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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más Wikileaks que Foreign Office

No es una tarea fácil explicar ante el mundo que Cataluña es una nación oprimida que lucha por su liberación

Lluís Bassets

No hay consejero de Asuntos Exteriores. No hay un servicio exterior profesionalizado y con presupuesto. A los diplomáticos de carrera que apoyaban la acción del Gobierno en la anterior legislatura, dos veteranos embajadores de España, les sustituyen jóvenes y voluntariosos militantes con una corta experiencia en las instituciones europeas. La diplomacia de la señorita Pepis, según los titulares malintencionados del diario El Mundo; embajadores civiles que vertebrarán las redes informales de catalanes en el extranjero según el entusiasta El Punt-Avui (como si los hubiera militares); embajadores amateurs para la consulta, tituló este periódico.

 La transición nacional se hará con esos mimbres: medios escasos, austeridad presupuestaria, voluntarismo y voluntariado, más cerca de la militancia que de la profesionalización. Así como los miembros del Consell Assessor per la Transició Nacional no tendrán sueldo asignado, la proyección exterior la efectuará un organismo mixto público-privado, el Consell de la Diplomàcia Pública de Catalunya o Diplocat, apoyándose en las redes militantes.

Si hasta ahora la diplomacia exterior catalana se ocupaba de la proyección económica y comercial, a partir de ahora se dedicará a difundir y apoyar el proceso soberanista y la celebración de una consulta. También en los instrumentos de comunicación exterior el gobierno de Artur Mas abandona su imagen de gobernante amigo de los negocios (business friendly), como lo ha hecho al adoptar el programa fiscal de Esquerra Republicana, la fuerza izquierdista que le dio la investidura y que le apoya en el parlamento.

Todo son ventajas en este nuevo proyecto del segundo gobierno de Artur Mas. A diferencia de la diplomacia española, que el consejero responsable de la internacionalización del conflicto de soberanía, Francesc Homs, calificó de decimonónica, la catalana será la que corresponde al siglo XXI. Nada de edificios nobles, cuberterías y manteles, nada de embajadores con sueldos astronómicos. Nuevas tecnologías, jóvenes militantes independentistas con sueldos modestos o sin sueldo y capacidad de conexión entre las comunidades de catalanes en el mundo. Más cerca de Wikileaks y de Mikimoto que del Foreign Office y la Comisión Europea. "Esto es tan inconcreto como eficaz, porque se trata de trabajar en red", dijo Homs en la presentación.

Según el consejero, esta nueva estructura cuenta de antemano con la vigilancia y el marcaje al que le someterá la diplomacia profesional española a las órdenes del Gobierno de Rajoy. Artur Mas ya ha experimentado el vacío diplomático en los viajes que realizó antes de las elecciones, a San Petersburgo y Bruselas. Queda lejos el pasado pujolista y maragallista, cuando el presidente de la Generalitat se instalaba en la residencia del embajador de España y recibía el apoyo de los servicios diplomáticos del Estado. Ahora sabe que sus viajes serán objeto de concienzuda vigilancia y de las habituales advertencias a los gobiernos socios de la Unión Europea.

Lo normal es que la ofensiva exterior del Gobierno catalán tenga mayores efectos entre los catalanes que en el territorio al que se dirige. Desde el resto de España y sobre todo desde Madrid será recibido de uñas. Desde la comunidad internacional, con circunspección y prudencia. No hay ni un solo socio europeo que simpatice con la aparición de un Estado nuevo por segregación de alguno de los socios. Todos los Gobiernos están a favor del statu quo, sobre todo los que cuentan con conflictos internos que podrían enervarse de prosperar el mal ejemplo catalán. La idea de emprender caminos y aventuras de desenlace desconocido, tan simpática entre nosotros, goza de escaso atractivo en Bruselas y Francfort, así como en las principales cancillerías.

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Cataluña tiene una capital de enorme prestigio y atractivo internacional, cuenta con dos grandes bancos españoles, una compañía áerea en ascenso, un puerto y un aeropuerto internacionales y una industria exportadora poderosa a pesar de la severidad de la actual crisis, además del fenómeno inigualable del Barça. La idea de que es una nación oprimida que se plantea su liberación a través del ejercicio del derecho de autodeterminación no es de venta sencilla. Diplocat tiene ante sí una tarea ingente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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