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Antonio Meño fallece tras 23 años en coma por una negligencia médica

El joven, que murió el domingo, fue enterrado ayer en Móstoles Su familia batalló durante 18 años porque se reconociera el error médico

Foto: atlas | Vídeo: ATLAS

Antonio Meño, el joven que quedó en coma hace 23 años por una negligencia médica tras una operación estética en la nariz, ha fallecido, han informado hoy fuentes del despacho de Luis Bertelli, uno de los letrados que llevó la defensa de esta familia. Meño murió el domingo por la mañana y ayer la familia lo enterró en el municipio madrileño de Móstoles después de años de lucha para que se castigara al culpable del error que lo llevó a esa situación.

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El joven quedó en coma vegetativo el 3 julio de 1989, cuando tenía 21 años, tras someterse a una rinoplastia en la Clínica Nuestra Señora de América de Madrid, entidad que quedó absuelta tras los juicios iniciados por sus padres.

Su familia, que agotó la vía penal y civil para pedir una indemnización, fue condenada en 2009 por el Tribunal Supremo a pagar 400.000 euros en costas, lo que les supuso el embargo de su vivienda, aunque finalmente su abogado logró paralizar la notificación.

En la primera sentencia de 1993, la Justicia había obligado a la aseguradora a indemnizar a Antonio Meño con 172 millones de pesetas (más de un millón de euros). No obstante, tanto el juzgado de Primera Instancia número 11 de Madrid como la Audiencia de Madrid (en 2000) y el Tribunal Supremo (en 2008) rechazaron las demandas de la familia y concluyeron que no existía tal negligencia médica.

22 años de lucha

  • 3 de julio de 1989. Antonio Meño, de 21 años, se somete a una rinoplastia de la que sale en coma vigil.
  • 1993. Un juzgado de primera instancia condena al anestesista a indemnizar a la familia con 1.050.000 euros.
  • 1998. La Audiencia Provincial anula la sentencia anterior y absuelve al anestesista.
  • 2008. El Tribunal Supremo confirma la absolución y condena a la familia Meño a pagar 400.000 euros por gastos judiciales.
  • Junio de 2009. Los Meño se echan a la calle. Se instalan en una caseta en la plaza de Jacinto Benavente.
  • Febrero de 2010. Un médico que estuvo en la operación asegura que hubo negligencia en el quirófano.
  • 14 de octubre de 2010. El Supremo reabre el caso.
  • 3 de noviembre de 2010. Antonio Meño, en coma desde 1989, asiste a la vista oral en el Tribunal Supremo.
  • 17 de noviembre de 2010. El Supremo anula los fallos anteriores. La familia aboga por negociar una indemnización.
  • 19 de noviembre de 2010: Los Meño vuelven a casa tras un año y medio en la calle.
  • 14 de julio de 2011. Los padres de Antonio Meño aceptan 1.075.000 euros.

Tras esta decisión, los padres de Meño instalaron en 2009 un campamento en la madrileña plaza Jacinto Benavente, junto al Ministerio de Justicia, para reclamar una salida digna a la situación de su hijo.

El caso dio un vuelco cuando Ignacio Frade, uno de los cirujanos que había presenciado la operación de Antonio Meño y ajeno a la situación por la que atravesaba la familia, pasó por delante de la tienda instalada frente al ministerio, se informó de lo sucedido y se ofreció a declarar.

El 17 de noviembre de 2010, el Tribunal Supremo admitió la demanda de revisión presentada por la familia y anuló las sentencias dictadas anteriormente.

El Alto Tribunal admitió la demanda por el testimonio de Frade, que aseguró que durante la intervención el anestesista, Francisco González, se ausentó y no estaba presente cuando él mismo se percató de que se producía una alteración en la frecuencia del ritmo cardiaco de Meño.

Tras este hecho, la familia de Antonio Meño regresó a su casa después de 522 días acampados.

El 28 de abril de 2011 se celebró el primer acto de conciliación y, tras una primera falta de acuerdo económico, el 14 de julio ambas partes firmaron el pacto por el que la familia de Meño recibió una indemnización de 1.075.000 euros, lo que puso fin a 22 años de litigio.

Los padres de Meño señalaron que habían aceptado el acuerdo porque no tenían fuerzas para otro juicio, aunque tenían la sensación de haber "vendido" a su hijo.

Así, al salir del juzgado, la madre de la víctima, Juana Ortega, reconoció, entre lágrimas, que se había llegado a un acuerdo "miserable" con el que se sentía "muy mal, prácticamente humillada", pero que no tenía "fuerzas para seguir adelante" y enfrentarse a otro proceso durante diez años, por lo que hizo caso a los abogados, pese a lamentar que hubiese quedado libre el anestesista Francisco González.

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