Caen “el Robin Hood de Vallecas” y su banda de las alcantarillas
La policía detiene a 10 atracadores que entraban en los bancos por butrones
Carlos Iglesias aprendió de su padre a atracar bancos. Ascendió a líder de la conocida como la banda de las alcantarillas en 2008, cuando falleció su progenitor y maestro, dejándole el relevo. En 1999, con solo 15 años, Iglesias ya sabía orientarse dentro de las cañerías de Madrid. Ayer, con casi 30 y sin antecedentes penales, la policía frustró su prometedora carrera de ladrón, de “Robin Hood de Vallecas”, que compaginaba con un empleo en una pescadería.
Desde hace 15 años, la banda de las alcantarillas accedía a las sucursales bancarias desde el subsuelo. Cavaban butrones que les conducían directamente al centro de las oficinas. Sus diez integrantes detenidos el pasado 26 de julio —cuatro de ellos han quedado en libertad— están acusados de siete robos con violencia e intimidación cometidos en entidades de Madrid desde octubre de 2010. El penúltimo, el 10 de junio de este año, lo frustró la llamada a la policía del portero del edificio del número 74 de la madrileña calle de Alcalá. “He oído algo raro, mucho ruido”, advirtió entonces el conserje, que vive desde hace tres lustros pared con pared con una sucursal del Banco Santander y nunca había escuchado un sonido parecido. Fue el primero en detectar al sigiloso clan antes de que pasara a la acción.
La banda consiguió entonces escabullirse por las cañerías y desaparecer con un botín de 25.000 euros. No había tenido tiempo de acceder a las cajas fuertes, pero la policía no logró detenerlos. En su segundo intento de este verano, en el barrio de Usera, los agentes les sorprendieron en plena fuga y detuvieron a cuatro atracadores dentro de los pasillos del alcantarillado y otros cuatro, a su salida, mientras hacían guardia junto al hoyo abierto, que disimulaban con una furgoneta de la pescadería donde trabajaba el jefe. Los dos restantes fueron detenidos más tarde.
El pillaje ascendía esa vez 66.317,4 euros. Los ladrones portaban también dos pistolas, un revólver, bridas, cinta adhesiva, una maza, una palanqueta y varias linternas. Jesús Iglesias Carrascosas, el atracador padre conocía la técnica y las entrañas del mapa de Madrid a la perfección. “Le enseñó a hacer sus correrías por las alcantarillas y aprendió el oficio de atracar entidades por el subsuelo”, explica el inspector de la Jefatura Superior de Policía de Madrid Dionisio Martín, que resalta el carácter “egocéntrico” del jefe del grupo, que asaltaba a los empleados de banca al grito de “soy el líder de la banda” o “el Robin Hood de Vallecas”. Pese a este nombre, la policía no tiene ninguna constancia de que la banda repartiese sus botines.
A raíz de la misión malograda de junio, la Policía Nacional dilucidó las relaciones entre ese atraco y otros de características similares perpetrados desde octubre de 2010 en varios bancos madrileños. La investigación acorraló a dos miembros de la banda, que fueron identificados y rastreados. Ellos llevaron al resto (siete hombres y tres mujeres de nacionalidad española, salvo un arrestado que dice ser venezolano) y una vez localizados los delincuentes, también identificaron el punto en el que habían planeado el atraco del 26 de julio: la oficina de Bankia de la calle Marcelo Usera. Desde hace algunos meses, varios miembros de la banda accedieron al alcantarillado de la cercana calle Mirasierra para preparar el asalto. Habían programado también una tercera intervención en los próximos meses, en el mismo barrio.
“Desde los 15 años, Carlos Iglesias iba de la manita de su padre para aprender a contar los pasos bajo tierra. Ellos saben que si hay ratas, hay vida. Conocen los puntos donde no podrían respirar”, explica Dionisio Martín. Jesús Iglesias formó al resto de la banda junto con otro butronero veterano que tiene ahora 71 años y aún no ha sido localizado por la policía entre 1999 y 2008, cuando falleció. Se les considera responsables de tres asaltos —en 1999, 2000 y 2001.
Hasta 275.000 euros
La técnica de la banda de las alcantarillas consistía en irrumpir en los bancos de madrugada, cuando estaban aún cerrados, y quedarse camuflados en sus sótanos hasta que llegaban los empleados, a los que obligaban a vaciar las cajas fuertes sin desatar sospechas. Impedían así que saltaran las alarmas. Tras el atraco, volvían a desaparecer bajo tierra. En el último atraco, amordazaron a cuatro empleados y diez clientes en una oficina de Bankia.
Todas las oficinas asaltadas en los últimos tres años eran de entidades grandes —BBVA, Santander, Bankia y La Caixa— y las cantidades extraídas oscilaban entre 25.000 y 275.000 euros, el botín máximo, según fuentes policiales cercanas a la investigación. Entre el primer y el segundo robo pasó un año, pero cada vez dejaban pasar menos tiempo entre atraco y atraco —entre los dos últimos transcurrió apenas un mes y medio.
Durante los últimos años, los robos han tenido lugar en distintos barrios de la capital, que la banda estudiaba detenidamente antes de proceder al atraco. Tras casi 15 años de actividad, conocían los entresijos de Madrid y sabían exactamente por qué esquina bajar para llegar a cada oficina.
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