Latouche defiende trabajar menos para combatir el paro y vivir mejor
El ideólogo del decrecimiento llena la Nau de la Universitat de València
“El hombre puede encontrar la felicidad sólo si sabe limitar sus necesidades”. Con esta máxima zen concluyó este lunes el economista Serge Latouche su disertación ante un numeroso público, ávido de escuchar un discurso alternativo en tiempos de zozobra, que llenó la Nau Centre de Cultura de la Universitat de València. “Hay que trabajar menos para trabajar todos y para vivir mejor”, apuntó el que está considerado uno de los ideólogos del llamado decrecimiento en la conferencia con la que se reanudó Claustre Obert, el espacio de debate y reflexión creado por EL PAÍS-Comunidad Valenciana y la institución académica, que, en esta ocasión, contó con la colaboración del Instituto Francés de Valencia.
La experiencia francesa de disminuir a 35 horas a la semana el trabajo no fue “eficiente” porque el propio sistema “fomentaba la competencia libre con países que mantenían las 45 horas”. “Y la competencia no es libre porque nunca es verdadera. Porque vivimos con normas, situaciones y leyes diferentes. Porque las empresas deslocalizan su actividad en China, donde trabajan 18 horas al día por poco dinero”. En este sentido, también se mostró partidario del “proteccionismo social, medioambiental y económico”. “Los yogures recorren 9.000 kilómetros hasta que llegan a nuestra nevera”, indicó.
La relocalización es, precisamente, uno de los tres pilares que sustentan el recetario para combatir el paro de Latouche (Vannes, 1940), que definió su planteamiento como “ecosocialista”. Las otras dos se resumen en reconvertir y reducir el tiempo de trabajo. En el caso de la reconversión, argumentó que es urgente desarrollar una agricultura ecológica, suprimir las importaciones de, por ejemplo, fresas sudafricanas, y trabajar la tierra para obtener productos frescos, autóctonos y de temporada. Esta reconversión crearía un gran número de puestos de trabajo, así como la reconversión de las fuentes de energía fósil y nuclear.
Presentado por el exdirector de la Bolsa y economista Francisco Álvarez y por el vicerrector de Cultura, Antonio Ariño, el economista francés abogó por salir del euro para poder devaluar la moneda propia. “La inflación es buena para la mayoría de la gente, menos para los rentistas y los banqueros”, señaló.
“El hombre sólo puede encontrar la felicidad si limita sus necesidades”
Luego, en el turno de preguntas, matizó su referencia al euro. Incidió en que no es necesario que desaparezca, podría mantenerse como moneda de intercambio entre europeos, al mismo tiempo que se tendría que favorecer la instauración de monedas locales, como ya sucede en algunas experiencias locales y regionales. “Hay soluciones técnicas para poder hacerlo”, agregó.
En cuanto a la deuda soberana, que atenaza a países como España o Grecia, hizo un somero recorrido histórico recordando que hay una solución radical, como la que adoptó Carlos V: no pagar la deuda y que los bancos caigan en bancarrota. “Y sobrevivieron”, apostilló. Una solución “menos radical” sería mirar hacia lo que hizo Argentina a principios de esta centuria o al Ecuador presidido por Rafael Correa: “Hacer una auditoría de la deuda y pagar la parte legítima y no pagar la otra, porque son gastos financieros que se van acumulando”.
Latouche subrayó, además, que el país con mayor producto interior bruto del mundo, Estados Unidos, se encuentra en el puesto 150 de la clasificación de 2008 que mide la felicidad de los ciudadanos valorando la esperanza de vida, la educación, la salud. No se puede seguir viviendo tirando en Occidente el 40% de los alimentos del supermercado (el 20%, lo hace el consumidor en casa), sostuvo Latouche, para quien no es nada utópico ponerse a cambiar las cosas.
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