Pero esto… ¿es un libro?

Tal vez la pregunta de fondo sea aquí: ¿Qué es un libro? Si cuando hablamos de libros en miniatura usted se imagina esas ediciones de El Quijoteque caben en la palma de la mano y que difícilmente se pueden leer, va usted desencaminado. Estos, los libros que forman la colección Monumental Ideas in Miniature Books, son libros de artista, y muchos parecen cualquier cosa menos un libro. “Fíjate”, dice Gema Hernández Carralón, jefa del Museo de la Biblioteca Nacional ante una de las vitrinas, “algunos tienen forma de acordeón, de zigzag, de abanico o de rollo. Son formas que han tomado los libros en otros momentos de la historia antes de adoptar la forma de códice actual”. Estos libros, más que aprehenderse por el intelecto, se aprehenden por el sentido estético: muchos ni siquiera contienen texto ni ningún tipo de información.

La colección fue promovida por la comisaria estadounidense Hui-Chu Ying, que convocó a numerosos artistas para participar en el proyecto, con la condición de que las dimensiones del libro se ajustaran a un máximo de 10x13x2,5 centímetros. “Les pidió cinco copias de cada obra a cada artista, de tal manera que pudo montar cinco exposiciones que giraron por el mundo”, explica Hernández, “giraron tres años, esta llegó a España en 2012 y estuvo en ciudades como Oviedo o Bilbao. Después fue donada a la Biblioteca Nacional, así que se quedará aquí. Los libros de artista son una singularidad dentro de los fondos de la Biblioteca”. La exposición, comisariada aquí por Paz Ortiz Marqués, se puede visitar gratuitamente en el Museo de la Biblioteca Nacional hasta el 22 de septiembre.

Un muelle de plástico rosa fluorescente en el que se inscribe un diminuto texto entre dos tapas de madera unidas por una bisagra. Este es el libro A wonderful toy de la estadounidense Leticia Bajuyo. Un frágil librito cuyas páginas son bolsas de té usadas es Black not boiled, de Kelly M. Nelson. Una tira de gasa enrollada en un cilindro de metacrilato es Weeping, de Maria Ester Constant. Una caja que guarda una cinta en la que hay escrito un texto es Like the bonobos #2, de Stacy R. Elko. Estos son algunos ejemplos de estos pequeños libros extraídos de entre los 80 que se exponen, casi todos de artistas extranjeros.

“El espacio del libro es bastante reciente dentro de los lenguajes de creación artística. Es muy interesante porque es íntimo, asequible al creador, genera un tiempo diferente para desarrollar una historia”, explica Concha García, profesora de la Escuela Superior de Diseño que imparte un par de talleres relacionados con la exposición. El primero, titulado El papel como relato, ya está en marcha: los participantes afrontan el reto de crear un libro artístico sin texto ni imágenes, con un solo tipo de papel. “Se trata de que el protagonista del relato sea el tratamiento del propio papel”, dice. En el segundo, El libro de los libros, a partir del día 28 (todavía pueden inscribirse), los participantes transformarán un libro que hayan leído inspirados por lo que su lectura les haya sugerido.

“Muchas veces, cuando la tecnología deja atrás las cosas pueden convertirse en arte: ahora con el libro digital seguimos teniendo esa necesidad de tocar, de manipular el libro”, dice García.