Un hermoso territorio sin bandera
Música clásica, flamenco y jazz confluyen en este proyecto integrador y hermoso
La propia ecuación del nombre es elocuente. Música clásica, flamenco y jazz confluyen en este proyecto integrador y hermoso, por mucho que ayer obtuviera una entrada injustamente pobre en la sala Clamores. Siempre necesitan tiempo estas iniciativas híbridas que, de tanto trazar bisectrices, no convencen a los oyentes afiliados a un segmento muy definido.
El pianista Pablo Suárez, el violonchelista José Luis López y los saxos y flautas de Ramiro Obedman optan por difuminar lindes y asentarse en un territorio apátrida, sin banderas. No son sus primeros moradores, porque las fórmulas de jazz aflamencado se han hecho habituales en la matemática de la vanguardia musical. Pero escuchándolos anoche se nos ocurría pensar que el añorado Mario Pacheco, fundador de Nuevos Medios, estaría concediéndoles desde algún lugar su sabia bendición.
CFP recurre a modismos flamencos con la audacia de que no encontramos asomo de guitarras españolas. Hay, al contrario, algo del lirismo camerístico de aquel Paul Winter Consort que abarrotaba los teatros patrios dos décadas atrás (¿alguien recuerda al cellista Eugene Friesen?); también, el vértigo de ese delicioso solo de saxo, entrecortado e in crescendo, con el que Obedman se reivindicó en Entre corrientes, una partitura que figura entre los grandes hallazgos en los clubes de estos últimos tiempos.
Solo genera dudas ese atisbo de rigidez de quien se dedica a la música popular empleando las muletas de los atriles. Pero luego emerge el cantaor granadino Antonio Campos (voz poderosa, dolorida, colorista) y conmocionan sus quejíos para los Tangos de Rafael Jiménez, sobre los que sobrevuela el magisterio de Jorge Pardo. O el enérgico jazz electrificado que pellizca la bulería Inten-city. O la elegancia virtuosa y esencial de La nave. Queda mucho por descubrir, caramba, de esta insólita Camerata.
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