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Dos granjas de coches frente a la hacienda

El exbarón del PP posee dos naves en las que almacena parte de su colección de automóviles

Baltar ha retornado a su pueblo natal como el indiano de su viaje a las Américas, aunque para ello solo hubiera tenido que desplazarse hasta el pazo provincial de la Diputación, (a 11,5 kilómetros de su propiedad). Mientras iba añadiendo —parcela a parcela— hectáreas a su finca original y consolidaba su poder dentro del PP gallego a base de sacas de votos obtenidos en buena parte por los rendidos empleados, el buen cacique incrementaba su patrimonio personal con una espléndida colección de coches de época.

Ahora apenas tiene que cruzar la carretera desde las cuatro hectáreas largas de su hacienda para acceder a las dos viejas granjas de pollos en las que guarda parte de los automóviles. En la denuncia que el verano pasado un particular registró en la Fiscalía Anticorrupción constaban más de un centenar de vehículos de colección inscritos a su nombre.

La misma cantidad puede verse a través de las ventanas —aisladas apenas con rejilla de gallinero— de una de las granjas, la más destartalada. En ella guarda coches más viejos que antiguos, aparentemente de escaso valor y en malas condiciones. Conviven vejestorios simca con carruajes y algún patrol, entre otros modelos similares, presididos por una foto de Aznar tan desteñida por el tiempo y la humedad que dibujan una perilla diabólica sobre la barbilla del expresidente del PP y del Gobierno.

La otra granja, de restauración inmaculada, cercada por un sinfín de alarmas, pintada de blanco, con las ventanas selladas y tintadas y el pomo de la puerta sustituido simbólicamente por un antiguo cigüeñal, es completamente inaccesible a los ojos del visitante.

En Esgos, los humildes vecinos no dicen ni mú sobre el patrimonio del exbarón. Hermetismo total. Silencio. Recelo. Si acaso, alaban su “bondad” por haberlos empleado a casi todos.

En el retorno a su pueblo natal de su particular viaje a las Américas, el indiano Baltar no ha iniciado sin embargo el mecenazgo. Nadie se lo reclama. Ya lo ejerció durante dos largas décadas subvencionando traídas de agua, y de luz, o construyendo y arreglando carreteras o empleando a los suyos. Aunque, a diferencia del auténtico indiano, el cacique bueno lo hubiese hecho con los fondos de la institución pública que, junto con la presidencia del partido, ha conseguido legar en vida a su primogénito.

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