Casa Mediterráneo centra sus actividades en los negocios
La institución busca fuentes alternativas de financiación
“Debemos adaptarnos a la desgraciada realidad económica”, admite Almudena Muñoz, directora general de Casa Mediterráneo mientras enseña su nueva sede. La institución que se dedica a la diplomacia pública se ha visto obligada, por un lado, a reorientar su actividad, dedicando menos recursos a los actos culturales, y se ha centrado más en la promoción económica para fomentar los negocios entre las dos orillas del Mare Nostrum, organizando encuentros con empresarios, expediciones comerciales o visitas a empresas. Y en paralelo, Casa Mediterráneo ha tenido que agudizar su ingenio para buscar fuentes alternativas de financiación, con la colaboración de firmas privadas, e intentar trabajar como antes pero con mucha menos gente en plantilla. “Como están haciendo todas las empresas, nosotros nos debemos adaptar”, explica Muñoz, una abogada de profesión que proviene de la empresa privada y que aterriza en la gestión pública por primera vez.
El principal reto ya se ha cumplido con la rehabilitación de la sede definitiva de la antigua estación de tren de Benalúa, que este lunes inauguran oficialmente dos ministros José Manuel García Margallo, de Exteriores, y Ana Pastor, de Fomento, además del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra.
Este viejo inmueble se inauguró como estación de tren en 1888 y supuso una verdadera revolución urbana, económica y social para la ciudad. Alicante fue el primer puerto marítimo conectado con Madrid y eso provocó un gran crecimiento urbano y favoreció el crecimiento del puerto, convirtiéndolo durante mucho tiempo en el más importante del Mediterráneo español. Y poco después llegarían los primeros turistas subidos en los trenes botijo que llenarían las playas de Alicante.
El presupuesto inicial de la reforma de esa vieja estación, en desuso y medio ruinas durante las últimas décadas, se cifró en unos siete millones de euros, pero la crisis económica y la reducción de presupuestos en todas las Administraciones obligaron a redefinir el proyecto pero con los mínimos recursos hacerlo habitable y permitir su uso. Al final se han invertido dos millones de euros en la rehabilitación del edificio, el tejado, los accesos y se han colocado una especie de jardineras acristaladas que se han convertido en despachos y salas de reuniones. Y en el centro una gran plaza cubierta, con suelo de tierra y piedras, permitirá albergar conciertos y otras actividades. La nueva sede carece de ventanas, pero ya se puede usar. El inmueble fue una cesión de Adif con el compromiso de que se le diera uso antes de 2014, por ese motivo corría prisa la inauguración.
La directora general, Almudena Muñoz, pretende darle vida a este espacio público que recupera Alicante, y está dispuesta a alquilar la sede para actos privados de empresas, al igual que ya están haciendo otras Casas. “Estamos mucho mejor que en la sede provisional, tenemos más espacio y poco a poco esto cobrará vida”, vaticina Muñoz.
Una red de diplomacia pública
El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene la mayoría de sus Casas en Madrid (Casa América, Casa Asia y Casa Árabe) y las únicas que están fuera son Casa África (Canarias) y Casa Mediterráneo en Alicante. Todos sus nuevos directores asumieron el cargo en marzo del año pasado, y se encontraron con un panorama de recortes y restricciones presupuestarias. Los mismos directores se vieron obligados a bajarse el sueldo un 30% respecto a sus antecesores, y a trabajar casi con la mitad del presupuesto. Ahora viajan en clase turista, comen de menú y se aprietan el cinturón en los gastos de representación.
Casa América, que es la más potente y veterana, tenía un presupuesto de 5,5 millones de euros anuales, y ahora tiene unos tres, cifras similares a las que gestiona Casa Árabe. Casa África y Casa Asia tiene dos millones de euros, la Sefardí, 1,5 millones y Casa Mediterráneo 1,2 millones. Según fuentes del ministerio, ante esta reducción de presupuestos, se han diseñado sus respectivos planes de viabilidad que comporta un plan de ajuste, es decir, una reducción de todos los gastos posibles, desde el ahorro en luz o papel hasta la disminución de la plantilla con el despido de parte de su personal. Pero, además, están buscando nuevas fuentes de financiación externa y patrocinadores privados. Y como ejemplo destacan que en Casa América por primera en su historia, este año las aportaciones privadas serán superiores a las públicas. Y dentro de estos plantes, las Casas han empezado a alquilar los salones de sus sedes para actividades privadas y buscan la colaboración con empresas privadas que patrocinen algunos eventos.
El futuro de estas casas pasa por el trabajo en red (compartiendo departamentos) y aumentar la coordinación de las actividades con las embajadas. Las Casas también logran sobrevivir gracias a un ejército de voluntarios altruistas que colaboran con todas las actividades presencialmente o a través de las redes sociales sin cobrar un euro. Y es que la crisis obliga a reinventarse o morir.
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