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Danza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casquería y desnudo como vestuario

La estética de ‘De tripas corazón’ ofrece un hilvanado de referentes bastante estandarizados

Un momento del montaje 'De tripas corazón'.
Un momento del montaje 'De tripas corazón'.

Hay unos pasajeros instantes de confusión alentados por la música (que no se sabe nunca de quien es, y eso falta a los principios formales de un teatro: la ficha debe contener estos detalles) y el sonido de las patas de un banco al ser arrastrado. Aunque la artista no lo desee, se establece una conexión entre las dos piezas de la velada: Espacios de un cuerpo y De tripas corazón. En la primera está vestida con un maillot color carne y en la segunda, desnuda. La bisagra plástica entra las dos acciones (o inacciones, según se mire) resulta obligada en esa lógica secuencia de tiempo retenido y disposición neutra en el espacio, donde se intenta compartimentar (acotar) cualquier rasgo expresivo, forzarlo a una integración fría y calculada.

El peinado tiene un rol; al inicio es una mezcla de anuncio de champú y Justin Bieber, después emula a Kiki de Montparnasse y, como la mítica modelo, ofrece su desnudo, lo hace argumento. Escobar por momentos parece tener cierto entrenamiento propio de la técnica oriental, pero esto es un apunte tan sutil como subjetivo, lo que lleva a la borrascosa discusión (casi bizantina) de los límites conceptuales del espectáculo bailado.

La no-danza domina el curso y la performance. Unas diapositivas muestran la materia cárnica para cocinar unos callos. Sobre la carne de la mujer (que alternativamente se hace llamar performer), se proyecta la víscera, una metáfora de transparencia para esa modelo del cuadro de Hopper, abandonada a su suerte fuera de la pintura de referencia. La exasperante lentitud no llega a cuajar como resultado artístico, su sinuosidad y rito espasmódico resulta vacilante, tangente al relato, a esa percepción de angustia o de ausencia.

Debe aclararse que en su estética no hay una ambición por el efecto o la novedad, sino al contrario, ofrece un hilvanado de referentes bastante estandarizados.

Al final, un texto como colofón que concluye con tres líneas: “Crueldad y belleza. Esfuerzo y resuello. Vida y muerte”. De todo eso ha habido en la obra: crueldad en la exposición, belleza del cuerpo femenino, sonoros resuellos, esfuerzo físico. Lo de vida y muerte puede venir por la alternancia monocorde de oscuros y puntos de luz, como pálpitos, intentos de un discurso por hacer.

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