Efecto mariposa o efecto polilla
Cada día que pasa resulta más evidente que nos encontramos ante una trampa de la liquidez del tamaño de la Antartida
Estábamos esperando resignadamente a septiembre para asistir a la victoria de Frau Merkel. Confiando en la capacidad de aguante de nuestra economía por ver si llegaba con el suficiente resuello a la celebración de tan magno acontecimiento. Depositando nuestro más ferviente anhelo en la remota posibilidad de que nuestra cancillera abriera la mano de las políticas de crecimiento, una vez despejada la incógnita electoral. Dispuestos a contemporizar con la previsible campaña de discursos calvinistas, ratificando la necesaria purga para los pecadores del sur, que han vivido opíparamente a expensas de la “generosidad financiera” de sus bancos teutones, etc., etc. Cuando, de repente, en el corazón del Imperio, un estudiante de postgrado de la Universidad de Massachusetts da al traste con una de las “verdades” más repetidas en los últimos tiempos por los partidarios de la ortodoxia liberal. A saber:
“Cuando la deuda publica de un país supera el umbral del 90% del PIB, el crecimiento económico cae en barrena”. Teoría que sostenían y sostienen dos prebostes de Harvard, Reinhart y Rogoff, desde su publicación en 2010, en una prestigiosa revista económica (American Economic Review).
En un ejercicio de postgrado, Thomas Herndon, que así se llama el doctorando de Massachusetts, accedió a las tripas del estudio que amablemente habían cedido los autores, porqué, con los datos publicados, no conseguía alcanzar los objetivos del análisis. La sorpresa fue mayúscula al constatar fallos de todo tipo: desde la omisión de datos, hasta errores de operativa, pasando por la discutible idoneidad de determinados estadísticos para las mediciones. Errores que, una vez subsanados, arrojaban resultados opuestos a los originarios. No les aburriré con el detalle de las pifias, al fin y al cabo humanas pifias, del controvertido estudio. Sí les diré que fue divertido constatar el marcado contraste entre la naturalidad del estudiante explicando sus conclusiones en una de sus numerosas entrevistas televisivas y el envaramiento y nerviosismo del profesor-tutor (Michael Ash) que lo acompañaba, tal vez más consciente del calibre de las afirmaciones y de sus consecuencias.
No sé si a este profesor de Massachusetts se le pasaría por la cabeza lo que para muchos sería deseable: que se produjera el archiconocido efecto mariposa, que la simple revisión de los datos de una hoja de cálculo provocara la revisión de las políticas económicas en la otra parte del Atlántico. Rechazada o al menos herida de muerte la teoría del techo de gasto como constrictor del crecimiento sería el momento de darle la vuelta a la tortilla, ya que la reducción del gasto público hasta el momento solo ha provocado más endeudamiento, menos crecimiento, más paro y mucho sufrimiento a amplias capas de población en el sur de Europa.
Cada día que pasa resulta más evidente que nos encontramos ante una trampa de la liquidez del tamaño de la Antartida, donde la política monetaria no funciona y resulta conveniente aplicar políticas expansivas de gasto público, dado el bajo coste con que pueden ser financiadas. Esta corriente de opinión está ganando adeptos a tenor de lo que viene publicándose y proponiéndose últimamente. Pero no olvidemos que debe pasar el filtro de nuestra canciller, la cual es capaz de convertir el efecto mariposa en efecto polilla, que es aquel en el que la economía europea sigue su camino de deterioro progresivo hasta que se produzca alguna mutación nada deseable. Veremos.
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