La corrupción de Júlia A.
En 'Societat limitada', una novela de Ferran Torrent, aparecía un personaje político que, a lo que decían, se inspiraba en Alicia de Miguel
Cesan altos cargos del Gobierno de Alberto Fabra. Dimiten parlamentarios del Partido Popular que anteriormente tuvieron empleos de postín. Se apartan destacados políticos de mucho ringorrango. Alicia de Miguel dice abandonar su escaño por razones personales. No lo pongo en duda. Siempre hay razones estrictamente personales que te impiden seguir donde estabas. ¿Hay razones impersonales, externas que te fuerzan a dejar el empleo político? Siempre las hay también. Tu empleo lo ambiciona alguien.
Años atrás leí Societat limitada (2002), una novela de Ferran Torrent en la que aparecía un personaje político que, a lo que decían, se inspiraba en Alicia de Miguel. Se llamaba Júlia Aleixandre. No sé si tal cosa era cierta. Lo único que sé es que dicho personaje era una mujer de mucho poderío, dominadora, mandona: vaya, una dama que reemplazaba en el cargo a un varón igualmente dominador y mandón. La mujer adoptaba el mismo comportamiento que los hombres más estultos e insaciables: tomar a los demás como instrumentos, no como fines; tomar a los otros como gadgets de usar y tirar; tomarlos. Era de una sexualidad insaciable y dictaba órdenes con la seguridad de un carácter tiránico: ser la mano derecha del presidente. Siempre se mostraba lasciva y sus palabras eran implícita o explícitamente salaces, con esa campechanía que da ser divina.
Si hoy Júlia Aleixandre estuviera entre nosotros, el mundo se le habría derrumbado. Y no es ninguna ficción: lo corroboro. Toda una generación de políticos del Partido Popular han caído. Pierden esa impresión de eternidad que les daban los votos masivos; pierden el crédito que les aseguraba una economía en expansión; pierden la confianza de unos ciudadanos que se asombran ahora de esas iniquidades: tanta rapiña, tantos gravámenes que pagarles, tanta ratería que se les ha consentido. ¿Quiere eso decir que el Partido Popular es culpable? ¿Quiere eso decir que Alicia de Miguel es culpable de lo que se la acusa, contratos con la trama Gürtel? No lo sé, ni puedo decir tal cosa.
Las responsabilidades son siempre individuales: tú quisiste aprovecharte, te dijeron que no había riesgo. Tú querías enriquecerte, conducir automóviles de alta gama, lucir joyas, disponer de yates, igual que otros lo hacían. Tú esperabas llenarte las alforjas sin peligro, con billetes de quinientos euros: había que hacer acopio. Para que esas metas se cumplieran, para que esas maletas se llenaran y para que otros repitieran dichos comportamientos hacía falta un estado de impunidad, la impresión de que los abusos y las arbitrariedades no tendrían castigo.
Mientras tanto, mientras eso sucedía, otra Valencia trabajaba, con expectativas y sueldos moderados, con abnegación y miedo a la sanción. Otra Valencia ahorraba y también se endeudaba, a la espera de hacer suyo el sueño propietario. Otra Valencia vivía confortablemente, quizá pensando que los pillajes y las pillerías no eran grave delito: sólo tolerables corrupciones del alma, pequeñas ambiciones de la naturaleza humana. Pues no. El estado de corrupción moral nos afecta a todos. Hemos de salir de esta ficción ya: antes de que Ferran Torrent escriba nuestro retrato final.
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