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Más mentiras (o verdades)

Miguel Carcaño ha roto el guion con una nueva versión del crimen que implica a su hermano El juez rechaza la veracidad del relato pese a que la policía cree que encaja con los hechos

Javier Martín-Arroyo
Policías buscan el cuerpo de Marta del Castillo en Camas, en 2009.
Policías buscan el cuerpo de Marta del Castillo en Camas, en 2009.Alejandro Ruesga

Si no fuera un suceso trágico con un cadáver sin sepultura, el caso de la joven Marta del Castillo acumula tantas versiones como para asemejarse a una película de terror en la que los enredos complican cualquier ejercicio de comprensión. “¿Es esta la buena?”, se preguntaron todos los responsables del caso cuando comprobaron atónitos que el asesino Miguel Carcaño, que ya acumulaba seis narraciones diferentes del crimen, añadía una séptima. Eso sí, sin dar pistas concluyentes sobre el paradero del cadáver de la menor de 17 años cuando desapareció en 2009. El mérito de esta última versión es que ha logrado enfrentar a la policía, que le da crédito, con la fiscalía y el juez, que otorgan nula credibilidad a sus palabras.

Como consecuencia de esta nueva versión, cuatro años después de la muerte de la menor sevillana, el caso se ha reabierto y dos semanas después se ha cerrado tras apurar las remotas posibilidades de ofrecer sepultura a los restos del cadáver. El juez ha dado carpetazo al caso, una pesadilla para algunos y una espina clavada para otros, entre ellos varios policías. La dolorosa sensación de que Carcaño se ha reído de los investigadores, el juez y el fiscal, dificultaba en gran medida que pudiera ser tomado en serio. Y sin embargo, la policía creyó que esta narración es la más sólida de las oídas hasta ahora, a pesar de que contradice el relato de hechos ratificado por el Tribunal Supremo en sentencia firme.

El juez censura a los policías por "extralimitarse" al creer a Miguel Carcaño

Hace un año la policía comenzó a visitar a Carcaño en prisión para intentar ganarse su confianza hasta completar 13 entrevistas. Pronto el asesino pega otro nuevo giro de timón respecto a sus versiones anteriores: implica a su hermano Javier Delgado y su amigo Javier García El Cuco de esconder el cadáver de Marta. Y fija una zona para buscar el cuerpo. “Dichas gestiones de búsqueda a pesar de ser exhaustivas, resultan negativas”, subraya el atestado policial. Carcaño es excarcelado y guía a los agentes hasta una carretera de San José de la Rinconada, donde se excavan cuatro zonas. Pero nada. Ni rastro.

A pesar del fracaso inicial, la policía continúa las entrevistas con Carcaño y este abunda en detalles del crimen: explica que una discusión violenta por dinero motivó que su hermano empuñara un arma y golpeara a Marta. “Esta revelación podría demostrar la gran superioridad intelectual y psíquica de Javier sobre Miguel”, reza el escrito. La tesis policial es que Carcaño eludió acusar a su hermano porque, para él, este supone la figura paterna que nunca tuvo y prefiere asumir el crimen antes de incriminarle.

Imprecisión

Al margen de que los detalles de una versión u otra de Carcaño cuadren, hay un dato clave que desbarata la utilidad de su última declaración: deja el lugar del enterramiento sin concretar, a pesar de que acudió allí por dos veces. Para justificarse, Carcaño alega que en todo momento está aturdido por el crimen y que se limita a seguir las instrucciones de su hermano. “Sacamos a Marta y la metimos en la zanja”, describe en su declaración hecha en prisión. Cubrieron a Marta con escombros, pero la imprecisión del sitio es reveladora. El único condenado no concreta el lugar: una venta, palmeras con luces, un polideportivo, unas naves, casas... Resultado: imposible afinar la búsqueda del cadáver. A continuación, describe cómo su hermano le ilustra para engañar a la policía durante los días sucesivos de intensas declaraciones. Otro factor que pudo alimentar las mentiras de Carcaño es la amplificación de sus aseveraciones a través de la prensa. El juez menciona las “incesantes informaciones que, exentas de respaldo en la causa, aparecen en los medios de comunicación”.

Sin embargo, Carcaño da el paso y le escribe una carta a su hermano pidiéndole que aporte datos concretos de la zanja donde supuestamente ambos enterraron a Marta. “Te he demostrado que nunca te traicionaría pero Marta tiene que aparecer (...) Si no me ayudas no me dejas más opciones que hablar con el juez y contar todo”, escribe.

Dada la nula respuesta de Delgado, Carcaño llama a su abogada y frente a dos policías decide declarar de nuevo el pasado 22 de febrero en la cárcel. Tras una discusión a golpes, “Marta se abalanzó sobre mi hermano para que dejara de pegarme (...) le coge del cuello para separarlo, momento en que mi hermano se lleva la mano al cinturón donde llevaba un revólver (...) y se mete con Marta en la habitación donde le golpea en varias ocasiones y ella cae al suelo”. Con el tensiómetro comprueban que la chica está muerta y Delgado dirige un plan para enterrar el cadáver.

Ante el nuevo panorama abierto por la prolija declaración de Carcaño, los agentes del Grupo de Menores argumentan por qué esta vez el asesino dice la verdad: “Es ahora cuando se observa un motivo lógico de iniciar una discusión violenta entre ambos hermanos”, subrayan respecto al problema de dinero que originó la pelea. El lugar de enterramiento es la zona más lógica, dado que solo disponían de 55 minutos para hacer desaparecer el cuerpo. Las llamadas telefónicas de esa noche cuadran con el nuevo relato, Carcaño relata que un vecino suyo llevaba dos cascos de moto, extremo corroborado por el vecino, y además este confunde probablemente a Carcaño con su hermano. Finalmente, los investigadores subrayan que Delgado “solía portar un arma” sobre todo cuando trabajaba de noche, y ese fue el objeto causante de la muerte de Marta.

Sin embargo, todos los indicios que la policía estima relevantes son ridiculizados por el magistrado en su auto de archivo. Tilda la versión de Carcaño de “fantasiosa”, censura a los agentes por “extralimitarse” al tomarle declaración, haber creído en el asesino pese a sus repetidas mentiras, y recuerda que hay una sentencia firme que no puede ser revertida a no ser que haya indicios muy sólidos. “Desenfocando el objeto de la pieza separada [la policía] ha formalizado una nueva declaración al autor confeso de la muerte, penado por el asesinato de la menor (...) posibilitando que él mismo ofrezca hoy una nueva versión de los hechos”. Pero no solo el juez desvirtúa la creencia de la policía, también la fiscalía. “Es inverosímil con mayúsculas, con indicios sin solidez y estamos ante un asunto enjuiciado ya, que parece que lo olvidamos”, destacan fuentes del ministerio público. “Tajantemente, no he visto precedentes ¿Reabrir un caso sin el cadáver por delante y sin nada objetivo?”, interrogan dichas fuentes.

Algo incuestionable para las personas que conocen este enrevesado caso es su dificultad para concretar qué pasó en el domicilio de Carcaño la noche del crimen. Las mentiras y silencios de los implicados han sepultado de momento la verdad. Y la sensación generalizada es que el relato de hechos juzgado presenta graves agujeros. El Tribunal Supremo tildó de “arbitraria e ilógica” la valoración de los jueces de la Audiencia de Sevilla sobre la franja horaria del crimen. El alto tribunal admitió quejas de la fiscalía que incluían “razonamientos ajenos a la lógica” con conclusiones “arbitrarias”. “Incongruencias”, “contradicciones”, testimonios clave desechados, apagón de los teléfonos móviles no tenido en cuenta... La sentencia sostiene que Carcaño mató a Marta de un golpe certero con un cenicero. Sin embargo, en su auto de apertura de juicio oral, el juez aseguraba que el asesino mató a la joven después de haberla asfixiado y violado junto a El Cuco. Esta versión más cruenta es compartida por otras partes que oyeron la supuesta confesión de Carcaño poco después de su detención. Tantas narraciones han logrado enfrentar y confundir a quienes le han escuchado.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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