Debilidad en la fortaleza
El Deportivo es tan cristalino en su futbol como intrincado en todo lo que le rodea
Si la tendencia, las sensaciones y la correlación de fuerzas que ya se puede atisbar no engañan, los equipos gallegos de Segunda División parecen en condiciones de pelear, al menos hasta que lleguen las fechas de la verdad, por los puestos altos de la tabla. No es mal plan si volvemos tres meses la vista atrás cuando el Deportivo era poco menos que una entelequia y el Lugo un modesto que afrontaba el tercer año de su historia en una categoría que acababa de estrenar tras dos décadas de ayuno. Igual tampoco han cambiado tanto las cosas fuera del campo, pero sobre él se obtienen resultados y ya se sabe que el clamor de un marcador favorable puede con cualquier falsete. Ambas escuadras suman 16 puntos en nueve jornadas y apuntan hacia una proyección de 74 o 75 a final de Liga, justo la frontera donde se empieza a situar el ascenso directo y casi con seguridad se firmaría la promoción.
En esa situación privilegiada poner el foco sobre las debilidades puede semejar injusto, pero el buen gallego siempre debe tener el paraguas preparado. El Lugo es un equipo grato de ver, tiene un plan, un sustrato sobre el que no deja de crecer, y además empieza a matizarse con alternativas que provocan nuevos desafíos a oponentes que creen enfrentarse a ellos con la lección aprendida. Ante el Córdoba juntó a dos delanteros fuertes e incluso se sobrepuso a la temprana lesión de uno de ellos, Rennella, gracias al extraordinario rendimiento de su sustituto, Juanjo, y sobre todo el de Fran Sandaza, un punta curtido en el fútbol británico, que a primera vista podría pasar perfectamente por descendiente de Joe Jordan, pero que ante los andaluces rubricó una actuación extraordinaria, plagada de sutilezas que no se le suponen, coronada por un gol que decidió el partido y que le retrata: presión a la primera línea rival, recuperación, poderosa conducción y remate duro y pleno de fe a la red. Allí donde el Deportivo reconoce carencias resulta que el Lugo, con mucho menos presupuesto, ha conformado un trío solvente a pesar de haberse quedado por el camino sin Borja Bastón, objetivo inicial que prefirió el oropel de Riazor. Con todo, resta la sensación de que el Lugo genera más caudal ofensivo del que reflejan sus marcadores. Esa falta de concreción puede dañar a un equipo sufridor en las acciones a balón parado (el Córdoba se pudo llevar un inmerecido empate en una de ellas justo sobre la hora) y que en el riesgo que le puede llevar a la gloria flirtea, a la espalda de su zaga, con la miseria. Con esos dos aspectos dominados y la dosis de ambición que le debe otorgar este inicio de curso para alejarle de la complacencia o el descreimiento de quien no siente la obligación de pelear por el ascenso a Primera, un equipo como el Lugo tiene el cielo abierto.
El Deportivo es tan cristalino en su futbol como intrincado en todo lo que le rodea. Mañana cumplirá un mes sin recibir gol, detalle que no es baladí y que ejemplifica la mutación producida en un equipo que los dos años anteriores, con mejores futbolistas, penó por sus agujeros en la zaga. Salvando la sustancial diferencia de nivel, hay algo en este Dépor, un leve recuerdo, un aroma, que entronca con aquel del 94 en el que Liaño ganó un Zamora con una economía en el esfuerzo que tenía que ver con la custodia de un entramado casi inexpugnable. Liaño paró entonces poco, pero bien, como lo hizo ayer Lux en el Miniestadi, decisivo en una mano al piso mediada la segunda parte. “Nuestra fortaleza es la organización”, celebra Fernando Vázquez; la debilidad es evidente: el equipo no sale ni a gol por jornada y tampoco es que dilapide ocasiones, simplemente pasa partidos enteros sin generarlas. Ganó una vez más lejos de Riazor (0-1, gol de Culio en el minuto inicial), pero sufrió en una segunda parte muy floja porque en cuanto el Barcelona B subió un punto su codicia en la presión se evidenció que de medio campo en adelante apenas había más alternativa que el gaseoso caracoleo de Rudy o el recurso de Culio a guardar la pelota, culear al rival y esperar a que el árbitro señale falta para otorgar aire al equipo y ganar metros. Se defendió muy atrás el Deportivo, más con el esfuerzo y el orden que con el talento porque concedió demasiadas faltas que se convertían en ocasiones de gol para el rival, pero mal que bien no deja de sumar mientras su técnico encuentra la solución al gran dilema, el de cómo mejorar el fútbol de ataque que alimente a su equipo. Claro, la solución la cree tener Lendoiro desde hace semanas, en realidad años: acudir al mercado y gastar el dinero que asegura que genera el club, pero que ni los administradores ni los rectores de la Liga acaban de ver. Mientras se ponen de acuerdo en si los billetes son o no del Monopoly habrá que recurrir a lo que cocinen entrenador y jugadores. Y, por ahora, para comer, Lugo. Ya se sabe que a veces preparar un buen manjar es cuestión de alquimia.
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