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Música y vídeo, más allá de la MTV

Una muestra en la Virreina recorre las relaciones entre rock y arte audiovisual

'History of the world', una de las obras que se pueden ver en la Virreina.
'History of the world', una de las obras que se pueden ver en la Virreina.

La imagen enseña unas manos atando una guitarra a una camioneta, que luego arranca arrastrándola por los caminos de Texas, mientras el aire se llena de sus lamentos desgarrados. El vídeo es el homenaje de Christian Marclay a un chico afroamericano que en 1998 fue asesinado de ese modo y a la vez una celebración de los músicos de blues de antaño y los ruidistas de hoy. Guitar Drag es una de las obras más impactantes de This is not a love song, una exposición que reúne en el Palacio de la Virreina de Barcelona, algunas de las piezas más icónicas que puntean la historia de las relaciones entre arte y música. Dada la amplitud del tema, la muestra producto de la colaboración entre el festival de vídeo Screen-Loop, el festival de música indie Primavera Sound y La Virreina Centro de la Imagen, se centra en la recíproca alimentación entre videoarte y rock, llegando hasta el más reciente fenómeno del clubbing, los djsy la música electrónica.

“La historia del arte oficial es muda, pero la creación plástica y la musical siempre han ido juntas”, afirmó Javier Panera, comisario de la muestra, abierta hasta el 29 de septiembre, que revela también la historia oculta del videoclip antes del advenimiento de la MTV. Su selección, que alterna instalaciones multipantalla y vídeos monocanal, exhibe por primera vez en España algunas joyas del género, empezando por la instalación inmersiva, realizada en 1966 por Andy Warhol y Ronald Nameth con música de Velvet Undergound. La inolvidable Nico, Lou Reed y los demás miembros de la mítica banda, también protagonizan los Screens, breves piezas de vídeo de Warhol que no se exponían juntas desde hace décadas.

Los potentes altavoces y las envolventes proyecciones (que Nameth lanzaba directamente sobre los cuerpos de los participantes) son solo un aperitivo del bombardeo sensorial que sigue. De hecho, el propio comisario aconsejó verla en diferentes visitas, lo cual es casi obligatorio si se quiere disfrutar de todo el material: además de las 14 instalaciones, 30 vídeos monocanal y un centenar de videoclips a la carta.

El recorrido es una extensa recopilación de 50 artistas, que se mueven en los territorios de la utopía, la experimentación y lo políticamente incorrecto. Superado el problema de la contaminación sonora, la fragmentación de las salas ofrece la oportunidad de impactantes montajes individuales, como la versión instalativa de la ópera rock con marionetas, que Dan Graham y Tony Oursler estrenaron en 2004 en la feria Art Basel de Miami. La pieza, irónicamente titulada Don’t trust anyone over thirty (No confíes en nadie mayor de treinta), empieza a introducir cierta crítica de los tópicos rockeros, que Graham profundizó en la célebre Rock my religion. Este vídeo histórico de 1982, protagonizado por estrellas como Patty Smith, The Doors o Sonic Youth, revela las componentes alienantes del fenómeno.

El itinerario por la genealogía y las idiosincrasias del binomio vídeo-música, continúa con las prácticas autodestructivas y las relaciones con el arte conceptual, que se plasman en obras de Baldessari, Acconci, Mikel Euba y José Iges. Este último, uno de los pioneros del arte sonoro español, exhibe una sinfonía fantasmal, que reúne las pausas de silencio entre las canciones de Bob Dylan, dedicada a todos los apasionados de la teoría de la conspiración, que llevan años buscando mensajes ocultos en los discos de sus ídolos.

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