Apabullante
Giovanni Antonini defendió el jueves la transparencia sonora, el gusto por la velocidad y la fidelidad
Al igual que en anteriores visitas, Giovanni Antonini, dirigiendo al conjunto Il Giardino Armonico, defendió el jueves la transparencia sonora, el gusto por la velocidad y la fidelidad a la partitura. Las velocidades de vértigo se hicieron patentes ya en la primera obra: el Concierto para flauta, cuerdas y continuo de Vivaldi, donde el propio Antonini actuó como experimentado solista, fallando únicamente el equilibrio de volúmenes entre la orquesta y la tenue sonoridad de su instrumento. También con Vivaldi hizo su aparición la cada vez más conocida Julia Lezhneva, enfrentándose a un motete rutilante (In furore justissimae irae) que aprovechó la soprano para demostrar todo lo que sabe y puede hacer con sólo 23 años. Vino luego un muy prescindible y aburrido concierto de Geminiani (La Follia), y regresó de nuevo Lezhneva con el Haendel de Saeviat tellus inter pares, también con pasajes de abundante ornamentación y velocidad, a veces en movimiento paralelo de la voz con los dos oboes.
Il Giardino Armonico
Giovanni Antonini, director. Julia Lezhneva, soprano. Obras de Vivaldi, Geminiani, Haendel, Haydn y Mozart. Palau de la Música. Valencia, 11 de abril de 2013.
El dificilísimo ajuste entre ellos se resolvió mejor al final que al principio. La voz continuó mostrándose tersa, con cuerpo, increíblemente ágil, de registros muy homogéneos y afinación casi siempre impecable. Sólo las notas más altas de la franja aguda sonaron, como en los niños, lisas y sin el menor vibrato, apareciendo entonces como un esporádico cuerpo extraño en un canto, por lo demás, apabullante. Los graves fueron prometedores para una edad tan temprana, y también probó fortuna con alguna messa di voce y una atención mayor a la variedad dinámica en los momentos más contemplativos.
Tras el descanso, los instrumentistas brindaron la sinfonía 49 de Haydn, dándole ese “morbo” tristón que le corresponde y que siempre sorprende porque choca con la imagen habitual del compositor. Acabó el programa con el Exultate Jubilate de Mozart -naturalmente otra vez con Lezhneva- que mostró aquí su mayor carencia: además de coloratura y virtuosismo, esta pieza exige una capacidad de transmisión y comunicación con el oyente que la rusa todavía no posee, pero que seguramente adquirirá cuando tenga más tablas, más rodaje y más años. En cualquier caso, el público no paró de aplaudir hasta que le arrancó un regalo: el Alleluia final de In caelo stele clare fulgescant, de Nicola Porpora.
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