La imponderable tarea del PP vasco
A muchos lectores, de aquí y del resto de España, les resultarán quizás exóticos o extravagantes los siguientes cuatro puntos, pero cabe asegurar que todos ellos son estrictamente históricos y demostrables documentalmente:
1. Los Conciertos Económicos vascos no son bazas conseguidas por el nacionalismo a lo largo de su historia contra la “opresión española”, para beneficio propio y preparación de la secesión, sino que surgen en 1878, cuando el nacionalismo vasco no existía ni en la imaginación de Sabino Arana —nacido en 1865, su empresa política se remonta, como mucho, a 1882—. Fueron, en efecto, una concesión del entonces presidente del Gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, a las élites liberales vascas, que clamaban contra la ley de abolición foral de 1876, tras el final de la última carlistada, y que venía a perjudicarlas, argüían, injustamente. Estamos, por tanto, ante un hecho singular de la política vasca, y por ende española, que en absoluto se debe al nacionalismo.
2. Las provincias forales vascas, junto con sus instituciones seculares, Diputaciones y Juntas Generales, tampoco son una invención nacionalista, sino que su existencia se debe a la propia tradición recogida por el foralismo, expresión política por antonomasia de la derecha vasca españolista durante toda su historia.
3. Las reivindicaciones de autonomía vasca tuvieron su primera realización efectiva en el Estatuto de 1936, por iniciativa de Indalecio Prieto, como única forma de sumar al nacionalismo vasco al esfuerzo de la guerra, ofreciéndole la dirección del Gobierno autonómico. Dicho Estatuto se aprobó el 1 de octubre, en unas Cortes Españolas mutiladas en tiempo de guerra, por los grupos políticos sostenedores del Gobierno revolucionario de Largo Caballero. Pero desde finales del siglo XIX hay registrada una historia del autonomismo vasco, que culmina en el Estatuto de la Sociedad de Estudios Vascos, donde la iniciativa de la derecha vasca fue mayoritaria y que reflejó sus temores ante la proclamación de la II República española.
4. La reivindicación del euskera como lengua propia de los vascos tampoco fue iniciada por el nacionalismo sino que encontramos manifestaciones de dicha defensa muy anteriores y por parte de la derecha liberal y tradicionalista vasca: hablamos del “vasco-iberismo”, tesis típica del foralismo y que consideraba al euskera la primera lengua hablada en la Península Ibérica, por tanto, la primera lengua española. Como ejemplo, entre otros muchos, el del liberal conservador Nicolás de Soraluce y Zubizarreta, en la revista Euskara de Pamplona y a la altura de 1879. La misma fundación de la Academia de la Lengua Vasca (Euskaltzaindia) en 1919 también está protagonizada por la derecha vasca: de sus cuatro fundadores solo uno es nacionalista. Un año antes, en 1918, se funda en Oñate la ya citada Sociedad de Estudios Vascos, de cuyos veinte impulsores originarios solo cuatro son nacionalistas: el resto es derecha vasca españolista, que consiguió la presencia del rey Alfonso XIII para dar el mayor realce posible al evento.
El nacionalismo se quedó con todo el patrimonio histórico de la derecha vasca
En resumen: todo lo que singulariza a la sociedad y a la política vasca actuales en el seno de España, desde los Conciertos Económicos al euskera, es producto de la política liberal conservadora y tradicionalista, siempre desde la fidelidad a la Corona y desde el respeto al resto del país, de lo que se dan continuas muestras en sus revistas más significativas, como la Euskal-Erria de San Sebastián, principal portavoz cultural de este sector político entre 1880 y 1918.
Por lo tanto, las preguntas que se imponen, entre otras, son: ¿por qué razón el nacionalismo pudo apropiarse en exclusiva de un programa que no le pertenece en origen?; ¿por qué se supone que la reclamación de singularidad vasca es independentista en sí misma, si nunca lo fue hasta que el nacionalismo se la apropió? y, sobre todo, ¿por qué el PP vasco no reivindica esa política singularizadora que le pertenece legítimamente, por ser heredero natural de quienes la construyeron y sostuvieron durante toda la época contemporánea hasta la Guerra Civil?
Única respuesta verosímil: tras la Guerra Civil el régimen triunfante, al proponerse acabar con el independentismo vasco, pensó que lo más sencillo era acabar con la singularidad vasca, sin reparar en que quien salía peor parado de ello no era el nacionalismo, sino la derecha vasca españolista de siempre. Al final de la Dictadura, esa derecha vasca no pudo evitar aparecer identificada con el régimen finiquitado y fue el nacionalismo quien se quedó con todo su patrimonio histórico, constituyéndose, así, en la opción central y mayoritaria de la política vasca hasta hoy.
El PP vasco tiene ante sí la enorme y heroica tarea de recuperar ese centro político vasco, que le corresponde sin duda, por historia, y dejar al nacionalismo en su desnudez independentista. Y para ello debe recabar la ayuda y comprensión del resto de España: puede que estemos, sin exagerar, ante la última oportunidad de conseguirlo.
Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político de la UPV-EHU.
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