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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sociocracia

El nuevo relato de la izquierda no puede ser otro que apelar al ciudadano de cualquier estrato y darle lo que siempre ha prometido: poder

Mienten. Prometen que su prioridad es generar empleo, pero lo que no dirán es que el pleno empleo es el némesis del capitalismo. Y mientras, parece que la gente se sorprende de ver cómo van las cosas. La derecha, los conservadores, tienen por objetivo apoyar a la empresa, no a los trabajadores. Y ahora resulta que los votantes, en su mayoría trabajadores, acuden en masa a apoyarlos. Quizá sea porque ya quedan muy pocos (trabajadores). Con el tiempo, lo que hicieron fue convertirlos en emprendedores.

Y un emprendedor es como una empresa, ¿no? Bueno, quizá no exactamente. Para qué engañarse, un emprendedor no es ni siquiera un pequeño empresario, es un trabajador autónomo, un freelance, un trabajador por cuenta propia. No es el dueño de nada, algunos ni siquiera de sí mismos. Y sin embargo, le hacen creer que sí.

Hay expertos que consideran que la Unión Europea se está mostrando incapaz de lidiar con la situación actual. Incluso los hay que consideran que algún países van bien, Alemania, y el resto está cayendo. Lo que olvidan es que lo que está sucediendo en el pueblo germano es una réplica silenciosa, el mismo disparo suprimido por un silenciador revestido con un discurso casi imperialista. Los alemanes tienen una condición sociolaboral precaria en expansión que se ha ido gestando silenciosa a lo largo de la última década. Los países del sur tienen que sufrirla de forma más traumática, el capitalismo ha llegado para quedarse y las grandes empresas europeas (sólo de origen) no pueden esperar; el dinero no espera.

Hace unos años ¿quién hubiera podido decirle a un europeo que se podía ser pobre trabajando en la primera potencia de la Unión? El capitalismo triunfó ante el comunismo y sustituyó a la gran bestia por falsos sistemas económicos enemigos como el Islam o el populismo latinoamericano. Cuba queda en el terreno geopolítico como una pequeña mancha en el mantel que nos recuerda el gran error que fue darle el poder al pueblo en lugar de al dinero. China ejemplifica el reconocimiento del error, fue pobre y comunista y ahora es rica y capitalista, todos lo saben (lo sabemos).

Las leyes de mercado, algunos lo olvidan, son leyes de los hombres. En este caso de grandes corporaciones con una visibilidad borrosa, aunque todos podemos verlas, pero en nuestra pobre percepción de la realidad se presentan incorpóreas e inocuas. Mientras, políticos de todos los países, faltos de capacidad de movilizar pueblos narcotizados por medios tan corruptos como su moral, rinden pleitesía al poder que les erigió y que es capaz de hacer que todas las medidas que tomen caigan en desgracia. El mensaje es claro: o nos das lo que queremos o la prima de riesgo de tu país se disparará.

El pueblo, inope, despierta y se da cuenta de que está solo, de que no existe. Donde antes había obreros que daban nombres a partidos políticos ahora adocenados y acomodados en prácticas de servilismo liberal, ahora hay autónomos, emprendedores, parados, inmigrantes, minorías. El pueblo se ha fragmentado y los vecinos se miran y sólo ven a un desconocido que, como él, pugna por un puesto de trabajo.

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El nuevo relato de la izquierda no puede ser otro que apelar al ciudadano de cualquier estrato y darle lo que siempre ha prometido: poder. Antes este pasaba por el político en un contexto histórico en el que la clase obrera se mostraba técnicamente incapaz de hacer frente a la situación y de defender sus intereses. Actualmente, en una sociedad cada vez más formada y mejor informada gracias a las nuevas vías de la comunicación, la izquierda debe trasladar su foco de acción del político al ciudadano.

No hace falta que Rubalcaba proponga medidas contra el fraude fiscal, porque él encarna, de hecho, a los ricos y poderosos. Lo que su electorado potencial le pide es que le dé opción a elegir por si mismo lo que quiere. Sólo si se prometen cuotas de acción democrática participativa el ciudadano escuchará y se interesará. No lo hará si el infecto mecanismo democrático sigue permitiendo a los políticos actuar sin dar voz y poder a los que realmente deben tenerlo.

Frente a estos dinosaurios de cartón incapaces de ofrecer lo que demandan cada vez más movimientos sociales, aparecen espejismos en forma de jóvenes que avalan ideas y discursos de hace medio siglo. Beatriz Talegón encarna esta visión borrosa de un oasis que no llega. Una chica joven más famosa por sus formas que por su fondo: tiene futuro. Una voz estridente, aunque no afónica –como Carme Chacón– pero que no tiene nada que decir. Así, tenemos la suerte de encontrar la repulsa de parte de la ciudadanía, capaz de ver más allá de una declaración llamativa, escarmentada del culto a los políticos de estética presidenciable, más preocupados por sus corbatas que por sus ideas.

Y mientras el PSOE, la izquierda “moderada”, siga siendo autista, arcaica y emanando esos efluvios de humedad mohosa propios de la decadencia, continuará su caída al abismo. En resumen, mientras los socialistas no sean parte de la sociedad y no comprendan qué pasa más allá de sus sedes de mármol sin brillo, no podrán ofrecer lo que la sociedad pide, sociocracia.

Pablo Cañete es estudiante de último curso de periodismo en la Universitat de València

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