La débil fortaleza de San Sebastián
El Ministerio de Medio Ambiente cede al Ayuntamiento de Cádiz la gestión del castillo cuya rehabilitación aún no está terminada
Lo primero que ven los visitantes son los muros viejos. Como si nada hubiese ocurrido. Unos pasos más adelante sí se ven las paredes encaladas, el césped recién cortado, pero la primera vista es la de un edificio sin arreglar. Como si la entrada de una casa a punto de abrirse por primera vez estuviese cubierta de muebles viejos y estropeados. La rehabilitación del castillo de San Sebastián de Cádiz, que ha costado 11 millones de euros hasta ahora, acumula retrasos e inconvenientes.
Desde este fin de semana, y durante 15 días, gaditanos y turistas podrán recorrerlo gratuitamente y visitar la primera exposición que alberga en su nueva función de contenedor cultural. El Ministerio de Medio Ambiente se lo ha cedido al Ayuntamiento durante cuatro años. Pueden ser 50 en un futuro convenio. Pero la cesión se hace sin aclararse el coste total del mantenimiento de una fortaleza, tan débil y a expensas del mar, que antes de inaugurarse, ya padece problemas propios de la vejez.
Nadie duda de que el castillo de San Sebastián es uno de los lugares más hermosos de Cádiz. Ofrece una visión singular, inédita y desnuda de la capital gaditana. El lado opuesto a lo que ven los bañistas de la playa de la Caleta. Rocas y barcas en la orilla, la luz, el perfil del casco antiguo, las olas, el aire del mar. Un regalo a los sentidos. Pero el regalo que el Ministerio de Medio Ambiente hace al Ayuntamiento tiene su parte de veneno: su coste para mantener más de 45.000 metros cuadrados de superficie. Aproximaciones hechas por expertos cifran en dos millones de euros anuales la cantidad necesaria para mantener abierto el castillo. El Gobierno se compromete a facilitar 150.000 euros del 1% cultural y el Consistorio prevé cobrar entrada y explotar comercialmente una zona de hostelería. Lo demás tendrá que salir de las arcas municipales.
Y otra parte del veneno está en que el castillo ha resistido muchos años en pie pero su ubicación lo convierten en víctima constante del oleaje, la sal y la humedad. Antes de que se inaugurara este viernes con una exposición, las casamatas donde se iban a instalar las obras aparecían llenas de humedades y charcos. Imposible pintar. Imposible encalar por dentro. Lo han admitido los técnicos de Tragsa, la empresa encargada de la rehabilitación.
El Guggenheim natural
La alcaldesa de Cádiz defiende que el castillo de San Sebastián es el Guggenheim gaditano. Pero, a diferencia del museo de Bilbao, no ha hecho falta construirlo sino que estaba allí. De espaldas, hasta ahora, a la ciudad. Pero allí. Por eso abrirlo al público es una gran victoria para atraer nuevos visitantes. Para llegar tendrán que recorrer un largo camino empedrado mientras se cumple el sueño de Teófila Martínez de que un tren eléctrico dé vueltas por la ciudad y acceda al interior de la fortaleza.
Se estrena culturalmente con la exposición ‘Americádiz’, un recorrido fotográfico de Manuel Vera Borja y Juan Carlos González-Santiago por las similitudes entre varias ciudades americanas y la capital gaditana. La idea es que la muestra permanezca seis meses pero podría mantenerse más tiempo. Mientras tanto, se buscarán otros usos. El castillo ya ha albergado conciertos durante su rehabilitación. Uno de los grandes lastres del proyecto ha sido que el Consorcio del Bicentenario aprobó un proyecto de rehabilitación sin que estuviera claro qué uso se le quería dar en un futuro. De lo que ejercerá, sin duda, es de parada obligatoria para todos los que quieran dejarse llevar por la belleza de la ciudad.
El castillo está ubicado en un doble islote frente a la playa. Las primeras edificaciones empezaron a levantarse en el siglo XV, aunque las estructuras actuales son del XVIII y tienen fines defensivos. Funcionó también como prisión en el siglo XIX. Durante años permaneció vacío, sin uso, hasta que la alcaldesa de Cádiz propuso iniciado el siglo XXI su recuperación para la ciudad. En el diseño del anterior plan general llegó a dibujar un auditorio similar a la ópera de Sidney, aunque aquella aberración no pasó de ese dibujo.
El Ayuntamiento encargó en 2007 al prestigioso arquitecto Alberto Campo Baeza que diseñara la rehabilitación del castillo. Incluso antes de tener la titularidad del edificio. Campo Baeza pensó una gran plataforma horizontal de hormigón armada en el nivel más alto de la fortificación. Ideó una especie de cubierta de un barco. “Flotando en el Atlántico como un buque fantasma, emerge como si la ciudad hubiera puesto su mano sobre el mar”, explicó el arquitecto. Pero su anteproyecto, aunque está incluido en su catálogo profesional, nunca se realizó.
La alcaldesa Teófila Martínez logró convencer al Gobierno de Zapatero de que incluyera el castillo en las obras para el Bicentenario de la Constitución de 1812, a pesar de que el edificio nada tuvo que ver con esos acontecimientos. Y, aunque el proyecto se aprobó, con un ambicioso plan de rehabilitación de 45 millones de euros, la crisis y los problemas propios la conmemoración impidieron su ejecución completa. Por eso ahora los visitantes que entren en el castillo se encontrará a la entrada edificios viejos, sin arreglar. La rehabilitación no ha llegado hasta allí, se ha quedado en el segundo islote, el más alejado de la tierra. Y tampoco allí se ha podido hacer más que un adecentamiento del césped, las murallas exteriores y unas casamatas interiores para exposiciones. Nada del auditorio o el edificio horizontal pensado por Campo Baeza.
El castillo será gratis 15 días y después se cobrará entrada. Uno o dos euros, ha anunciado el Ayuntamiento. Se inaugura con una exposición fotográfica y uno de sus responsables, Manuel Vera Borja, ha comprobado ya las dificultades de exhibir su obra en salas de paredes desconchadas. Pero es feliz de inaugurar un sitio tan hermoso: “La belleza va más allá del Titanlux”.
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