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Esperanzador debut de Slobodeniuk como titular de la Sinfónica

El público ovacionó el primer concierto en la nueva era de la orqueta

El director de la Sinfónica, Dima Slobodeniuk, en un momento del concierto del pasado viernes en A Coruña.
El director de la Sinfónica, Dima Slobodeniuk, en un momento del concierto del pasado viernes en A Coruña. XURXO LOBATO

La Orquesta Sinfónica de Galicia ha inaugurado su temporada con un brillante concierto en el que ha debutado como titular su nuevo director musical, Dima Slobodeniuk. La expectación originada por este debut se ha visto ampliamente justificada por los resultados musicales y ha obtenido un éxito realmente clamoroso. Si a su inicio solo hubo un aplauso de cortesía, las calurosísimas aclamaciones en la ovación final evidenciaron un gran concierto en el debut del nuevo titular.

Desde los primeros compases de la Sinfonía nº1, clásica, de Prokofiev, Slobodeniuk mantuvo un gesto preciso y expresivo. Su amplia y muy matizada gama dinámica, con gran control del sonido, le permite dotar a la obra de la oportuna transparencia y su fraseo subrayó toda la ironía de la que Prokofiev la dotó. Las miradas que se cruzaron muchos músicos de la OSG ya en esta obra -y que continuaron todo el concierto- reflejaron un alto nivel de concentración y una apreciable satisfacción por el resultado sonoro. En este clima, ya experimentado durante los ensayos, se desarrolló todo el concierto.

En La Fantasía para violín y orquesta de Schumann la joven violinista noruega Vide Frang mostró su virtuosismo musical más allá de la gran exigencia de la obra. Su dominio del arco, su fraseo y el precioso timbre que extrae de su Stradivarius (esos graves sugerentes de un tacto como de seda salvaje), junto a su notable musicalidad, fueron alabados por un público que se quedó con ganas de escucharla en alguna obra de más entidad. Como respuesta a la ovación, regaló la versión violinística de una canción folclórica de su país.

La OSG ha tocado muchas veces la Sinfonía fantástica de Berlioz. En pocas la mostró con el esplendor y detalle sonoro de este viernes. Precioso clima inicial, con una suspensión de las cuerdas semejante a un cendal de bruma onírica. Luego, el brillo de amanecer de la trompa de David Fernández Alonso sobre la precisión de sus pizzicatti dio paso a la lectura apasionada de su Allegro.

En el Valse, la insólita precisión como de un único instrumento que siempre logran las arpas de Celine Landelle y Miguel Ángel Sánchez fue la base firme sobre la que Slobodeniuk desplegó una bella elasticidad rítmica. El rubatto de la segunda exposición de la frase principal tuvo la virtud, tan lógica como infrecuente, de ser consecuencia de la nota anterior y causa de la siguiente. La redondez de la trompeta de John Aigi Hurn fue el anticipo de la que habrían de lograr las secciones de viento-metal durante toda la obra. La respiración de la nota final fue como la amplia inspiración que un bailarín necesita tras la agitación de seis minutos de danza.

La Escena en el campo regaló a los asistentes el diálogo del corno de Scott MacLeod y el oboe de Casey Hill (este entre cajas tal como dispuso Berlioz). Los tonos sombríos del movimiento, tan expresivo como alejado de lo bucólico, fueron muy bien reflejados por la cuerda. La sólida formación violinística del nuevo titular de la OSG se hizo sentir. La Marcha al suplicio fue perfecto escaparate de la precisión y riqueza de timbre que alcanza la percusión de la Sinfónica. La redondez absoluta de sus metales, sin la mínima de esas estridencias que aparecen cuando el director no los controla adecuadamente, hizo alcanzar el gran dramatismo contenido en la partitura.

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En el Sueño de una noche de aquelarre, Slobodeniuk extrajo toda la gama color orquestal de que es capaz la OSG, con una interpretación soberbia del tema del Dies irae. El nuevo titular hizo compartir la larga, calurosa y merecida ovación final del público, que prácticamente llenaba el Palacio de la Ópera, a secciones y solistas. Entre estos, además de los ya mencionados, destacó a Claudia Walker Moore y Joan Ibáñez, flautas; Juan Ferrer, clarinete, e Iván Marín, clarinete requinto, así como al grupo de fagotes, la percusión y los metales.

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