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Barcelona proyecta abrir librerías en sus bibliotecas para apoyar al sector

El Ayuntamiento creará una línea de ayudas y ultima una feria especializada

Carles Geli
La biblioteca Jaume Fuster (Barcelona), que como otras del consorcio podría albergar una librería.
La biblioteca Jaume Fuster (Barcelona), que como otras del consorcio podría albergar una librería. MASSIMILIANO MINOCRI

Barcelona está “enormemente preocupada” por la pérdida de tejido cultural de la ciudad que comporta el cierre de librerías emblemáticas en los dos últimos años (Ona, Áncora y Delfín, Librería General de Arte Martínez Pérez...) y que la semana pasada se cobró otra gran pieza histórica: la librería Catalònia, fundada en 1924. Por ello, el Consistorio estudia medidas excepcionales para ayudar al sector. Y entre ellas, amén de una línea de subvención económica específica para la mejora de los establecimientos, dos de fuerte impacto; una, la celebración de una feria de librerías especializadas, que podría arrancar a finales de este año; la otra, aún más rompedora si cabe: que en la red de bibliotecas municipales se instalen librerías, “en un régimen parecido al que permite la existencia de bares y cafeterías”, expone el concejal de Cultura del Ayuntamiento Jaume Ciurana, que evita dar más detalles porque la solución “está en fase de estudio”.

 “La propuesta nos encaja y tiene el visto bueno teórico de ambas partes, pero ahora hemos de desarrollarlo bien para no tener problemas: la clave estará en las condiciones económicas que nos propongan, esperamos concesiones que un librero pueda afrontar”, plantea Antonio Daura, presidente del Gremio de Libreros de Cataluña.

La medida sería pionera en Barcelona, pero seguiría muy de cerca los pasos de lo que los expertos están proponiendo ya en ciudades medias y pequeñas de Estados Unidos, donde en los últimos 20 años han perdido casi la mitad de las librerías y las que quedan han visto reducida su afluencia de público un 10%. La fuente de financiación y espacio estables del que gracias a su naturaleza pública gozan las bibliotecas son, precisamente, dos de los grandes problemas que están llevando al cierre a las librerías catalanas. Que esos centros pudieran dar cierta cobertura a esos aspectos estaría en la base de la idea. “Aprovechar locales así es bueno, claro; aquí habrá que atender la dinámica administrativa porque tendremos muchos pretendientes cuando esto arranque”, alerta el presidente del sector, que teme que algunas cadenas de librerías saquen mayor provecho de una medida así. Las autoridades municipales son conscientes de que la iniciativa debe vincularse especialmente a las librerías afincadas en los distritos de cada biblioteca.

Las 38 bibliotecas barcelonesas

En realidad, el Consorcio de Bibliotecas de Barcelona ya tiene abierta una rendija para cobijar estos centros al permitir desde hace un tiempo que algunas librerías vendan durante la organización de actividades en sus sedes (clubs de lectura, presentaciones de libros y autores…).

Un apoyo más explícito es la compra directa a librerías de volúmenes de los que cada uno de los actuales 38 centros municipales tiene de libre disposición para engrosar su fondo (720.000 euros el pasado año; 700.000 euros en 2011; 870.000 euros, en 2010). También 26 librerías de Barcelona gozan de acuerdos con la red municipal de lectura para colaborar en la formación de sus catálogos específicos, ofreciendo descuentos en la compra de libros a los poseedores del carnet bibliotecario o alimentando parte del blog del colectivo municipal (http:// bibarnabloc.cat).

En cualquier caso, la sensación tanto de libreros como de bibliotecarios es de que son complementarios y no enemigos, como podría desprenderse por sus respectivas razones de ser (vender libros versus prestarlos gratuitamente). Así, un informe reciente que obra en manos del Consorcio Bibliotecario constata que en Estados Unidos la mitad exacta de los usuarios de bibliotecas compraron libros en las tiendas de autores que descubrieron en los propios centros de lectura pública.

Convencido de que sólo sobrevivirán “aquellas librerías que tengan un librero con gran poder prescriptivo y las que se especialicen en algunas áreas”, Ciurana ha abierto otra ventana de apoyo al sector llegando a un acuerdo con el Gremio de Libreros de Cataluña para organizar conjuntamente una feria de librerías especializadas. La biblioteca Esquerra de L’Eixample-Agustí Centelles, ahora cerrada temporalmente por edificio enfermo pero que comparte inmueble con el centro cultural Teresa Pàmies, sería el amplio espacio barajado para una feria que la crisis ha retrasado hasta, como mínimo, finales de año.

En 2014, la Ley de

La tercera vía de apoyo prevista pasará por “la apertura de una línea de ayudas para inversiones en las tiendas pensada para las librerías, como ya hacemos con otros sectores culturales como las salas de música o las galerías de arte”, apunta Ciurana.

El concejal cree que no pueden ir más allá, a pesar de ser conscientes de que los altos costes de los alquileres, especialmente en el centro de la ciudad, está mermando aún más la ya maltrecha economía de las librerías por la crisis. La Ley de Arrendamientos Urbanos prevista para 2014 agravará la situación del sector al actualizar los alquileres, un caso que ejemplifica la librería Jaimes en el Paseo de Gràcia de Barcelona, desde 1951, a la que el año próximo le vence un contrato de alquiler que no renovarán ya que podrían pasar a pagar más de 6.000 euros al mes, según algunas fuentes que ayer este diario no pudo contrastar. Una cifra incluso superior estaría abonando mensualmente otra librería como Proa Espais, en Rosselló / Rambla de Catalunya desde 2005,, lo que, junto a la crisis y su gran estructura que lastra aun más la cuenta de resultados, ha puesto en entredicho su continuidad. Por el momento, según fuentes de Enciclopèdia Catalana, su propietaria, abandonarán el local a finales de febrero y se trasladarán a otro. En el sector se insiste en que, de no hallar otro espacio céntrico pero menos caro, podría no reaparecer. “Desconozco la especificidad de cada caso y si son esos los números, pero son cifras inasumibles hoy para una librería”, constata Daura.

Ciurana no es partidario de la intervención municipal para ayudar a pagar esos alquileres y evitar que las librerías abandonen el centro de la ciudad. “Ahí entraríamos ya en un problema de libre competencia y de libertad de establecimientos. ¿Por qué ayudar a unos sectores a mantener una tienda y a otros, no? Además, en el Barrio Latino de París ocurrió algo parecido a lo que ahora vemos en Barcelona y se quiso intervenir ayudando a pagar el alquiler a las librerías: críticas aparte, tampoco acabó saliendo bien”, expone el concejal de Cultura.

la histórica librería

Con esas coordenadas, el sueño de un modelo de capital cultural tipo Berlín como señuelo turístico es más difícil para Barcelona. “Berlín ha optado por esa vía porque su centro ciudad es un fracaso económico, mientras que el nuestro, si bien está colonizado por tiendas de consumo impulsivo y de grandes marcas internacionales, sí funciona; si no eres propietario o una gran cadena y puedes facturar mucho y pagar un alquiler alto, como librero, y también según qué negocios, se te expulsa; estamos abiertos a pensar soluciones”, se ofrece Ciurana.

Mientras, el sector, que el pasado jueves se reunió ya con el consejero de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, no para de dar sustos: ayer, la histórica librería Robafaves de Mataró, que desde el verano pasado lucha denodadamente para no cerrar, lucía un inquietante cartel que rezaba: “Provisionalmente cerrado”. El contestador respondía con un no más tranquilizador: “Cerrados por inventario”.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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