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Contra el ostracismo financiero

El alcalde y los vecinos de Arnoia rechazan que Novagalicia cierre la única sucursal bancaria del municipio.

José, agarrado a la verja de la sucursal que cerrará en Arnoia y que está en el bajo de su casa.
José, agarrado a la verja de la sucursal que cerrará en Arnoia y que está en el bajo de su casa.NACHO GÓMEZ

Arnoia (1.051 habitantes) se debate entre la protesta o la resignación. Este ayuntamiento rural, situado en un escarpado valle en la confluencia del Miño y el Arnoia, se queda sin caja. Porque allí, a pesar del márketing, la oficina de Novagalicia Banco sigue siendo la caja de ahorros de toda la vida. Las condiciones impuestas por la Unión Europea tras el rescate financiero se llevan por delante otras 18 oficinas en la provincia de Ourense. Pero esta clausura no es un simple traslado a otra calle. Es un mazazo a la vida cotidiana de un municipio entero.

Los vecinos se quedan sin opciones. La sucursal que bajará la persiana en abril es la única entidad financiera. Una vez consumado el cerrojazo deberán desplazarse cinco kilómetros hasta Ribadavia, a la única oficina que la extinta caja de ahorros ha dejado abierta en la capital de O Ribeiro. Una saturada oficina que ha sumado clientes de otras cuatro clausuradas en los últimos meses en la comarca. El cierre en Arnoia respeta escrupulosamente la máxima impuesta por la dirección: ningún cliente tendrá que desplazarse más de seis kilómetros tras el ajuste. Sin embargo hay casos en los que casi se dobla esa cifra. Es mediodía y la mayoría de vecinos desconoce la noticia. En un corrillo de bar ya se habla del cierre. Algunos se enteraron leyendo la prensa a primera hora de la mañana. Es mediodía y José barre el patio que hay frente a la sucursal. Su vida está estrechamente ligada a la caja. No todo el mundo puede contar que guarda en su propia casa los ahorros de todo el pueblo. Hace una década que la planta baja de su vivienda unifamiliar aloja la sucursal. Anteriormente fue un bar. En ambos casos, un punto de encuentro para todo el pueblo.

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Frente a la iglesia y a medio camino entre la panadería, el centro de salud y el Ayuntamiento, la oficina es paso obligado a diario. “Me parece muy mal que se lleven esto a la villa. ¿Y los que no tienen coche qué van a hacer? ¿Coger un taxi?”, explica José. “El director lleva 28 años en la oficina del pueblo y es uno más de la familia. Incluso se sabe números de cuenta de memoria”, insiste sin soltar la escoba. “En la caja de Ribadavia nadie sabe quiénes somos y eso es un lío”, asevera cabizbajo. Es primero de mes y no deja de entrar gente. La sucursal atesora el ahorro del 90% de los habitantes. Además gestiona activos que otros rechazan. “¿Qué banco va a permitir que paguemos el coto de caza en mano?”, se pregunta Antonio. También recuerda que fue la única entidad que accedió a crear una cuenta para la asociación de padres y madres del colegio. “Cuando nos llegan cartas, no son de la caja; para todos nosotros son cartas del director”, dice otro vecino. Asunción vuelve a casa tras comprar el pan y la bombona de butano. “¿Pero es cierto que la van a cerrar?”, pregunta incrédula al corrillo. Todos se indignan.

Los vecinos de Arnoia no quieren permanecer de brazos cruzados. Algunos comentan que deben organizarse y protestar. El alcalde está con ellos. José Fariñas (PP) rechaza el cierre “porque no todos los vecinos van a poder ir a la villa”. El regidor recuerda que “la labor social que hace en el rural es insustituible y más en casos dónde no hay otras opciones”. Tiene claro que la decisión está tomada y que será difícil pararla, pero anuncia que se reunirá con el director de zona para encontrar alternativas. También se queja la Diputación, que ha salido en tromba tras el anuncio. La junta de gobierno aprobó ayer una declaración institucional en la que solicita a Novagalicia “el estudio y adopción de fórmulas que eviten el cierre permanente” de oficinas rurales. Además, el grupo provincial del PP registró una moción contra la decisión de “reestructuración aprobada por el Gobierno central” en la que “lamenta la pésima noticia”, que tumba “el objetivo de contribuir al desarrollo económico y social de Galicia”. Pero a los vecinos les da igual la política: “Que pidan explicaciones a los que robaron. Hace 50 años que tengo mi dinero ahí y no tienen por qué llevárselo por sus problemas”. Todos rehúyen la exclusión financiera, una bofetada más a la vida en un pueblo.

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