Fallece Anna Lizaran, la gran dama del Teatre Lliure
La actriz catalana fue una de las fundadoras de Comediants y trabajó en el cine con Almodóvar
Llega en el medio de la noche la noticia de la muerte de Anna Lizaran, la querida Anita de tantos, las gran dama del Teatre Lliure, la admirada e irrepetible actriz de innumerables grandes veladas de teatro, y el mundo parece hacerse más oscuro y solitario. Hay que valorarla como la inmensa actriz que era pero nadie que la conociera podrá hoy dejar de llorar sobre todo a la persona. Era Anna Lizaran, que ha muerto a los 68 años en el Hospital Clínic de Barcelona a causa de un cáncer (la misma enfermedad que mató a su hermana mayor Lola en 2003), una mujer de carácter, valiente, fuerte y cabezota, pero a la vez entrañable y tierna, vulnerable, capaz de comerse los escenarios y al mismo tiempo de sentirse insegura ante los retos que una y otra vez acometía –“soy blanda, muy blanda”, decía-.
Lo ha hecho todo en el teatro –hasta de Lear, Ariel y Vladimir- y ha brindado interpretaciones que permanecerán para siempre en la memoria del público. Unos recordarán a la casquivana y deliciosa protagonista de La bella Helena, otros a la Madame de Merteuil del Quartet de Heiner Müller, a la Antonietta de Una jornada particular (1983), con Josep Maria Flotats, la pintora veneciana de Escenes d’una execució (2002), en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC); sus papeles en la histórica y tan especial para ella La nit de les tribades de Fabià Puigserver, en 1978, en Dansa d’agost, en La bona persona del Sezuan, en L’hort dels cirerers de Pasqual…
Miembro fundador de Comediants , lo fue también del Lliure, su casa más amada. Allí llegó para participar en el primer espectáculo Camí de nit, en 1976, procedente de París, donde estudiaba con el maestro de mimos Jacques Lecoq y allí desarrolló su inmenso talento. Nacida en 1944 en Esparraguera (Barcelona), donde una calle lleva su nombre, Anna Lizaran hizo sus primeros pinitos teatrales en la célebre pasión de la localidad, y hay que ver cómo hacía reír a todos contando anécdotas de aquellos días. Ganadora de todos los premios (el nacional de Teatro del Ministerio de Cultura en 2003, sdendos Max en 2001 y 2011), Creu de Sant Jordi en 2000, trabajó en cine con Pedro Almodóvar (Tacones lejanos, 1991), Ventura Pons y Gerardo Vera, entre otros, y en televisión. Y se atrevió a dar el paso de dirigir teatro.
Durante los últimos años estuvo muy vinculada al TNC, donde trabajó muchas veces con Sergi Belbel y logró grandes éxitos. Actriz dotadísima para la comedia -recuérdese Un matrimoni de Boston, con Emma Vilarasau- era capaz de registros asombrosos y de pasar de provocar las mayores carcajadas al drama y la tragedia. El pasado octubre y tras muchas vacilaciones, se vio obligada a abandonar poco antes del estreno el montaje de La Bête en el TNC por problemas de salud, que no parecían revestir especial gravedad pero le impedían rendir como ella quería. Durante meses se estuvo sometiendo a exámenes médicos pero no fue sino hace poco cuando llegó el diagnóstico definitivo. “¿Lo mejor? Los momentos de risa con ella”, recordaba anoche compungido Lluís Homar, uno de sus grandes compañeros en el Lliure y amigo de toda la vida con el que protagonizó estupendos mano a mano. “Cuando era divertida lo era mucho, muchísimo”. Su muerte deja un vacío enorme en el teatro catalán y en el corazón de cuantos la quisimos.
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