Lirismo desbordante
La OBC ofrece con un repertorio de los maestros rusos uno de los mejores conciertos de inauguración de temporada de los últimos años
OBC. Natalia Gutman, violonchelo. Pablo González, director. Obras de Chaikovski, Shostakóvitch y Prokófiev. L’Auditori, 6 de octubre
Con las pilas bien cargadas tras las vacaciones —además de los conciertos de la Diada y la Mercè, han grabado en septiembre tres discos con obras de Granados—, la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC) ha ofrecido uno de los mejores conciertos de inauguración de temporada de los últimos años. Lo ha hecho con una generosa ración de la mejor música rusa, dirigida con entrega por su titular, Pablo González.
El programa muestra la influencia de Shakespeare en la música, el más atractivo eje temático de la temporada, a través de dos conocidas partituras, la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta, de Piotr Ilich Chaikovski, y una generosa selección del ballet homónimo de Serguei Prokófiev que incluía, cosa rara, el último cuarto de hora del ballet sin cortes. Entre ambas, el Concierto para violonchelo núm. 1, op. 107, de Dimitri Shostakóvitch, obra tan impactante que fue escogida por las autoridades de la antigua URSS como estandarte de la primera delegación soviética, encabezada por Shostakóvitch y Mtslav Rostropóvitch, que visitó Estados Unidos: el primer concierto tuvo lugar en Filadelfia en noviembre de 1959, abriendo una nueva etapa de cooperación cultural entre las dos superpotencias.
Escrito a medida de las cualidades de Rostropóvitch, a quien está dedicado, el primero de los dos conciertos para violonchelo de Shostakóvitch, estrenado en Moscú en 1959 un mes antes de la gira americana, encierra un doble desafío: a nivel técnico no da tregua al solista, con una escritura que exige máximo virtuosismo y energia constante; a nivel emocional, la música combina un lirismo debordante con un implacable pulso narrativo, mantenido sin desmayo a lo largo de tres movimientos encadenados. González se puso al servicio de una intérprete sensacional que llevaba casi 28 años sin actuar con la OBC, la veterana Natalia Gutman, que encarna, como nadie hoy, las virtudes de la tradición rusa: ni rastro de sentimentalismo en una lectura intensa, brillante y mágica en su atmósfera expresiva.
En ese lirismo sabiamente controlado hay un nexo de unión con las piezas de Chaikovski y Prokofiev. Acertó el titular de la OBC en las pinturas de atmósferas evocadoras, sin abusar del azúcar en los episodios de mayor efusividad lírica del primero, y dejando brillar las filigranas en la orquestación y la fuerza rítmica del segundo. La OBC estuvo bien, pero debe pulir desajustes en algunas secciones, en especial las violas, con alarmante número de plazas vacantes: una cosa es cubrir el expediente contratando músicos de bolo, y otra mantener la calidad del sonido de una orquesta, cuestión que exige estabilidad en las plantillas.
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