Los reporteros menos dicharacheros
El escándalo de las preferentes habría que haberlo sacado en el momento que se producía, no cuando el cadáver ya está frío
Los aficionados al ciclismo hace años que comprendemos a los del wrestling, la lucha americana, tan teatral y aspaventosa. Sabíamos que las carreras estaban adulteradas y que el EPO era una pieza más de la bicicleta. Lo malo es que desconocíamos la magnitud de la comedia, la proporción de química que había en la física. No hay nada peor que no saber las cosas a ciencia cierta. Difamar está muy feo. ¿Cómo voy a decir que alguien se dopa si quien me tiene que dar las pruebas no me las da? Los fans del ciclismo recordarán un hito como la subida de Bjarne Riis a los altos de Hautacam en 1996, algo tan estratosférico como increíble. Riis, como tantos otros, confesó y la gesta de la subida a Hautacam queda como una inmensa farsa. Ni pío.
En el caso de Armstrong había más voces que secreto. Imagínense, fijó su residencia en la disecada y feliz Girona para poder entrenar tranquilo. ¿Cómo no iba a escoger Girona? Tan discreta, al lado de Francia y con los mismos controles antidopaje que en Calabria. El tío estaba encantado. Puro wrestling.
El periodismo deportivo nos falló. Las cadenas de radio, los programas especiales y la prensa deportiva en general vivía sin vivir en sí. Escogían exciclistas para comentar las carreras. Algunos de los imputados en la Operación Puerto nos explicaban con pelos y señales los tantos por ciento de pendiente mientras nos ocultaban los de hematocrito. Ciertos directores de equipo que están hasta el cuello nos hablaban de las virtudes de este deporte, pero lo peor del caso es que si los aficionados sospechábamos, ¿cómo podían callar los periodistas que compartían con ellos horas y horas de Tour, Vuelta y Giro? ¿Por qué nos fallaron? Sí, ya sé que generalizar es injusto y que hubo periodistas que hicieron su trabajo, pero el resultado global es escandaloso.
Los medios están sufriendo ajustes cuyas causas no son capaces de explicar porque no supieron explicar las causas de los ajustes de los demás
¿Por qué? Pues por lo mismo que nos fallaron los periodistas de las páginas de economía. Analizamos la velocidad de Cristiano Ronaldo o el número de toques del Barça. Somos capaces de mirar un fuera de juego a cámara lenta desde 10 ángulos distintos pero el periodismo económico, laboral, industrial, brilla por su ausencia. Donde quisiera diez cámaras es en el Consejo de Administración de Endesa. Me gustaría que me hubiesen sacado el escándalo de las preferentes en el momento que se producía, no cuando el cadáver ya está frío. ¿De qué nos sirven ahora los reportajes de lloriqueos y sollozos? No se puede apelar a la vez a la compresión de los lectores y a la de los consejos de administración de la banca. O unos u otros, pero todos es imposible. El día de la subida a Hautacam los periodistas deportivos se emocionaban tanto como los económicos con la del Ibex en sus tiempos de doping.
Los medios están sufriendo ajustes cuyas causas no son capaces de explicar porque no supieron explicar las causas de los ajustes de los demás. ¿Está el periodismo en crisis? ¡Es que un periódico, o está para dar noticias o no está para nada! Noticia es que Riis se dopó, y que se dopó en Hautacam. Saberlo diez años después, es como cuando nos explican que vendieron preferentes a los abuelos. ¡Era noticia cuando se vendían! Hoy es hemeroteca. Puede que el ciclismo sea un pasatiempo, pero con las cosas de comer no se juega. ¿Cuántos periodistas económicos advirtieron con el ahínco y la gravedad que hoy les caracteriza del peligro de estos productos financieros? Hace siete años, que hoy ya no es noticia, a toro pasado se lo cuentan en cualquier fila del autobús. Claro, hace siete años había que jugársela y explicar, por ejemplo, qué pasaba en CatalunyaCaixa. ¡Entonces! ¿Nombres y apellidos? ¿Fechas? ¿Cantidades? O si el AVE y los aeropuertos eran viables. Para eso hay que jugársela, investigar, publicar y aceptar que una empresa del Ibex no contrate la página de publicidad. O te compra el público o te compra el Ibex. Investigar es caro, sí, pero cuando todo iba viento en popa más que dar noticias, se daba coba. Y no se paga un euro con 30 para leer cómo se le ríen las gracias a Juan Roig o a Emilio Botín.
¿El periodismo se muere? Qué se va a morir, si esto acaba de empezar. Lo que se muere es el periodismo dopado.
Francesc Serès es escritor.
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