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La Sinfónica se despide con un gran Chaikovski

La orquesta cierra la temporada con ovaciones en el público

La Orquesta Sinfónica de Galicia cerró su temporada de abonos con dos conciertos celebrados el viernes y el sábado en el Palacio de la Ópera de A Coruña, bajo la dirección de Michal Nesterowicz y con la colaboración del violinista ruso Serguéi Krilov. Abrió programa el poema sinfónico Tintagel, de Arnold Bax, obra a medio camino entre la temática de Vaughan Williams y el tratamiento orquestal de Debussy. La versión de Nesterowicz con la OSG fue de gran expresividad.

En el Concierto para violín nº 2 de Prokófiev, Krilov demostró una técnica impecable. Su musicalidad mepezó a mostrarse en el sentimiento del Andante assai y la gran fuerza expresiva del Allegro ben marcato final. Y donde se llevó al público de calle fue en las propinas: el viernes, su curiosa versión de la célebre obra para órgano Tocata y fuga en re menor fue, como poco, bastante heterodoxa. Especialmente, por sus caprichosos tempi. El sábado, en Los Caprichos nº 24 y 13 de Paganini, demostró por técnica y expresión el enorme violinista y músico que es.

La Sinfonía nº 5 en mi menor cerraba el ciclo dedicado a la obra sinfónica de Chaikovski que la OSG ha programado para el curso que finaliza. Nesterowicz hizo una versión muy personal. Primero, en sonido, siempre espléndido: sedoso, seco o aterciopelado, según momentos, en las cuerdas; con gran empaste en las maderas y de gran redondez de los metales.

Pero Nesterowicz fue más allá en la búsqueda de su personal concepto de la obra: como si quisiera buscar la más honda raíz del dolor que la caracteriza, más allá de su mera expresión espléndidamente expuesta por la orquesta y por los solos de David Bushnell a la trompa, Juan Ferrer en el clarinete, el oboe de David Villa o el fagot de Steve Harriswangler.

En esta profundización impuso unos tempi bastante contrastados –basta comparar la solemnidad inicial con la agitación del Finale-, que hacen pensar que su idea de la obra está en mostrar las relaciones afectivas del autor, el frenesí de su vida, como causa última de su sufrimiento.

Dolor y sufrimiento, verdaderas constantes de la vida de Chaikovski, también estuvieron presentes en la interpretación de Nesterowicz, incluso en la falsa ligereza del Valse y ese intrincamiento rítmico central que impone una sensación de ritmo binario y haría perder el paso al mejor bailarín. Y, especialmente, en el Andante maestoso final, de tiempo inicialmente ligero y con fuertes contrastes expresivos hasta la espléndida coda, que hicieron estallar grandes ovaciones en el final de este concierto final de una temporada que marcará un antes y un después en la vida de la Sinfónica.

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