Los olvidados
Una Barcelona amnésica, con el único mantra del ‘smart city’, no ataja la degradación de La Mina, de Bon Pastor...
Los olvidados de las dinámicas urbanas dominantes constituyen un fenómeno tristemente recurrente: ya lo trató Luis Buñuel en México en 1950, mostrando la vida de jóvenes marginales en la colonia Atlampa, junto a Tlatelolco, y anticipándose a films como La Haine(1995), que anunciaba asimismo las revueltas y destrozos en los suburbios franceses.
En nuestra metrópolis los olvidados van en aumento. El caso más flagrante es el de La Mina, en Sant Adrià del Besós, construida a principios de los años setenta para realojo de barraquistas, y cuyo proceso de renovación en paralelo al Fòrum 2004, tan aireado y premiado, ha quedado detenido. Siguiendo la iniciativa del Consorcio de la Mina, creado en el 2000, se ha realizado una parte de los equipamientos, como una escuela, la biblioteca y un polideportivo (faltan un CAP, más escuelas y un centro de día para ancianos), se ha reestructurado el barrio con una nueva Rambla con tranvía y se han hecho unos centenares de viviendas de realojo, sin llegar a las 900 previstas. La mayoría de estas están sin adjudicar. Según la revista Carrer del pasado diciembre, la causa son las cantidades que se reclaman, cerca de 50.000 euros, que los afectados, que además dejan viviendas de 77 metros cuadrados, no pueden pagar. La Mina vive uno de sus peores momentos: avanza la degradación de lo existente, pendiente de renovación, a falta de un proyecto de paisaje urbano y con ausencia de vida alrededor de los nuevos bloques vacíos.
Y el deterioro es máximo en uno de los lugares más olvidados de los medios de comunicación, las 784 casas baratas de Bon Pastor (1929), en Sant Andreu, que han quedado a medio proceso de una remodelación tan polémica como silenciada en sus conflictos y luchas. Sin dar posibilidad a otras alternativas, se han realizado dos de las cinco fases de derribo integral propuesto por el Patronato Municipal de la Vivienda. La primera se inició en el 2004, con 150 viviendas en pisos; hubo derribos y realojos en el 2007, y hoy aún está pendiente la tercera fase. El colectivo Repensar Bon Pastor, de acuerdo con los vecinos que querían seguir viviendo en sus casas, organizó un concurso internacional de proyectos alternativos en el 2009. Hoy Bon Pastor es un escenario del abandono: los que siguen en las casas baratas han de malvivir con docenas de casas tapiadas, derruidas o sin techo; y los grandes solares de los derribos de las primeras fases siguen abandonados. La táctica en Bon Pastor se parece a la del Cabanyal en Valencia.
Un proceso similar de saña contra la residencia horizontal es la incompleta renovación de la Colonia Castells en Les Corts: Plan de Mejora Urbana del 2001, modificación del PGM del 2003 y oposición vecinal agudizada en el 2011, cuando se supo que algunos inquilinos no iban a ser reconocidos y no se les iban a pagar las indemnizaciones pactadas en el 2007, cuando se llegó al acuerdo entre las partes implicadas —Ayuntamiento, propietarios e inquilinos— y a principios del 2012, cuando hubo un desalojo violento. Gran parte de la colonia obrera de casitas se ha eliminado para realizar equipamientos para el barrio, quedando pendientes otras obras públicas y privadas y con una calle de la colonia resistiendo con su vida social.
Es cierto que cada uno de estos casos es sumamente complicado, con puntos de vista e intereses diversos, incluida la división entre los vecinos. Pero es inadmisible que el Ayuntamiento de Barcelona invierta en el Passeig de Gràcia o en Montmeló y que los procesos de renovación de los barrios, por muy laboriosos que sean, hayan quedado detenidos, abandonados a sus problemas, jugando con la vida de las personas.
Hay unas responsabilidades de las Administraciones que han querido uniformizarlo todo, eliminado cualquier modo de vida distinto, y que ahora no son capaces de completar las inversiones hechas. Con la excusa de la crisis y el instrumento de los recortes, estos procesos prioritarios, ya avanzados, han quedado interrumpidos. Parece que esta Barcelona amnésica no sea capaz ni de culminar lo ya iniciado ni tenga voluntad de repensarse, más allá del mantra de la “smart city”. Pero que no se quiera ver cómo la desigualdad y el deterioro aumentan no significa que los vecinos no sigan activos en sus reivindicaciones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.