La memoria afectiva
Por razones sentimentales, o simplemente porque sí, el concierto de la Sinfónica de Londres desprendió una belleza especial. Estaba dedicado a Sir Colin Davis
Por razones sentimentales, o simplemente porque sí, el concierto de la Sinfónica de Londres ayer en el Auditorio Nacional desprendió una belleza especial. Estaba dedicado a Sir Colin Davis, fallecido en abril, a los 85 años, y ligado en vida a la orquesta durante muchísimos años, bien como director titular, bien como presidente.
LONDON SYMPHONY ORCHESTRA
Director: Michael Tilson Thomas. Obras de Copland, Britten y Shostakovich. Homenaje a Colin Davis. Auditorio, 5 de junio
El recuerdo propició una interpretación de gran emotividad de Nimrod, la novena de las Variaciones Enigma, de Elgar, utilizada como marcha fúnebre en Reino Unido y ofrecida ayer como propina. Antes, la orquesta había demostrado su categoría, sección por sección, instrumento a instrumento, en una Guía de orquesta para jóvenes, de Britten, absolutamente modélica, en la que el director Tilson Thomas demostró su sentido educativo en la organización del sonido: claridad y orden a tope.
La orquesta y el director se lucieron sin inútiles golpes de efecto, al servicio únicamente de la exposición musical, de la belleza estructural. Con Quiet city, de Copland, calentaron motores, y en la Quinta sinfonía de Shostakovich alcanzaron cotas de enorme calidad, tanto desde el punto de vista de la transparencia como desde la expresividad.
El allegretto fue primoroso, con unos pizzicatos impecables y una creación de climas de mérito gracias a la sección de violonchelos; en el largo llegaron a momentos de gran interiorización colectiva y en el allegro non troppo final estuvieron unos y otros sencillamente brillantes. Fue una lectura completa y atractiva, con un Tilson Thomas tan dominador como inspirado. Por esta orquesta no pasan los años: responde en conjunto y en los detalles con maestría, y jamás defrauda. Sir Colin Davis puede descansar tranquilo en la eternidad.