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Ilusiones derretidas

Los toros de Palha no respondieron a la talla de años anteriores en una tarde de calor sofocante

El torero Paco Ureña durante una faena en la feria de Azpeitia.
El torero Paco Ureña durante una faena en la feria de Azpeitia.Javier Hernández

La trayectoria de la ganadería de Palha en Azpeitia está jalonada de éxitos y hasta ayer era casi una tradición un buen encierro portugués el día de San Ignacio. Pero no fue el día y los astados del centenario hierro luso no respondieron a las expectativas.

Sólo hubo dos toros que se salvaron, los dos últimos. Los cuatro primeros se rajaron tan pronto como pudieron. Ni siquiera llegaron a hacer una buena pelea en varas. Lejos quedaron los casi veinte puyazos de la corrida del año pasado; ayer se cambiaron los toros con un encuentro con el caballo. Después se vinieron a tablas haciendo insulsa cualquier labor de los toreros.

Y Azpeitia no era lugar ayer para espectáculos pesados, porque el sofocante calor convertía en una tortura la presencia de espectadores en los tendidos de sol, con más de cuarenta grados en la piedra. Las ilusiones del comienzo del festejo, cuando se entregaron los trofeos al mejor toro, de Palha, y al mejor torero, Paco Ureña, se fueron derritiendo entre los aficionados con un cada vez rápido flamear de abanicos.

Hasta que salió el quinto. Toro serio, grande y con pitones, que la cuadrilla de Aguilar no quiso ver en el tercio de banderillas. Pero el madrileño aceptó la pelea ante un animal con pies y mucha emoción en cada envite. Pareció entenderlo en dos vibrantes series con la derecha en los medios. Hubo más clase, aunque menos vibración por el pitón izquierdo después. El toro, encastado, quería arrebatar la muleta del matador con tal genio que cambió el sino del festejo. Sin embargo, bien por la herida en la cara o bien por el esfuerzo que requería Lumbrero, Aguilar acortó la faena y tomó el estoque. No aguantó el combate con un toro que exigía mucho, quizás demasiado hasta para un torero tan poderoso como el madrileño. Un bajonazo dejó todo su esfuerzo en una ovación saludada desde el tercio.

Segunda de feria

Seis toros de Palha, bien presentados, mansos los cuatro primeros y encastados y emocionantes los dos últimos. Manuel Escribano, estocada trasera (silencio) y media estocada y cuatro descabellos (silencio). Alberto Aguilar, media estocada, dos pinchazos y estocada trasera (silencio tras un aviso) y pinchazo y estocada baja (saludos). Paco Ureña, cuatro pinchazos y descabello (silencio) y estocada casi entera (saludos).

Saludó Miguel Martín, banderillero de Paco Ureña, en el tercer toro. Paco Ureña fue atendido de una subluxación en el hombro derecho, producida al entrar a matar al tercer toro, que no le impidió continuar la lidia. Alberto Aguilar fue atendido por una herida de un puntazo en el pómulo derecho, producido en el quinto de la tarde.

Plaza de Azpeitia. 31 de julio de 2013. Casi lleno. Segunda de Feria.

El sexto toro también mereció mejor entendimiento. Ureña salió decidido y se notó la buena condición en unas emocionantes verónicas hasta los medios. Llegó el primer puyazo interesante de la tarde, pero incomprensiblemente el matador pidó el cambio de tercio y evitó un segundo encuentro. Un burel poderoso que se quedó crudo para la muleta.

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Por si fuera poco, en el segundo muletazo, un ayudado por alto, Peluquito le abrió la taleguilla. El de Palha pedía mando y que le sometiesen por abajo, pero quizás por la lesión en el hombro el matador acabó desbordado, sin saber en ningún momento cómo confeccionar una faena.

Y así se desvaneció una calurosa tarde, que había abierto Manuel Escribano. El sevillano recibió a sus dos enemigos de rodillas, puso emoción en dos meritorios pares al quiebro, pero se colocó excesivamente cerca para acabar de ahogar a dos rajados toros de Palha.

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