El Guggenheim investiga en profundidad al Tàpies escultor
El museo bilbaíno reúne 85 piezas en una antológica
Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) mantuvo un interés por la escultura que abarcó cinco décadas, casi toda su carrera, y a sus esculturas y objetos dedica ahora el Museo Guggenheim de Bilbao una exposición antológica que supone la primera revisión completa de una faceta central en su evolución artística.
Un año después de la muerte de uno de los creadores fundamentales de la segunda mitad del siglo XX, los Museos Guggenheim vuelven a mostrar su interés por la obra del artista con la organización de Antoni Tàpies. Del objeto a la escultura (1964–2009), que supone la cuarta gran exposición de la que es protagonista, patrocinada por Iberdrola. La muestra permanecerá abierta hasta el próximo 19 de enero.
Tàpies reflexionó repetidamente sobre esta disciplina "e incluso se lamentó de la falta de atención hacia su trabajo como escultor", señala a la agencia Efe el comisario de la muestra, Álvaro Rodríguez Fominaya, quien ha seleccionado un total de 85 obras que durante tres meses podrán verse en las salas de la segunda planta del museo.
Aunque por su fragilidad algunas piezas no han podido viajar a Bilbao, el comisario se muestra satisfecho con una selección que le ha permitido "decir todo lo que quería" sin echar "nada" de menos. Las piezas proceden de museos y colecciones privadas de diferentes países.
Desde 1964 y hasta poco antes de morir, la escultura estuvo presente en la producción de Tàpies. "Para él, su tarea como escultor y objetor no estaba en un segundo plano. Se puede trazar una genealogía siguiendo exclusivamente estos objetos y comprender así al artista desde lo tridimensional", según Rodríguez Fominaya.
En un recorrido fundamentalmente cronológico se pueden contemplar piezas de formatos monumentales con otras de pequeñas dimensiones, alternando su desarrollo temporal con el análisis de los temas, técnicas y materiales, que abarcan desde el bronce o el granito al papel.
Las dos primeras salas de la exposición, en la que el espectador puede contemplar cómo todo el imaginario del autor catalán está también presente en sus objetos y esculturas, reúne las piezas más antiguas. Desde Nudo marrón (1964) hasta los objetos-assemblege realizados con tela metálica "en cada una de las obras descubrimos pequeñas historias que abren la mirada sobre Tàpies", el comisario ha querido plantear en estas salas otro tipo de lectura, como la vinculación del artista con el arte povera "y la sintonía con corrientes conceptuales".
Se puede trazar una genealogía y comprender así al artista desde lo tridimensional" Álvaro Rodríguez Fominaya, comisario de la muestra
La fragilidad, lo orgánico y lo cotidiano están presentes en la propia esencia de obras "sobre las que Tàpies no dejó escrito la forma de exponerlas", por lo que se han "documentado en las exposiciones en las que las mostró y en su estudio".
Muebles, papel, ropa, serrín y madera sirven al autor para abrir nuevas vías de investigación que le llevaron a principios de los ochenta a un cambio significativo en su proceso creativo. Dejó los assemblege para adentrarse en el territorio de la cerámica, un camino que le animaron a tomar el escultor Eduardo Chillida, el galerista Aimé Maeght y el ceramista Joan Gardy Artigas. Cubo (1983) o Díptico (1983) muestran su interés por la tierra chamoteada, una mezcla de arcilla con fragmentos de cerámica cocida y molida. "Se trata de las primeras obras puramente escultóricas, llenas de vida, en las que aparece la idea del objeto, lo real, la escala", comenta el comisario.
En trabajos como Cama (1988) o Diván (1987) Tàpies aplicó con pinceles, escobas o esponjas, esmalte sobre la tierra chamoteada plasmando inscripciones caligráficas o signos.
El recorrido sigue con obras de madurez en las que, sin dejar las anteriores, va incorporando nuevas técnicas y materiales, como el bronce. "Hay una retroalimentación de distintos momentos", según Rodríguez Fominaya, quien establece también conexiones entre Tàpies y otros artistas que pertenecían a movimientos muy diferentes "pero con los que había puntos coincidentes, como con Louise Bourgeois", la autora de la gigantesca araña Mamá que se exhibe en el exterior del museo bilbaíno.
La idea del muro, fundamental en el espacio iconográfico de Tàpies, está presente en las obras exhibidas en el espacio Tapias, muros, puertas, en el que puertas y muros se levantan cargados de simbología ante la mirada del espectador. Piezas como Tríptico o Composición (ambas de 1991), hechas en hormigón refractario, "reflejan la aproximación del artista a una abstracción de carácter constructivo".
Frente a la consistencia de estos materiales, en la pequeña capilla situada mirando a las piezas monumentals que forman la instalación La materia del tiempo, de Richard Serra, se muestra una selección de obras realizadas en papel creadas para la exposición de finales de los noventa El espíritu de papel.
La antológica continúa con piezas creadas a raíz de la participación del artista en la Bienal de Venecia, donde presentó la instalación Rinzen, con la que ganó el León de Oro de aquella. Se trata de un momento clave en su producción con creaciones en las que vuelve a la idea del objeto encontrado, del assemblage "y reflejan el retorno, la ida y vuelta que hay en su producción".
El recorrido finaliza con obras de sus últimos años en las que alternaba técnicas y materiales "como si hubiera llegado a un nivel de maestría del lenguaje escultórico que incorpora todos los logros que ha tenido a lo largo de su carrera".
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