El parque eólico que invade As Fragas se ampliará sin evaluación ambiental
La zona está habitada por aves amenazadas pero la empresa esgrime que ya están acostumbradas a “convivir” con las turbulencias de los molinos
En 2001, cuando en Galicia se consideraban los parajes incluidos por la Unión Europea en la Red Natura emplazamientos inmejorables para canteras o industrias, el presidente Manuel Fraga y el príncipe Felipe de Borbón inauguraron un parque eólico de 24 molinos que invadía en parte la joya ecológica de As Fragas do Eume, en una zona entre los ayuntamientos de Xermade (Lugo) y Monfero (A Coruña) sobrevolada por aves amenazadas. Doce años después de aquel acto, ahora que la ley prohíbe levantar torres eólicas en Red Natura, la Xunta ha decidido autorizar al borde del parque natural la construcción de dos aerogeneradores más a la promotora —la empresa Sotavento, con mayoría de capital público de la Xunta y del Gobierno central—, que podrá hacerlo además sin evaluación ambiental.
La Consellería de Medio Ambiente emitió el pasado 4 de junio una resolución en la que esgrime que la declaración de impacto que se hizo en 1999 cuando se abrió el resto del parque eólico y los estudios realizados por la propia empresa Sotavento son suficientes para descartar daños que desaconsejen montar nuevos molinos. En aquel permiso ambiental otorgado por el Gobierno de Fraga ya se reconocía que se autorizaba la instalación en el parque natural pese al rechazo de los técnicos de la Dirección Xeral de Montes y Medio Ambiente Natural, que advertían que suponía “un impacto permanente” con “consecuencias muy negativas sobre el paisaje” y “una agresión importante sobre la fauna”. La Federación Ecoloxista Galega alerta ahora de que se levantarán dos aerogeneradores más sin evaluar siquiera los “posibles efectos acumulativos”.
La Xunta de Feijóo admite que la Serra da Loba donde se levantarán los aerogeneradores no solo linda con As Fragas sino que es un “área prioritaria de reproducción, alimentación, dispersión y concentración local” de aves amenazadas. El aguilucho cenizo (Circus pygargus), una pequeña rapaz que integra la biodiversidad de As Fragas, es una de esas especies necesitadas de protección que habita el entorno del parque eólico de Sotavento. El Catálogo Nacional de Especies Amenazadas la considera vulnerable y la caída de ejemplares en España es reconocida por los datos oficiales del Ministerio de Medio Ambiente: en 1977 había en la Península Ibérica 6.000 parejas; en la actualidad se calcula que quedan entre 1.000 y 1.300. Según explica un portavoz de la empresa propietaria de la instalación, esta especie “convive” sin problemas con las turbulencias y ruidos de los 24 molinos que funcionan al borde de As Fragas desde 2001. “Los aguiluchos cenizos conviven con los aerogeneradores y juegan con ellos, con los vientos que generan los molinos al andar”, apunta un responsable de la compañía. Las conclusiones del XI Congreso del Grupo Ibérico de Aguiluchos, organizado en 2010 en Allariz por la Sociedade Galega de Ornitoloxía, señalan, sin embargo, los parques eólicos como uno de los culpables de que esta especie esté amenazada.
Tan cerca están los nuevos aerogeneradores del parque natural que el acceso a uno de ellos se adentra en su perímetro durante casi 50 metros. La Xunta ha descartado la necesidad de someter la ampliación del recinto de Sotavento a una evaluación ambiental exhaustiva después de leer la documentación remitida por la promotora. Son informes encargados por la propia compañía: el estudio de impacto ambiental de los nuevos molinos y los seguimientos anuales que, obligada por ley, realiza para calibrar la mortandad de aves en el entorno de las torres que ya están en funcionamiento desde 2001. Estos últimos estudios solo constataron en 12 años la muerte de un pájaro tras colisionar con las palas al viento. Era una laverca y su cadáver fue hallado en 2011. Quizás sorprendida por estos datos, la Dirección Xeral de Conservación da Natureza le ha pedido a la empresa que a partir de ahora incluya en estos seguimientos la tasa no solo de ejemplares muertos sino también de los cadáveres que han podido desaparecer por la acción de especies depredadoras.
El de Sotavento es un parque experimental, en el que las compañías eólicas pagan por poner a prueba los últimos avances en el diseño de aerogeneradores. La autorización ambiental de la Xunta ya prevé que los dos nuevos aerogeneradores tendrán una envergadura nunca vista en Galicia. Según los datos aportados por la empresa, las máquinas que se instalarán junto a As Fragas do Eume, célebre por ser uno de los bosques atlánticos mejor conservados de Europa, podrían alcanzar los 184 metros de altura, frente a los 120-130 metros que suelen tener las torres eólicas que se alzan hoy en día en la comunidad.
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