Mas o la personalización política
Estamos entrando en un escenario que recuerda lo que en teoría política se denomina "cesarismo populista"
El proceso electoral tiene todo el aspecto de convertirse en un debate entre Mas y las fuerzas políticas catalanas, incluyendo, en parte, a la misma coalición CiU. La estrategia de Mas fue quedando clara al anunciar el adelanto electoral y su promesa personal de salir del escenario político tras conseguir el objetivo de Estado propio. Es como poner todos los huevos en una única cesta. Con ello trata de separar su figura y su liderazgo de la propia coalición, relacionándolo directamente con el masivo pero nebuloso conglomerado ideológico del 11S. Lo que está diciendo ahora es que el proyecto necesita una "mayoría excepcional", jugando con la ambigüedad de sumar votos a CiU, pero yendo más allá, y capitalizando personalmente todo aquello que apunte a consulta y autodeterminación. Y luego añade, "irán a por mí, a desestibilizarme". Estamos entrando pues en un escenario que recuerda lo que en teoría política se denomina "cesarismo populista", caracterizado por un discurso que sitúa las adhesiones patrióticas ("la voluntad del pueblo") en un líder que acumula representación y proyecto nacional, más allá de ideologías. Algunos ya apuntan sin rubor a ello, pidiendo claramente el apoyo a Mas, separándolo de la concreta opción nacional-conservadora de CiU. Esa estrategia tiene otras ventajas para CiU. Difumina la gestión de estos años, metiéndola en el saco de los agravios y el expolio, y haciendo olvidar la gestión más que mediocre de muchos del otrora calificado como "govern dels millors". Mas, la bandera y su apropiación de la movilización social, sirven de gran pantalla en la que rebotan críticas y problemas graves de gestión.
Me parece una forma muy peligrosa y y superada de plantear la acción política en esa nueva época en la que estamos entrando. En Cataluña tenemos que empezar a discriminar no sólo entre diversos grados de soberanismo, no sólo entre planteamientos plenamente vigentes de derecha e izquierda, sino además entre viejas y nuevas formas de hacer política. Y ahí el planteamiento de Mas resulta de lo más obsoleto. Todo conmigo, nada sin mí. A un lado los míos, al otro los que me atacan, que atacándome a mí, atacan a la nación. Necesitamos un gran revulsivo en la forma de hacer política, para que sea más abierta, transparente y participativa. Necesitamos radicalizar la democracia, retornarla a sus raíces. Lo necesitamos antes y después del 25N. Y precisamente por ello, es preciso defender el derecho a que los catalanes decidamos nuestro futuro en el plano nacional, en el plano social, en las elecciones y en el día a día de nuestras vidas. Lo que no tiene sentido es que todo ese debate acabe siendo reducido a un plebiscito acrítico entorno a un liderazgo carismático construido de la noche a la mañana.
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