Buena y mala suerte
La gracia de 'Bona gent' es que, es una comedia de humor a menudo negrísimo
No sé si Daniel Veronese se habrá inspirado en el personaje de Vicky Pollard de la serie Little Britain para dar forma al de Margie Walsh, la protagonista de Bona gent; pero en cuanto vi a Mercè Arànega embutida en ese chándal rosa buscando excusas para evitar que la despidan del supermercado en el que trabaja de cajera y hablando por los codos de sus amigas en la primera escena de la obra, la estupenda serie británica me vino a la mente. Y es que aunque el autor de Good People, David Lindsay-Abaire, es estadounidense, su ascendencia irlandesa, el humilde barrio de Boston en el que se crió de pequeño, y en el que centra la acción, y la temática de la pieza no quedan tan lejos de la realidad social que retratan los sketches de la serie británica.
BONA GENT
De David Lindsay-Abaire. Traducción: Joan Sellent. Dirección: Daniel Veronese. Intérpretes: Mercè Arànega, Àlex Casanovas, Nies Jaume, Carol Muakuku, Ruben Ametllé, Àngela Jové. Escenografía: Paco Azorín. Vestuario: Mercè Paloma. Iluminación: Txema Orriols. Sonido: Damien Bazin. Teatre Goya Codorniu. Barcelona, 18 de marzo.
El éxito que obtuvo Good People en Broadway cuando se estrenó en 2011 le valió varios premios y consagró a su autor. Margie, protagonizada nada menos que por Frances McDormand, conectó de inmediato con el momento que vivía mucha gente en EEUU por su precaria situación como madre soltera en paro, especialmente dura al tener a su cargo una hija discapacitada, y por las peripecias que afronta con la ayuda de sus amigas para tirar adelante. Y como no hace tanto de aquello y la crisis es global, es de esperar que Mercè Arànega, nuestra sensacional Margie, consiga que Bona gent sea también un éxito.
La gracia de la obra es que, en vez de caer en el melodrama azucarado sobre lo dura que es la vida para algunos, es una comedia de humor a menudo negrísimo; y la gracia de su protagonista es que, en vez de dar pena, casi provoca que pensemos que merece su suerte, tal es su desfachatez. Las elecciones que uno toma a lo largo de la vida y la diferencia irreconciliable entre clases sociales se hacen evidentes con la aparición de Mike, un ex novio de adolescencia que consiguió hacer realidad el sueño americano, interpretado por Àlex Casanovas, y al que Margie acabará acudiendo. Ella afirma que, a diferencia de él, no ha podido hacer nada por cambiar el rumbo su existencia, pero el descaro con el que defiende su situación la pone en entredicho. Y esta doble vertiente de Margie, una especie de orgullosa displicencia en su lucha, es lo que Arànega borda. Los límites entre buena y mala gente, y entre buena y mala suerte quedan difuminados. El choque entre Margie y Mike estalla en el confortable salón de este en una escena que podría haber escrito Yasmina Reza, un careo que marca el punto álgido de la función. Daniel Veronese imprime veracidad a unos diálogos cargados de cinismo y logra que los actores nos los sirvan a un ritmo trepidante, con ese dominio suyo para hacer que todo nos parezca vivido por primera vez.
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