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Juan Palomo es madrileño y canta ‘soul’

Anaut estrena esta noche en la Caracol su rutilante primer disco, escrito en Holanda e interpretado en inglés

Alberto Palacios Anaut.
Alberto Palacios Anaut.Álvaro García

Alberto Palacios Anaut conoce en carne propia cómo es la vida del artista autogestionario. Por lo pronto, llega apurado de tiempo a la cita porque se ha demorado en Correos enviando ejemplares de su primer disco en solitario. Decir que se encarga de todo no tiene, en su caso, naturaleza de hipérbole. “He aprendido a tratar con las salas, encontrar billetes de avión baratos, escribir los arreglos para los vientos o aclararme con los envíos postales”, enumera. “A veces me siento algo solo, pero estoy en edad de pasarlas canutas. Hoy el músico no puede ser una estrella que solo se preocupa por tocar, mientras las botellas de champán y las toallas le esperan en el camerino”.

Anaut acaba de cumplir 31 años, es uno de esos raros madrileños con pedigrí y atesora un talento muy notable como cantante, guitarrista y compositor de soul. Uno de los secretos mejor guardados de la ciudad salta a la palestra esta noche en la Sala Caracol con el estreno de 140, su primera entrega discográfica. Y no, el título no encierra ningún significado numerológico, sino que coincide con el número de pequeños mecenas que contribuyeron a financiar la grabación. El crowdfunding, que dicen quienes prefieren llamar a las cosas en inglés.

“Yo habría preferido que el número acabase en 8, que es mi dorsal en mis equipos de fútbol<TH>7, pero no pudo ser”, revela con guasa el músico, ya más sosegado frente al café. La faceta balompédica es su otra gran pasión, aunque los nombres de los clubes, el Intercourse de Arturo Soria y el Virginia Redux de La Elipa, no presagian grandes virguerías. “Se nos da solo regular”, admite Alberto, “pero sirve para disfrutar y desfogarse. Comparto vestuario con un arquitecto o un tipo al que tienen puteado en PriceWaterhouse, y esas cosas unen mucho…”.

Anaut ha aprendido a bregar cada día, a ingeniárselas para salir adelante como sea. Con 12 años escribió su primera canción, Los fondos reservados, que interpretaba junto a dos colegas de clase. “En realidad no tenía letra. La titulé así porque salía mucho en el periódico, aunque no sabía lo que significaba”, recuerda entre risas.

A los 16, su tío y padrino Alberto Anaut, presidente de PhotoEspaña, le regaló una trompeta. El veneno de la música ya corría, incontrolable, por las venas. Se matriculó en la Escuela de Música Creativa y a los 25 vivió su mayor momento de gloria cuando la orquesta zamorana Contraste Musical lo contrató como cantante para los bolos estivales. “Hicimos 52 conciertos y cobrábamos 150 euros por noche. Fue un verano alucinante, de carretera y groupies que nos esperaban en cada pueblo. Lo más rockero que he vivido, aunque interpretáramos canciones de Chayanne o La Década Prodigiosa…”.

Influencias

Anaut completó luego su formación entre Pamplona y el Conservatorio de Ámsterdam, una ciudad donde ha residido durante tres años largos y que vio nacer muchas de las canciones que conforman 140. “Holanda disfruta de una altísima calidad de vida, pero es imposible hacer amigos y no me parece el mejor lugar para ser feliz”, recapitula, aliviado de poder pasear de nuevo por el barrio de Las Letras.

Con todo, su eterna condición de Juan Palomo le ha vacunado contra casi cualquier temor. “Lo de la fuga de cerebros es muy cierto”, certifica. “En Ámsterdam conocí a ingenieros o informáticos españoles muy brillantes. Yo tampoco le tengo miedo a ir de acá para allá. He aprendido a hacer maletas: si para vivir de la música hay que emigrar, emigraré”.

Una de las composiciones que sonará esta noche en Caracol, Márchate, habla de ese tipo de congojas juveniles, “de la gente que oprime a quienes tiene a su cargo”. Aún no la ha grabado y es de las pocas que le salió en castellano, porque todo el repertorio de 140 está escrito en inglés, su otra lengua de “expresión natural”. Consecuencia lógica de muchos años enganchado a los discos de Otis Redding, Shuggie Otis (“habré escuchado Inspiration information medio millón de veces”) o cantautores de alma negra, como Amos Lee y Jamie Lidell. Y en la cúspide de su santoral, sin duda, Ray Charles. En su disco, junto a nueve temas originales, desliza una versión de Hallelujah I love her so.

“Es mi modesto tributo a mi gran ídolo”, resume. Y admite: “En realidad, también sirve para que, si alguien busca esa canción en Google, pueda encontrarse conmigo…”. Hábiles estratagemas cibernéticas de estos juanpalomos modernos.

Anaut actúa esta noche, a las 21.30, en la Sala Caracol (Bernardino Obregón, 18; metro Embajadores). Entradas, de 10 a 14 euros.

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