La compañía de la luz
Barcelona fue pionera en la electrificación urbana tras iluminarse Can Batlló en 1873
Esta es una de las esquinas más sugerentes del Raval, una gran palmera que cobija la venerable papelería Llenas, el estanco Mesegué, la pensión 45 y el clásico bar Cèntric —ahora renovado como Cèntric Canalla—, siempre abarrotado de universitarios. Justo enfrente hay un edificio que se ahuesa al llegar a este cruce de caminos, con unas letras que rezan: “Energía Eléctrica de Cataluña, SA”. Los turistas pasan indiferentes por delante, los vecinos más antiguos la conocen como la FECSA, pero muy pocos recuerdan que en este lugar estuvo una de las más antiguas e importantes centrales eléctricas de la ciudad.
Barcelona fue pionera en la electrificación urbana, en fecha tan temprana como 1873 se iluminó la fábrica Batlló de la calle de Urgell (hoy la Escuela Industrial). Y en 1880 Tomás Dalmau y Narcís Xifrà abrían una de las primeras centrales eléctricas del mundo en la Rambla de Canaletes, donde hoy están el hotel Continental y el Club Capitol. Pronto, muchas empresas como La Maquinista Terrestre y Marítima se electrificaron, y en las calles de la ciudad aparecieron los nuevos arcos voltaicos en sustitución de las viejas farolas de gas. Para entonces, la Dalmau y Xifrà se había convertido en la Sociedad Española de Electricidad (SEE), había iluminado el paseo de Colom, la Rambla y los grandes almacenes El Siglo.
Rápidamente aparecieron nuevos competidores. A finales del siglo XIX, la Compañía Barcelonesa de Electricidad (CBE) adquirió la Sociedad Española de Electricidad, construyó la central de la calle de la Mata y comenzó a suministrar a las fábricas de Sants, Sant Andreu y Poblenou. Mientras, la Central Catalana de Electricidad (CCE) abrió la central de la avenida de Vilanova, entre el Arc del Triomf y la estación del Norte. Así las cosas, en 1911 aparecían dos nuevos protagonistas en esta historia. De una parte, una compañía canadiense llamada Barcelona Traction, Light and Power, y por otro la sociedad Energía Eléctrica de Cataluña (EEC) con capital franco-suizo. Los primeros se hicieron con la fábrica de la calle de la Mata, que fue pionera en el suministro de corriente alterna. Los segundos construyeron en 1912 la central de Sant Adrià del Besos y esta de la calle Ramelleres, que apostaron por la corriente continua (la última red de este sistema se instaló en 1956 para surtir las rotativas de La Vanguardia).
La estrategia de la Energía Eléctrica de Cataluña consistió en financiar la iluminación de diversas fiestas mayores de Cataluña, durante el verano de 1912. Así, dieron energía a distintas celebraciones en Sabadell, Manresa, Hospitalet y muchas localidades del Baix Llobregat. Esa misma Navidad iluminaban la ciudad de Tarragona, y en 1913 llegaban a Sitges, Santa Coloma de Gramanet, Cardedeu, Cornellá, el Vallés o Lleida. En la barriada de Sants la llegada del alumbrado originó muchas quejas, pues los postes de la luz se instalaron en las aceras impidiendo pasar a los transeúntes, y se tuvieron que cambiar. A las diferentes compañías que se disputaban el mercado no les quedó otro remedio que negociar un reparto del territorio. A la EEC le correspondieron las comarcas centrales y orientales de Cataluña, con una red de distribución abastecida desde la Vall Fosca, la Poble de Segur y las cuencas del río Fresser. Para mantener en funcionamiento este sistema, la compañía adquirió diversas minas de carbón en el Pirineo que permitieron mantener la producción cuando Alemania cortó el suministro de este producto con motivo de la Guerra Mundial.
En 1919 hubo diversos incidentes en la calle de Ramelleres, cuando el fin de la guerra trajo reducciones de sueldo y personal en todo el sector eléctrico, cuyo principal conflicto fue la famosa huelga de La Canadenca que dejó a oscuras la ciudad. Después de diversas peripecias, esta compañía compró en 1923 la EEC. Al inicio de la Guerra Civil, las autoridades republicanas derribaron el cuartel que había en el vecino convento de Buensuceso. Entonces la fábrica de Ramelleres daba servicio a gran parte de Barcelona, convirtiéndose en un objetivo prioritario para la aviación franquista. Buscando la destrucción de la central, las bombas acabaron con algunos edificios anexos al monasterio. Con estos solares, el huerto y la antigua iglesia del convento se urbanizó entre 1945 y 1959 la actual plaza de Vicenç Martorell. Para entonces la EEC se había convertido en FECSA, conocida por los numerosos apagones de la posguerra. Con la llegada del siglo XXI la fábrica cerró y dio paso a la nueva facultad de Geografía e Historia, cuyos universitarios han colonizado el bar Cèntric, desde la barra del cual observó estas letras que ya no parecen decir nada a nadie.
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