Bretón responde ante la justicia por la muerte de Ruth y José
Dos años después de la desaparición de sus hijos, el padre se enfrenta a 40 años de cárcel
José Bretón, un hombre menudo, de voz aflautada y ojos grandes, que tuvo en jaque durante casi un año a los mejores investigadores de la policía española, va a ser juzgado por un tribunal del jurado por el doble asesinato de sus hijos, Ruth y José. El fiscal solicita al tribunal 40 años de cárcel por ambos crímenes.
Las 14 vistas públicas programadas que comienzan este martes tras la elección hoy del tribunal popular van a ser las más mediáticas en la historia de la Audiencia de Córdoba. El viejo edificio ha tenido que adaptarse a toda prisa para atender las necesidades técnicas de los 108 profesionales de 35 medios de comunicación que se han acreditado para seguir las declaraciones del acusado y otros 144 testigos y peritos.
El imán que Bretón ha ejercido sobre los objetivos de los periodistas comenzó la tarde del sábado 8 de octubre de 2011, el mismo día en que la fiscalía afirma que asesinó a Ruth, de seis años, y José, de dos. Esa tarde apareció en La Ciudad de los Niños, un parque de Córdoba. Sus cámaras de seguridad fueron las primeras en registrar sus pasos. Estaba solo y preguntaba por sus hijos. Él mismo llamó al servicio de emergencias 112 para denunciar la desaparición. Instantes después, un fotógrafo del diario Córdoba le hizo una instantánea que fue portada al día siguiente. No será la única.
La búsqueda de los dos hermanos en el parque duró poco. Los niños no estaban ahí. Mientras tanto, el padre se mantenía hierático frente a los primeros agentes de policía que acudieron al lugar. Bretón se aferraba a una versión ambigua de lo ocurrido: “Perdí a los niños en un descuido”. Sin más. En estos casi dos años, no ha dejado de repetir lo mismo.
Bretón se aferra a una versión ambigua de lo ocurrido: “Perdí a los niños en un descuido”
Los policías que hablan con Bretón se percataron enseguida de su frialdad. Pero, también, de su manera de dosificar la información. Tardó mucho en decirles qué recorrido había hecho con sus hijos hasta llegar al parque. Solo repetía que los tres estaban pasando el fin de semana juntos en Córdoba, cumpliendo lo acordado con su esposa, Ruth Ortiz. Pocas semanas antes, la mujer le había anunciado su intención de separarse de él. Bretón abandonó Huelva, donde la pareja vivía, y regresó a casa de sus padres, en Córdoba. Ambos acordaron que los niños pasasen fines de semana alternos con su padre, algo que solo ocurrió en dos ocasiones. El primero transcurrió con normalidad. Del segundo, los pequeños Ruth y José ya nunca volvieron.
El relato del padre era tan difuso la tarde en que desaparecieron sus hijos que los agentes insistieron en reconstruir con él todos sus pasos hasta el instante de perder a Ruth y a José. Bretón se mostró reacio a dar detalles pero, en un momento dado, claudica y pronuncia un nombre que marcará toda la investigación: Las Quemadillas. El padre de Ruth y José contó a los agentes que había pasado varias horas en la parcela que su familia tiene en esa barriada de las afueras de Córdoba. Los investigadores decidieron ir allí, en compañía del propio Bretón.
Llegaron a la parcela a las horas del crepúsculo. Los atestados policiales relatan que, en medio del huerto de naranjos que ocupa gran parte de las seis hectáreas, se encontraron los restos de una extraña hoguera con una mesa de hierro aún humeante. Todavía había rescoldos. Aquel fuego debió de ser de grandes dimensiones, pues había quemado el tronco de varios naranjos. Un policía se fijó en las brasas, miró a Bretón y le preguntó por el propósito de esa enorme candela. Bretón respondió con evasivas. La policía ya se temía lo peor. El miedo de que algo terrible hubiese podido ocurrir crecería todavía más cuando se descubriesen, poco después, lo que parecían pequeños restos óseos entre las cenizas.
Bretón todavía iba a tardar unos días en ser detenido. Antes, se le asignaron unos agentes que, a modo de sombras, le acompañaron en todo momento y mantuvieron con él largas conversaciones. Trataban de sonsacarle el paradero de los pequeños Ruth y José.
Los primeros informes forenses concluyeron que los fragmentos de restos óseos hallados eran de animales
En los atestados policiales se cuenta que, nueve días después de la desaparición de los niños, un agente y el principal sospecho estaban paseando en silencio por la parcela de Las Quemadillas. Bretón se quedó mirando los restos de la hoguera. El agente le preguntó si el fuego le traía recuerdos. Bretón agachó la cabeza y no dijo nada. El policía volvió a preguntarle. “¿Están aquí en la finca los niños?”. Bretón respondió con una palabra. “Cerca”. Esa misma noche, fue detenido
Para la policía, todo parecía cuadrar. La desaparición misteriosa de los dos hermanos y las versiones incoherentes e inverosímiles que ofrecía el padre, sin duda, obedecían a que los había asesinado -—seguramente con unos tranquilizantes cuyas recetas estaban en casa de Bretón— como venganza contra su esposa por haberlo abandonado. Y la enorme hoguera que hizo en la parcela de Las Quemadillas, junto a la mesa de hierro, no era sino la pira funeraria de sus hijos. Pero el último engranaje que había de cerrar toda la secuencia de hechos, falló. Los informes forenses concluyeron que los fragmentos de restos óseos hallados entre las brasas correspondían a pequeños animales.
Sin cuerpos del delito y sin confesión del único acusado, las pesquisas aun durarían casi un año más. Se usaron todo tipo de medios, desde cámaras térmicas a georradares. Y siempre se centraron en Las Quemadillas, tratando de hallar, sin resultado, los restos de Ruth y José. Hasta que en agosto de 2012, la familia materna solicitó una prueba pericial independiente de los restos encontrados el primer día en la hoguera. El resultado de los análisis de varios expertos fue claro. Los huesos que en principio habían sido identificados como animales, correspondían en realidad a dos niños de edades similares a las de los dos hermanos cuando desaparecieron. Eran Ruth y José. Siempre habían estado allí. La Instrucción estaba acabada. Comenzaba la cuenta atrás para el juicio.
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