Hacer de la necesidad virtud
"Dos horas de 'rythm and blues' y 'rock and roll' con regusto a FM de las de antes"
Es prácticamente lo mismo, pero más recogido. La reciente gira por teatros de Fito Y Fitipaldis, que tocaba a su fin en Valencia, es acorde con su propio concepto del rock and roll: ortodoxo, escrupulosamente sumiso ante la tradición y academicistamente corpóreo, exhibiendo músculo escénico sin apenas resquicio para la sorpresa. Así que si, por una parte, es lógico que nadie pueda esperar a estas alturas grandes piruetas estilísticas de su parte, tampoco cabe por otro lado encontrarlas en un espectáculo al que, más allá de una ligera rebaja de octanaje eléctrico (acrecentada por la incorporación de elementos poco usuales en sus shows, como mandolina, contrabajo o clarinete) y alguna puntual recuperación del pasado, cabe calificar de más de lo mismo. Factor acentuado por una sequía que se prolonga desde hace tres años, fecha de publicación del continuista Antes de que cuente diez.
FITO & LOS FITIPALDIS
Fito Cabrales: voz y guitarra; Alejandro “Boli” Climent: bajo y contrabajo; Carlos Raya: guitarra, mandolina, pedal steel; Javier Alzola: saxo, percusión; Joserra Semperena: teclados y acordeón; batería: Daniel Griffin. Pabellón de la Fuente de San Luis. Valencia, 28 de diciembre de 2012.
Y ese más de lo mismo, en su caso, implica un vigoroso show de rock para todos los públicos que va ganando tiempo en espera de eso que llaman inspiración (incurriendo en algún ligero y puntual lifting de pasajes ya entrados en años), sustentado por una excepcional banda que, prácticamente, podría interpretar el mismo repertorio noche tras noche con los ojos vendados. Porque no otra cosa cabe esperar de secuaces tan taimados como Carlos Raya y sus guitarras (al servicio también de Quique González, M Clan o nuestros Señor Mostaza), Joserra Semperena y sus teclados (21 Japonesas, Duncan Dhu o Quique González), Javier Alzola y su sempiterno saxo o el valenciano Alejandro “Boli” Climent con su bajo (Señor Mostaza, M Clan), todos ellos ya con varios galones en su recorrido como Fitipaldis. Dos horas de rythm and blues y rock and roll con regusto a FM de las de antes, acomodado desde una óptica que haría bien en entender la música popular como una cuestión evolutiva y más que solvente si nos atenemos a sus grotescos competidores en las listas de ventas de nuestro país. Y servidas en las mejores condiciones sonoras posibles. Huelga decir que todo el mundo, ganado para la causa ya de antemano, salió encantado.
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