La Walquiria, de nuevo
Lo menos que se puede decir de ella es que resulta sumamente eficaz y, a la vez, respetuosísima con el libreto de Wagner
Resulta ineludible la comparación de esta Walquiria con la que se vió, en el mismo teatro, durante la primavera del 2007: se trata de la misma producción (fruto de la colaboración del Palau de les Arts con el Maggio Musicale Fiorentino), de la misma orquesta, del mismo director musical (Zubin Mehta) y de la misma dirección escénica (La Fura dels Baus, con Carlus Padrissa al frente, aunque de esta reposición se ha encargado Allex Aguilera). Cambian –y no es poco en una ópera- los solistas, aunque el principal papel femenino (Brunilda) sigue en manos de Jennifer Wilson. Repiten también Stephen Milling (Hunding, como en la última representación de 2007) y tres de las ocho valquirias.
Evidentemente, los tiempos no son los mismos. No hay dinero, y para la ópera de Valencia, menos que para ninguna. Por eso no se ha podido contratar, como entonces, un reparto completo de primerísimos espadas. Contrapartida: el teatro no estaba lleno y tampoco ha acudido la avalancha wagneriana llegada de otros países y de todas partes de España. En 2007 tampoco se hizo coincidir La Walquiria (días 3, 6, 9 y 16 de noviembre) con La Traviata (días 19, 24 y 29 de octubre, más el 2, 7, y 13 de noviembre), coincidencia que puede agotar a cualquier director y a cualquier orquesta. Para acabarlo de arreglar, la primitiva agrupación, con unos 80 músicos de plantilla, se ha quedado reducida a 50 (más los refuerzos ocasionales), por no hablar del ERE que ha eliminado un buen número de técnicos y administrativos del teatro. Hay que añadir que Lorin Maazel, su director titular entonces, tiempo ha que desapareció. Por suerte, Zubin Mehta viene con frecuencia y mantiene el milagro de un sonido que rara vez se encuentra en las orquestas españolas.
Esta producción, enmarcada en la Tetralogía puesta en marcha en 2007 y completada dos años más tarde, ha recibido numerosos premios y ha sido comentada ya desde estas mismas páginas. Tiene la inequívoca marca de la Fura dels Baus, con esa impactante utilización del cuerpo humano como elemento escenográfico, y el uso de videoproyecciones que combinan lo naïf con imágenes modeladas muy a lo Google-Earth. Lo menos que se puede decir de ella es que resulta sumamente eficaz y, a la vez, respetuosísima con el libreto de Wagner. Algunos elementos, como las grúas sobre las que “vuelan” los dioses, están copiadas de las diseñadas por Wagner para Bayreuth. Aparecen a la vista, eso sí, los técnicos que manejan la maquinaria escénica, recurso con el que se logra el distanciamiento y, a la vez, la transmisión de una idea de fuerza física que conviene especialmente a la historia narrada. Esta vez se echó en falta, en ciertos casos, y quizás por la ausencia de Padrissa o de Valentina Carrasco, una dirección de actores que perfilara mejor el aspecto teatral de los personajes. También pareció que había menos figurantes, en las escenas épicas, que cuando se estrenó, o en las primeras reposiciones (2009).
Die Walküre
De Richard Wagner. Solistas: Jennifer Wilson, Thomas Johannes Mayer, Nikolai Schukoff, Heidi Melton, Elisabeth Kulman y Stephen Milling, entre otros. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Dirección musical: Zubin Mehta. Dirección escénica: Carlus Padrissa (La Fura dels Baus). Palau de les Arts. Valencia, 3 de noviembre de 2013.
Nikolai Schukoff, con una voz de atractivos registros central y grave, resultó más frágil en el agudo. Los tintes heroicos de Siegmund quedaron, por otra parte, bastante desvaídos, y no fue capaz de “tirar de la orquesta”, como dicen los argentinos. Con una sana prudencia no prolongó el calderón de las invocaciones a Wälse, y las de Nothung pasaron desapercibidas. Heidi Melton resultó convincente en todos los registros de la voz, aunque aún puede pulir con más esmero su Sieglinde. Hunding y Fricka estuvieron magníficos en las voces de Stephen Milling y Elisabeth Kulman. De Jennifer Wilson ya se ha dicho muchas veces que es una de las mejores sopranos actuales para afrontar el rol de Brünnhilde, tanto en las facetas épicas como en las delicadas sutilezas de su confrontación con Wotan. Este, interpretado por Thomas Johannes Mayer, consiguió el milagro de mostrarse un poco ronco casi desde el principio, dar la impresión de que iba a rompérsele la voz en cualquier momento y, sin embargo, llegar a puerto con el público enamorado de su personaje y francamente conmovido. Por el contrario, las walquirias no lograron ajustarse entre sí ni con la orquesta, y ello provocó un guirigay considerable que no se pudo disimular ni con los gritos de guerra ni con la fantástica espectacularidad del montaje ideado para su cabalgata.
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