Bárcenas y los actores invisibles de la corrupción
La profesora de la Facultad de Ciencias Sociales, Marcela Jabbaz, analiza el interior de los sistemas corruptos
Luego de la comparecencia del Presidente en el Congreso (que se produjo el 1/8/2013), la pregunta que circula por todos lados es: ¿el caso Bárcenas es un problema para la democracia? ¿qué es lo que pone en juego? ¿Bárcenas actúa solo o es un operador de un sistema de corrupción más amplio que involucra a otros actores políticos, sociales y económicos difíciles de visualizar?
Para responder a esas preguntas voy a remitirme a un trabajo realizado dentro de un equipo de investigación sobre “estructura de oportunidades para el ejercicio de la corrupción” del que participé en la Universidad de Buenos Aires, por el año 2000, dirigido por el ya fallecido profesor emérito Francisco Suárez. Dicho esto, existen una serie de conceptos sobre los que quisiera realizar algunas reflexiones ya que nos ayudan a ordenar la realidad para intentar comprenderla, estos son:
- Que el acto de corrupción (o la persona que lo lleva a cabo) es una parte del problema, y que hay que tener en cuenta el sistema de corrupción.
- Que la corrupción involucra actos ilícitos pero también legales (aunque ilegítimos ya que afectan al bien común)
- El concepto de moral de frontera, del “todo vale” y “nada se puede hacer” (donde los valores se evaporan frente al pragmatismo). Y asociado a éste, el “pacto de silencio”.
- El concepto de “captura del Estado” referido a la situación en que las empresas logran condicionar la manera en que se forman las leyes, normas o reglamentos.
Es importante distinguir entre actos de corrupción y sistemas de corrupción institucionalizados, ya que resultan insuficientes las políticas que actúan solo sobre los actores de la corrupción y no desmontan los sistemas. Éstos últimos pueden ilustrarse con la figura del iceberg donde la parte más pesada, permanente y que mayor daño ocasiona se encuentra oculta, mientras que su parte externa, visible y expuesta a los cambios del clima (social) puede modificarse (cambiar personajes, desaparecer, ser criminalizada) sin afectar su estructura.
- El acto de corrupción sería aquella circunstancia puntual –ya que su continuidad en tiempo y espacio no está asegurada- que logra torcer la voluntad de un actor público o responsable institucional, para obtener una prebenda específica.
- Mientras que los sistemas de corrupción institucionalizados son las estructuras y los procesos que con el tiempo se instalaron en la sociedad como modalidades corrientes de lograr de manera continua beneficios particulares (personales, grupales, categoriales, étnicos, religiosos, familiares y/o corporativos) a expensas de un bien público, institucional, organizacional o grupal. Supone la existencia de una trama de actores y organizaciones (lícitas e ilícitas) que operan en distintos niveles y detentan diferentes funciones, estableciendo entre sí procesos transaccionales (o contratos tácitos) que implican algún tipo de contraprestación transgresora y un pacto de silencio (o red de complicidades).
Componentes que favorecen y perpetúan a los sistemas de corrupción:
Existen diferentes componentes interrelacionados y actores que tienen una participación que no implica necesariamente el ejercicio directo de la corrupción, pero sí el soporte para su sostenimiento a lo largo del tiempo, y son:
- Los que proveen protección e impunidad. Básicamente actores del sistema judicial y político. Muchos ejemplos existen, pero me viene a la mente la actitud del Ministro de Economía que rápidamente dijo que fue un “error” (o trece errores) de Hacienda el atribuir al DNI de la infanta Cristina la venta de propiedades de otros DNI.
- Los operadores de la corrupción (negociadores y recaudadores, ejemplo de ello es justamente Bárcenas). Son los encargados de inducir el comportamiento transgresor favorable a los intereses de los actores focales del sistema.
- Los que producen formas de amedrentamiento a través de la violencia organizada de tipo mafioso.
- Los que favorecen la neutralización cultural de aquellas personas que luchan contra la corrupción (como ha sido el Juez Garzón) a través de diversas técnicas entre ellas, la difamación pública.
- Los encargados de "lavar el dinero" procedente de la corrupción (la mayoría de los “lavaderos” se encuentran bajo la órbita de los países más avanzados: (Bahamas, Panamá, Isla de Mann, etc). Se trata de funcionarios de cuello blanco, abogados, financistas, que “no realizan demasiadas preguntas sino que hacen su trabajo”
- Las empresas y agentes económicos que ofrecen sobornos o “donaciones” a cambio de influir sobre decisiones administrativas (por ejemplo, contrataciones) o legislativas (perdón fiscal, transferencia de deuda privada a deuda pública).
Sobre este último punto, Hellman y Kaufman (1) utilizan el concepto de “captura del Estado” referido a los intentos de las empresas para influir en la formulación de las leyes, las políticas y la reglamentación del Estado a cambio de pagos ilícitos —con carácter privado— a los funcionarios públicos. Esta influencia indebida impone barreras a la competencia y genera ganancias muy concentradas para ciertas empresas poderosas. Para estos autores, la captura del Estado ha dejado de ser solo un síntoma, para convertirse en una causa fundamental de la mala gestión de los gobiernos. Desde esta óptica, la economía queda atrapada en un círculo vicioso en el cual las reformas de las políticas e instituciones, necesarias para mejorar la gestión de gobierno, se ven obstaculizadas por una colusión entre empresas poderosas y funcionarios públicos o líderes políticos que cosechan enormes ganancias privadas si se mantiene la administración deficiente. Todo ello genera fuertes daños a la población, ya que el funcionariado corrupto deja de representar al pueblo para tornarse en defensores de los intereses de las empresas.
Para que se instaure el sistema de corrupción como “el modo corriente de hacer negocios”, o el “engrasar a la burocracia” como algo necesario para que los trámites sean más ágiles; es necesaria toda una estrategia comunicacional que haga posible esa moral de fronteras. En este momento, el descrédito de la corrupción recae, lamentablemente, sobre toda la clase política, cuestión funcional para los partícipes del sistema de corrupción. La responsabilidad se diluye, se crea una idea de fragilidad del poder político y, en definitiva, la sensación de que la democracia no funciona o que son males intrínsecos a la misma. Luchar contra toda esta concepción acerca del estado, la política y los negocios es también luchar contra la corrupción.
Evidentemente, el control sobre todos estos actores de tan diversos ámbitos institucionales no es algo que se consiga de un día para otro ni tampoco desde una sola voluntad. Por el contrario, requiere de un ejercicio permanente de vigilancia en los diferentes ámbitos y la generación de normas más transparentes. Exige también la ruptura del pacto de silencio y la concienciación de la ciudadanía para no caer en la trampa de la moral de fronteras y para reclamar que se cumplan los votos que sus mandatarios tienen con ella.
Pero en un principio requiere sobre todo, un esfuerzo investigativo de la trama a cargo de magistrados y personas académicas de prestigio, que ha de extenderse no sólo a los actores que están inmersos en actos de corrupción, sino también a las estructuras de oportunidades que los perpetúan, es decir, a los sistemas de corrupción.
1 Hellman, J. y Kaufmann, D. (2001) La captura del Estado en las economías en transición en Finanzas y Desarrollo: revista trimestral del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, ISSN 025 -7447, Vol. 38, Nº. 3, 2001, págs. 31-35
Marcela Jabbaz es profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat de València
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