Gaslight Anthem rescata el punk-rock
La jornada mantuvo el nivel alto musical que viene caracterizando a esta edición
Gaslight Anthem han subido las revoluciones del Azkena Rock que termina esta edición con el sonido más punk-rock que se ha escuchado este año en Vitoria, en un concierto de hora y media en el que no se han dado un respiro.
Han salido al escenario pletóricos, con la actitud de una tribu que sabe lo que está haciendo y sabe porqué lo hace. Una banda en la que todo el mundo tiene su lugar, y que toca canciones compuestas, arregladas y producidas con criterio.
Han escuchado a Queens of the Stone Age, pero también saben quiénes son Death in Vegas y Big Soul. Son jóvenes que quieren comerse el mundo y quizá lo consigan. Cuando tocan todos juntos en los momentos más rápidos de las canciones no se les escapa una coma pero pueden bajar las revoluciones también si es necesario para evocar otras cosas.
La tarde ha empezado a las cinco, pero ha tomado una dimensión histórica cuando Los Enemigos han salido al escenario principal de Mendizabala.
Su rock sin adornos ha acompañado a varias generaciones desde mediados de los ochenta y la voz inconfundible de Josele Santiago sigue entonando los himnos de la rebeldía. La "raza de Caín", como dijeron ellos mismos en el comunicado que anunciaba su vuelta en 2012.
Transmiten su música desde una actitud comunicativa, sabiendo que no es necesario buscar una complicidad que ya existe. Sus melodías van penetrando bajo la piel y parece que el suelo se vaya ondulando, en una invitación al baile.
Unos enérgicos Gov't Mule han tomado el relevo y han hecho resonar de nuevo las raíces sureñas que han acompañado a este festival desde sus comienzos.
El concierto ha ido de menos a más y para cuando llevaban media hora ya habían convencido a todos de por qué están donde están en los carteles de todo el mundo.
El cierre ha correspondido a Rocket From The Crypt para una gran despedida, a la altura de la de Brian Jonestown el año pasado.
La decisión de la organización de volver a sólo dos escenarios, junto con la de concentrar las actuaciones más destacadas en el set principal, dedicado al recientemente fallecido Kevin Ayers, ha resultado un acierto al lograr así reunir al público que, una vez más, ha llenado el recinto las dos jornadas.
Es un público el de este festival no tan joven como el de otros y cada vez más entendido. Un público que repite edición tras edición, y dispuesto a desplazarse hasta Vitoria caiga quien caiga. Y la ciudad lo acoge con especial cariño este año en que las cosas están tan complicadas para la cultura.
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