El final de las Carmen/Carme
El viejo malabarismo de aparecer como muy catalanes aquí y muy españoles allá, ya no tiene cabida
Durante una comparecencia televisiva cuando ejercía como máximo líder de Esquerra Republicana, en octubre de 2007, Carod-Rovira hizo famosa su réplica al espectador que le había castellanizado el patronímico: “Yo me llamo Josep Lluís aquí y en la China Popular”. Sí, generalmente las personas, incluso los políticos, usan una sola versión de su nombre de pila, y no lo traducen aunque cambien de lengua, de lugar de residencia o asuman este o aquel cargo: Montilla, ministro o presidente, fue siempre José; Clos, alcalde o ministro, fue siempre Joan; Samaranch, en Barcelona o en Moscú, fue siempre Juan Antonio. Cosa distinta es que, con el propósito de zaherirles o de favorecerles, hubiera quien gustase de aludir a “Jorge” Pujol o a “Joan Antoni” Samaranch.
Dentro de este contexto, el socialismo catalán del último treintenio nos ofrece, sin embargo, algunos casos excepcionales, de figuras que han cultivado deliberadamente el equívoco de un patronímico en doble versión, al objeto de aparecer como muy catalanes aquí y muy españoles allá, y obtener así lo mejor de ambos mundos: de aquí, los votos; de allá, el poder.
El primer ejemplo es el de Josep/Pepe Borrell y Fontelles que, habiendo hecho su densa carrera académica, profesional y política en Madrid (desde una concejalía en Majadahonda hasta diversos ministerios), acudía todos los veranos a la Festa dels Raiers de la Pobla de Segur, y cada cuatro años a ocupar una plaza destacada en las listas del PSC al Congreso por Barcelona. ¿Porque el PSOE madrileño no le aceptaba en las suyas? Más bien, con la esperanza de capitalizar la entonces enorme fuerza del PSC en beneficio de las propias aspiraciones al liderazgo del PSOE. Y el socialismo catalán se dejaba cortejar por aquel “jacobino irredento” —Joaquín Almunia dixit— por si acaso el de La Pobla conseguía conquistar Ferraz.
Fue sobre todo en los prolegómenos de la batalla frente a Pérez Rubalcaba cuando Chacón mostró el carácter hipocalórico y circunstancial de su catalanismo
Es curioso, pero la segunda figura del socialismo catalán que ha jugado con la doble pertenencia incluso en el terreno de la identidad personal también aspiró y aspira a empuñar el timón del PSOE usando como escabel al PSC: me refiero a Carmen/Carme Chacón Piqueras.
Ciertamente, en su caso con mucho más arraigo a este lado del puente aéreo, con el firme apoyo que el aparato del Baix Llobregat concede a uno de los suyos; pero siempre proyectando sus ambiciones y sus buenos resultados electorales de 2004 y 2008 hacia la política española: la vicepresidencia del Congreso, el ministerio de la Vivienda, el ministerio de Defensa y, al fin, la pugna por la secretaría general del PSOE ante el 38º congreso de este partido.
Fue sobre todo en los prolegómenos de la batalla frente a Pérez Rubalcaba cuando Chacón mostró el carácter hipocalórico y circunstancial de su catalanismo: puesta de largo como candidata en Olula del Río (Almería), rechazo “con uñas y dientes” un pacto fiscal para Cataluña, aceptación de los connotados apoyos de Pepe Borrell y de Gregorio Peces-Barba, defensa de la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto (que según ella sólo había afectado a un 5% del texto, ¿recuerdan?)… Pese a lo cual, la entonces flamante dirección del PSC encabezada por Pere Navarro le brindó un soporte incondicional.
Pero la realidad resulta muy tozuda y, en los últimos 13 meses, ha sido además implacable. Aquella “Cataluña optimista” que Chacón pretendió encarnar en 2008 ya no existe; la fuerza electoral del PSC continua en caída libre; y la divergencia entre las agendas políticas de Nicaragua y de Ferraz no hace más que agudizarse, obligando a la cúpula socialista catalana a virar hacia el derecho a decidir y a cortar amarras respecto del PSOE.
Así las cosas, los viejos malabarismos —los de la señora Chacón igual que los del señor Duran Lleida— ya no tienen cabida. Parafraseando la célebre cita histórica, ni ella, ni él, ni nadie podrá aspirar en el futuro a ser “a la vez el Bolívar de Cataluña y el Bismarck de España”. Ese tiempo pasó para no volver.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.
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