Una audiencia cabreada
La edil Rognoni abandonó la última reunión participativa de Nou Barris protegida por los municipales
El nuevo símbolo del cabreo de Nou Barris es un plato de plástico. El martes pasado, en la audiencia pública con la regidora Irma Rognoni (CiU), muchos de los 200 asistentes se lo pusieron al cuello, con una cuerda, para denunciar la situación por la que pasa el distrito más aporreado por la crisis. “Queremos comer”, se leía en los recipientes. Varios vecinos los alzaban en los momentos más álgidos de la jornada participativa, en medio de pitidos. Pero no todo fueron reivindicaciones dentro de las formas democráticas. Uno de los plásticos casi golpea a Rognoni después de que uno de los vecinos se lo arrojara. Los gritos y la imposibilidad de responder hicieron que la sesión fuera levantada y la regidora tuviera que ser escoltada hacia la salida por la Guardia Urbana, en medio de gritos de “dimisión” y algún empujón. Tanto el PSC como Iniciativa criticaron el comportamiento de algunos de los asistentes, pero llamaron la atención sobre la delicada situación que vive esta zona de Barcelona.
Las audiencias públicas, que esta semana se celebran en los distritos, son el espacio donde el regidor escucha las quejas de los vecinos e intenta responderlas. Sin embargo han perdido fuelle. La afluencia no es la misma de antes, una consecuencia de la desafección hacia la política. Tendencia en la que Nou Barris es la excepción. Sesión tras sesión, la sala de actos se queda cada vez más corta. La encuesta de calidad de vida que ayer presentó el Consistorio muestra que los barceloneses califican con un 4,4 su capacidad de influencia sobre la toma de decisiones del Gobierno.
Las reivindicaciones
Vivienda: Los vecinos de VillaDesahucio, como han bautizado a Ciudad Meridiana, solicitan frenar los desahucios, que se entreguen los pisos vacíos en alquiler, la dación en pago y crear una mesa de la vivienda.
Sanidad: Se pide la reapertura de las urgencias nocturnas del CAP de La Guinaueta, cerrado en enero del año pasado. El Parlament aprobó una moción para instar a su funcionamiento.
Educación: Bloqueos en las matrículas de dos colegios y de una guardería.
Alimentación: Los vecinos consideran insuficientes las ayudas que les presta el Ayuntamiento. Piden entregar más becas de comedor.
Respuestas. Eso es lo que los vecinos van a buscar en ese contacto directo con sus gobernantes. “Nos tienen abandonados, por eso hay que venir a pedir”. Así le explicaba un padre a su hija qué hacían a la puerta del antiguo hospital mental de la Santa Cruz, sede del distrito, un martes a las 19 horas. Allí se reúnen los vecinos, a la espera de que comience la sesión. La pequeña tenía razones para preguntar: a su lado, una treintena de personas llevaban unos petos que decían “Trinitat Nova indignada” y exhibían carteles de “nuestros pisos se caen”. Al otro, los trabajadores de las cuatro líneas de autobús de Nou Barris —hoy en huelga— pedían la mediación del distrito ante el mal estado de las vías y las largas jornadas laborales.
Mas allá, los miembros del Casal popular de Nou Barris y la CUP entregaban una hoja pidiendo al distrito una beca comedor para las 372 familias que se quedaron fuera por no cumplir con los requisitos del Consorcio de Educación. Y los afectados por los desahucios de Torre Baró y Ciutat Meridiana llevaron una pancarta pidiendo parar las ejecuciones hipotecarias. También había camisetas reivindicando la reapertura de urgencias nocturnas del CAP de la Guinaueta...
El descontento en este distrito, que se ha articulado en la plataforma Nou Barris Cabreada, también intenta utilizar los canales institucionales para transmitir sus reivindicaciones. En la sala no cabe un alfiler, y la gente se apiña en el pasillo. Algunos traen comida, porque la jornada va para largo. La sesión comienza con el gerente, Carlos Altamirano, leyendo la respuesta a la pasada audiencia, en septiembre. La mayoría de las respuestas hacen referencia “a la falta de Presupuesto” y a “el cumplimiento de Ordenanzas”. Los gritos comienzan.
Después la regidora entrega los turnos de palabra, unos 30 en total. Su voz suave se pierde en los gritos. “¡Choriza!, ¡bájate el sueldo!, ¡tú tienes la comida en casa!, ¡danos una ITV!, ¡queremos sobres!...”. Algunas críticas, sin embargo, no son gratuitas. “Hemos pedido una reunión con usted casi desde que comenzó el mandato y solo hasta ahora nos la da, y para junio”, espetó Emilia, de la asociación de vecinos de Vallbona. La edil de Unió —abogada, con experiencia en resolución de conflictos y novata en el Consistorio— es tal vez la concejal más expuesta a las iras vecinales.
Baba tiene 36 años y es de Ghana. Desde hace poco tiempo es miembro de la Asociación de Vecinos de Torre Baró. Es la primera vez que asistía. “Ojalá a los políticos les llegue el mensaje”, aseguró. Tiene la sombra del desahucio pisándole los talones. Naraira, con su acento latino, pide no ser “un número” cuando va solicitar comida y las asistentas sociales le otorgan puntos para que haga la compra en el supermercado social. “Acuérdense que tienen corazón. ¡Y que viva España!”, exclamó, con candidez. Los gritos y cantos a veces interrumpían las intervenciones. Algunos vecinos también pedían silencio.
Después de los turnos, los gritos impidieron que la regidora pudiera responder las preguntas. Rognoni llamó al orden y pidió silencio. Todo sin perder la calma. Hizo un ultimátum y contó hasta tres. El ambiente ya se había caldeado antes con otra intervención. “Espero señor Santi Borrull [concejal de distrito de CiU] y señora Irma Rognoni que nunca sus hijos se queden con un plato vacío para cenar”, dijo uno de los vecinos antes de tirar el plástico hacia Rognoni.
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