha entre la voluntad de crear y la falta de financiación. Pero gracias a las nuevas tecnologías, hacer una película es mucho más accesible y barato para todo aquel que tenga una idea y mucha voluntad. “Donde antes había cinco, ahora hay 50”, explica Iglesias. Los festivales también les han hecho un hueco para que lleguen al público, aunque las salas comerciales aún están muy lejos en el camino. El festival de Sitges fue pionero al potenciar en su última edición el cine etiquetado como low cost y ahora Madrid se une a la tendencia a través de Alcine. Internet es el gran aliado de estos cineastas, aunque tampoco están de acuerdo con el “todo gratis”. Tampoco ellos se libran del top manta. Junto a Grupo 7 y Torrente, Norberto Ramos del Val descubrió, muy a su pesar, una de sus películas.
“Es normal que haya una mirada que refleje el momento en el que vivimos, es un cine hecho así por necesidad, pero detrás hay mucho trabajo y la sensación de que con sentido común las cosas salen”, explica Cavestany. El realizador madrileño inició su andadura por los festivales con este largo por la puerta grande: en Toronto. “La seleccionaron cuando aún no estaba acabada. Ver que la aceptación que tuvo y comprobar que la gente la entendió me hizo muy feliz”. En el filme participan más de 80 actores, algunos profesionales, como Carlos Areces, Maribel Verdú o Santiago Segura y otros completamente ajenos al mundo del celuloide. Cavestany cuenta que quedaba con ellos de una semana para otra, y cuando uno no podía, rodaba una escena con otro. Un esfuerzo de planificación característico muchas veces de estas películas en las que casi nunca se cobra y en las que el calendario en ocasiones se escribe sobre la marcha.
Lo que era una excepción, el cine de guerrilla que asomaba entre las películas comerciales, se ha convertido en una realidad. Por eso, si ven a un loco corriendo en plena Gran Vía perseguido por una cámara, no pongan la cara de Antonio Resines, sepan que seguramente es simplemente una escena de una película de bajo presupuesto.
De cineclub a festival internacional
De los tiempos del cineclub Antonio de Nebrija hasta la 43ª edición del Alcine, el festival de Cine de Alcalá de Henares-Comunidad de Madrid casi todo ha cambiado. Allí descubrió el mundo del celuloide el director del certamen, Luis González, cuando se apuntó con tan solo 13 años y ese fue el origen del festival de cortometrajes que comienza hoy y que conforme se acerca a la cincuentena va engordando. Por tercer año consecutivo ha batido el récord de cintas presentadas: para el certamen nacional se han presentado 677 cortometrajes y para el internacional, 804. De todos ellos, 58 han sido los elegidos. La muestra se clausura el próximo día 15.
“Llegan cortos desde el último pueblo de Islandia hasta Albania”, afirma orgulloso González, alcalaíno y con la misma edad que el festival que dirige. Recuerda cómo, hace unos años, los responsables de la muestra intentaban hacerse un hueco en el mercado internacional pidiendo invitaciones para acudir como representantes de Alcine a certámenes internacionales. Una tarea casi de comerciales que ha dado su fruto, a juzgar por los datos de participación, y gracias también a un mercado cada vez más saturado de producción cinematográfica debido a las nuevas tecnologías.
La trastienda del festival cambia igual que lo hace el cine. Antes, el comité que seleccionaba los cortos que competirían se reunía varios días para hacer sesiones continuas e intensivas de visionado de piezas. Había que juntar las cintas, fijar una fecha y decidir. Ahora, todos lo ven desde donde quieran y cuando quieran porque las películas están en una nube electrónica y los miembros las tienen en streaming (en línea). De aquellas sesiones, González se queda con la sensación que dejaban algunas películas en el comité seleccionador: “Acababas de ver la película y pensabas: ‘Aquí hay un director que va a llegar lejos”.
Esa fue la impresión que dejó Daniel Sánchez Arévalo, la primera vez que presentó una de sus piezas al festival, el corto Paréntesis. Lo de Alcine con el realizador madrileño es un idilio que se mantiene desde entonces. “En realidad no estaba orgulloso de ese trabajo y me alegró tanto que me premiaran en Alcalá, que no presenté el corto en ningún otro sitio. Sentí que ya estaba suficientemente premiado”, apunta Sánchez Arévalo. El director ha participado desde entonces siete veces en el festival y siempre se ha llevado algún premio. “Cuando empiezas en el mundo del corto, sueñas con Alcalá, es el más prestigioso”, señala. Julio Medem y Juan Antonio Bayona también han pasado por allí. “Alcine es como el Bernabéu para el Real Madrid”, resume Sánchez Arévalo.
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