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Un salto de las asambleas al Parlament

La CUP imprime un nuevo estilo de hacer política en su llegada a la Cámara

El diputado de la CUP, David Fernández, se dirige a la tribuna de oradores en el Parlament.
El diputado de la CUP, David Fernández, se dirige a la tribuna de oradores en el Parlament.MASSIMILIANO MINOCRI

“Alguien piensa que hoy nos estrenamos. Es cierto, en esta casa nos estrenamos. Pero venimos de muy lejos y vamos mucho más lejos aún”. Así se presentó el viernes David Fernández, diputado de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP). El nuevo partido irrumpió en el Parlament y ha dejado huella desde el primer día: se fijan un máximo de 1.600 euros de sueldo, renuncian a todos los beneficios materiales de ser diputado y su intención es seguir yendo en tejanos al Parlament. La formación alcanzó la cámara catalana tras obtener 126.000 votos en las primeras autonómicas en las que se presentaron. Tienen tres diputados: Fernández, Georgina Rieradevall y Quim Arrufat.

La CUP se define como municipalista, asamblearia, anticapitalista e independentista. “Nuestro enemigo es el Estado español —que no el pueblo español— y los mercados financieros”, resume Fernández, que describe a la CUP como “la herramienta de intervención política de las clases populares”. Sus usos asamblearios deben probarse en el Parlament.

La CUP tiene tres niveles de decisión: asambleas locales, en las que puede participar cualquier ciudadano pero votan los militantes; el consejo político, con representación de cada órgano municipal, y la asamblea nacional, abierta a todos los militantes. Además, elige a un secretariado nacional que dirige el día a día del partido. “Nos debemos al mandato zapatista: una persona, un voto. De abajo a arriba”. Fernández reconoce que el proceso puede parecer lento, pero niega que cualquier votación deba pasar por todas las estructuras de poder: “El 92% de lo que se vota lo han fijado los militantes. Otro 4% lo puedes decidir por instinto, en base al pensamiento político de la CUP. Y con el otro 4%, si hay dudas, nos abstenemos y lo consultamos a las bases”, mantiene Fernández.

La CUP no tiene líderes, y el diputado, jefe de filas en el Parlament y cabeza de lista en las elecciones, se obstina en negar que él lo sea, pese a ser su cara visible. A ojos del resto de diputados y de los medios, Fernández es el líder, pero este periodista y cooperativista no es ni siquiera militante de la CUP. Fernández sorprendió en su primer discurso de la legislatura por su relato. El portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, lo definió como “discursazo”. Artur Mas alabó la “autenticidad” del partido.

Fernández ha estudiado el perfil del concejal de la CUP para el libro Cop de CUP (Columna, 2012), de referencia del partido que elaboró junto al escritor Julià de Jòdar. El perfil medio es un hombre de 33 años con estudios superiores, mileurista, que se define catalán, ateo, participa de entidades sociales y es de izquierdas o extrema izquierda. Entre las figuras de referencia, destacan el político asesinado durante la guerra civil Andreu Nin, el presidente de la Generalitat en la República Francesc Macià, Karl Marx y el líder abertzale, Arnaldo Otegi. La CUP no esconde sus lazos con la izquierda abertzale.

La CUP pugna con ICV y ERC por el votante más alternativo y soberanista

De hecho, Unitat Popular y Herri Batasuna significan lo mismo, y ambas retrotraen a la Unidad Popular chilena de Salvador Allende. La historia de la CUP se origina en la lucha antifranquista; enlaza con las primeras candidaturas alternativas municipales; y nace formalmente como se conoce hoy en 1986. Desde entonces, su trayectoria ha sido ascendente, hasta lograr los 101 concejales. Y su impronta se nota. Las consultas soberanistas que se celebraron en más de 500 municipios catalanes y prendieron la mecha del independentismo llevan la firma de una asamblea local de la CUP, la de Arenys de Munt (Maresme).

El descontento por la política tradicional ha aumentado el foco sobre la formación. Sus interconexiones con los movimientos sociales influyen en atraer a la política a los descontentos. “Somos la unidad popular entendida como todo el espacio de las luchas populares, ligado con el proyecto histórico de la izquierda independentista y en plena sintonía con los movimientos sociales, los antiguos y los nuevos. Somos una herramienta”, proclama Fernández.

El modelo de la CUP, de momento, solo ha arraigado en municipios pequeños. Y está por ver como su gestión participativa de la política es aplicable a los Gobiernos municipales. De momento, cuentan con cuatro alcaldías. Una de ellas es Viladamat (Girona): el pleno municipal se completa con un consejo asesor del pueblo, formado por los regidores y las asociaciones vecinales. Y la decisión más importante del municipio, la suspensión de una recalificación urbanística, se tomó por referéndum vinculante.

El margen de actuación de la CUP son los llamados Países Catalanes, aunque de momento solo ha arraigado en Cataluña. Fernández niega que la unión de las tres comunidades sea ficticia, y defiende que se trata de un proyecto “a muy largo recorrido”. “Trabajamos en este contexto, que es una realidad social y cultural innegable. Queremos que sea también una realidad política, pero eso lo debe reconocer cada territorio”.

Un verso de Martí i Pol resume el alma de la CUP: “Todo está por hacer; todo es posible”

Con este bagaje, la CUP llega al Parlament con la intención de “estresar a la izquierda y atolondrar a la derecha”. Su irrupción pone en aprietos a Iniciativa per Catalunya, hasta ahora baluarte de la izquierda alternativa, y a Esquerra Republicana, con un rival que se reivindica más independentista y más de izquierdas.

Los tejanos y camisetas de los diputados de la CUP sorprenden en un Parlament acostumbrado a la corbata. Fernández asegura que nunca se pondrá traje y responde a las demandas de decoro de la presidenta de la Cámara, Núria de Gispert, citando el poema de referencia de los independentistas, de Miquel Martí Pol: “I en acabat, que cadascú es vesteixi com bonament li plagui, i via fora! Que tot està per fer i tot és posible” Este lema resume el alma de la CUP: todo está por hacer, pero todo es posible.

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