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Sandokán, la marabunta

Rafael Gómez, jefe del principal partido de la oposición, es el mayor deudor municipal de Córdoba Sus asuntos personales cada vez se mezclan más con lo público

Rafael Gómez, 'Sandokán', el pasado viernes, tras la junta de portavoces del Ayuntamiento de Córdoba.
Rafael Gómez, 'Sandokán', el pasado viernes, tras la junta de portavoces del Ayuntamiento de Córdoba.JUAN MANUEL VACAS

Rafael Gómez lo llama la marabunta. En la campaña electoral de las municipales de 2011 utilizaba este término para referirse a las oleadas de votantes que le convertirían en el nuevo alcalde de Córdoba con un partido que acababa de gestar: Unión Cordobesa. “Hermano, somos la marabunta”, repetía a quien quisiera oírle. Porque estaba convencido de que todos le iban a votar a él, a Sandokán, como le conocen en Córdoba; al socio y hermano del pueblo, como le gusta definirse. La marabunta no lo convirtió en alcalde, pero casi.

A ninguno de aquellos 25.000 electores que le apoyaron les importó nada que Gómez fuese el mayor deudor del Ayuntamiento, con unos 40 millones de euros pendientes de pago por multas e infracciones urbanísticas; o que fuese a ser juzgado en el caso Malaya, la trama de corrupción municipal más importante investigada hasta ahora. No. La marabunta pasó por encima de todo eso y terminó aupándolo a jefe de la oposición. A lomos de Unión Cordobesa, pisoteó a Izquierda Unida y al PSOE y se encaró con el PP, haciéndole temblar en la noche electoral su mayoría absoluta.

Han pasado casi dos años desde que la marabunta anidó entre los capitulares. Y su neblinosa existencia, que solo responde a la llamada de Sandokán, pareció calmarse. Su líder sigue refiriéndose a ella de vez en cuando. No tanto cuando interviene en los plenos como cuando habla con la prensa. Eso sí, su grito de guerra, “¡somos la marabunta!”, resuena siempre que Gómez cree sentirse agredido, acorralado o simplemente tiene un mal día.

En las últimas dos semanas, Rafael Gómez Sandokán ha vuelto a echar mano del símil de entomólogo, aunque con una ligera variación. Ya no se refiere a la marabunta como su grupo de incondicionales seguidores. “Yo soy la marabunta”, gritaba en una nueva variante, este miércoles. Para maravilla de un grupo de periodistas, se encontraba en un pasillo de la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba. Y es que, como concejal, Gómez tiene un cargo de consejero en el órgano rector de ese organismo —por el que han pasado todas sus multas millonarias— pero como su actividad empresarial le implica directamente en muchos de los asuntos que allí se tratan, a veces se tiene que levantar y salir de la sala. Y el miércoles, ocurrió.

“Yo soy la marabunta”, vociferaba a la media docena de periodistas que aguardaba fuera. En realidad, no esperaban expresamente a Sandokán, sino la decisión final del Consejo Rector, reunido para dar luz verde al inicio de una nueva modificación del Plan General de Ordenación Urbana. Ese cambio (o recalificación de terrenos, según IU y PSOE) dará cabida al proyecto urbanístico más ambicioso que tiene entre manos la ciudad: los dos enormes complejos turísticos y residenciales que el Grupo Tremón quiere construir al sureste de Córdoba. Todos en la oposición, excepto Unión Cordobesa, han coincidido en tildar esta operación de “pelotazo urbanístico”, por lo oscuro de alguno de sus aspectos. Como por ejemplo, el papel que juega Sandokán en la propiedad de las parcelas.

“Esos terrenos son del menda lerenda que come turrón de almendra”, chuleaba en los pasillos de la Gerencia de Urbanismo. Las 40 hectáreas de terreno que abarca el proyecto fueron suyas hasta que se las vendió a Tremón. Pero según Sandokán, el área que comprende la ciudad deportiva del Córdoba CF, allí emplazada —y que construyó el propio Gómez para bautizarlas con su nombre— sigue siendo suya. Así que, una vez que confesó ese detalle, Sandokán abrió la puerta y salió de la reunión a voz en grito, diciendo que jamás vendería esa propiedad. “¡Es mía y de mis hijos!”. Dos días después, el alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto (PP), decía lacónicamente: “Esos terrenos son de Tremón. Así consta en el registro”.

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Mientras el alcalde, apesadumbrado al tener que responder a la enésima pregunta relativa a Sandokán, éste vivía un nuevo capítulo en su guerra particular. Tal vez por eso habla ahora de la marabunta en primera persona del singular, porque su propio grupo municipal es cualquier cosa menos un grupo compacto.

El viernes por la mañana, dos de los cinco ediles de Unión Cordobesa terminaron en comisaría, denunciando a sus compañeros. Es la pareja compuesta por Carlos Baquerín y su esposa María José López de la Bastida, tan enfrentada a Sandokán y el resto de compañeros desde el verano, como aferrada a los sillones de concejales desde entonces. Las razones de este choque nunca han estado claras pero parecen apuntar a que ambos no siguen al dictado las órdenes del líder.

Cuando uno habla en privado con Baquerín sorprende por sus cuidados modales, su perfecta expresión y el deje pedagógico y técnico que arrastra, propio del profesor universitario de Derecho Mercantil que es. Sorprende por dos cosas: el contraste que supone con la rudeza primaria y en ocasiones, brutal, de Gómez; y también por la inverosímil excusa que esgrime para explicar su presencia en Unión Cordobesa, con un jefe como Sandokán: “Yo no conocía bien a este personaje”.

No es fácil encajar el argumento. Y menos, cuando la presencia mediática y social del empresario, joyero y constructor, ha sido constante desde hace años. La burbuja inmobiliaria de la primera década del siglo creció al mismo ritmo que la sonrisa de Gómez. Eran los años en que se fotografiaba junto al cura Miguel Castillejo —antiguo presidente de Cajasur, principal financiadora de sus obras— y la alcaldesa de IU, Rosa Aguilar. Bajo su gobierno, perpetró el mayor de sus delitos urbanísticos: construir cuatro hectáreas de naves ilegales a un paso de Medina Azahara.

Contra Aguilar ha soltado Gómez sus últimas andanadas verbales. La semana pasada dijo haber mantenido “reuniones clandestinas” con la exalcaldesa; que esta le había prometido rebajarle la multa de 24,6 millones de euros que pesaba por la construcción de las naves y de haberle dado permiso verbal para la construir el complejo residencial Carrera del Caballo, urbanización sancionada posteriormente. Aguilar lo ha negado, pero Sandokán ha prometido seguir hablando.

Solo, en compañía de la marabunta o transmutado en ella, Sandokán sigue moviéndose. Nadie sabe en qué dirección, con qué sentido y con qué fin. Pero como un ejército de hormigas migratorias, no hace sino devorarlo todo a su paso, poniendo patas arriba a un Ayuntamiento democrático entero, a golpe de populismo, discurso vacío y muchísima bilis.

"Los terrenos son míos"

  • El empresario, concejal, diputado provincial y líder de Unión Cordobesa, Rafael Gómez, Sandokán,insiste: los terrenos en el Arenal de la Fuensanta de la capital, sobre los que se estudia la viabilidad del proyecto de ocio promovido por el Grupo Tremón, son suyos. A pesar de que el alcalde, José Antonio Nieto, dijese el viernes que son propiedad de Tremón —según los datos del Registro de la Propiedad—. Sandokán no varía un ápice su argumentario. "Lo que dice el alcalde es mentira. Esos terrenos son míos".
  • Nieto retó a Gómez a demostrar con documentación su propiedad plena. "¿Yo para qué tengo que demostrar nada?", se preguntaba Gómez. "Los empresarios tenemos cosas mucho más importantes que hacer", proseguía. "Lo primero que tiene que hacer un alcalde cuando no sabe una cosa es callarse, y no decir que eso es de Tremón ni de mi prima la pelá, porque eso es de Rafael Gómez", terminó, refiriéndose a sí mismo.

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