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opinión

Azpeitia, ejercicio de diversidad

La histórica plaza del Urola, la única referencia del mundo del toro en Gipuzkoa

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Bildu ha conseguido reducir a Azpeitia la única referencia del toro en Gipuzkoa, más allá de los encierros. Lo ha hecho siguiendo su catón ideológico, enseñando las cartas desde el primer día y situando la plaza de Illunbe como el escenario estratégico a derribar. Y lo ha conseguido. En el propósito se ha sentido ayudado por el calamitoso empaste acordado entre la anterior Corporación donostiarra y los arrendatarios del complejo, la familia Chopera, que ha supuesto el desenlace doloroso de un aguijón millonario en medio de un silencio crítico que no ha pasado más allá de un par de gestos simbólicos de protesta. Vaya, podría reducirse a un ejercicio de rendición aceptada posiblemente a la espera de que un día pudiera haber un revolcón político que diera la vuelta al calcetín.

Sin la feria de agosto en San Sebastián otra vez, y solventado a cambio el ruinoso negocio de Illunbe a cargo del contribuyente donostiarra, Azpeitia emerge con voz propia en la defensa de la tradición taurina en Gipuzkoa. Lo hace como lo ha venido haciendo desde hace décadas, en silencio, admitiendo fundamentalmente la diversidad sociológica y con una decidida apuesta por la calidad en sus carteles como santo y seña de su existencia, que acaba revirtiendo en fines benéficios para el pueblo.

En esta histórico coso del Urola de 1903, plaza de grandes desafíos del deporte rural vasco, hay sitio para todos desde el respeto. Es la garantía de su autenticidad. Así, como cada año al acabar la lidia del tercer toro, mientras volvía a testimoniarse el recuerdo de José Ventura Laca, aquel banderillero guipuzcoano muerto durante los saniznacios de 1846, también hay espacio para que en el tendido se pidiera la vuelta de los presos de ETA a casa y la música de la banda municipal levantara la tarde. Azpeitia ha abrazado la diversidad. Quizá el grupo de Joxin Iriarte debería explicar el método.

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