“El único consuelo es que puedes comer”
Carmen Folgado y Mariam Chekri sobreviven con 800 euros
A nadie le gusta aparecer en un reportaje con el epígrafe de pobre. Menos si el adjetivo es sobrevenido: si quien habla tiene cierta edad y se ha considerado de siempre clase media. Pero la crisis, traducida en precarización del mercado laboral y encarecimiento de la vida, es capaz de esto y de más. De salir con foto, ni hablar.
Carmen Folgado (55 años) rompe a llorar varias veces durante la conversación. “Es injusto, es tan injusto”, repite. Trabaja de encargada de tienda para una gran cadena de distribución. Sueldo, 825 euros. Su marido está prejubilado y muchas veces la antigua empresa no le paga el complemento. Tiene dos hijos, el chico es transportista y trabaja subcontratado, con lo que “pagan tarde y mal”. Y la hija se ha marchado a vivir con los abuelos a Barcelona para estar más cerca del único trabajo que ha encontrado: 350 euros por 15 horas semanales. “Nuestra máxima siempre ha sido trabajar para dormir tranquilos y que nadie nos venga a pedir nada... pero ahora es muy angustiante lograr guardar 100 euros por si hay algún imprevisto”, cuenta Folgado. Hace tres años que la familia no va de vacaciones y el invierno pasado tiraron de estufas “para no llenar el depósito de gasóleo”. “El único consuelo que te queda es que puedes comer, que hay gente que está peor”.
También cobra 800 euros, pelados, Mariam Chekri. Es trabajadora familiar y trabaja siete horas al día y cada día atiende siete domicilios. Atiende a menores y enfermos de salud mental: a razón de 45 minutos por usuario y 15 para ir de una casa a otra. “Si tardamos más en el desplazamiento nos han llegado a decir que es porque andamos mal”. Es duro, pero “con la limpieza cobraba 579 euros”, cuenta Chekri, que cuando habla de los gastos de la familia los calcula por días: “la comida de los niños son 14 euros al día y la guardería otros cinco”. De ahí que se debata entre pedir reducción de jornada para ahorrarse la guardería y la caída de salario que le supondría la reducción. Ahora mismo, el marido de Chekri tiene trabajo, pero solo hasta enero. Total, que en casa no hay vacaciones, caprichos, comidas fuera ni ropa que no sea la de los niños.
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