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Crece la inquietud en el PP por la falta de liderazgo andaluz de Zoido

Las fallidas réplicas a Griñán empiezan a erosionar el ánimo de los populares

Juan Ignacio Zoido, a la derecha, ayer en el Parlamento durante la sesión de control al Gobierno.
Juan Ignacio Zoido, a la derecha, ayer en el Parlamento durante la sesión de control al Gobierno.GARCÍA CORDERO

No hay movimiento más eficaz para asegurar el fracaso que obligar a alguien que no quiere. Desde el mismo día que Juan Ignacio Zoido se hizo cargo del PP de Andalucía —tras la salida apresurada de Javier Arenas, faro de Alejandría de la derecha regional durante 19 años—, el nuevo líder sentó sin disimulo una premisa: su ambición política era repetir en la alcaldía de Sevilla. Traducido al ámbito de la política autonómica, esto significa que la presidencia del partido, alcanzada con una mayoría abrumadora en el congreso de julio, sería transitoria y que la candidatura a la Junta en 2016 quedaba declarada abierta.

Han pasado casi tres meses, y Zoido ha hecho lo que dijo: sigue volcado en Sevilla (donde los problemas se le multiplican) e intenta afrontar su responsabilidad en el resto de la comunidad con más errores que aciertos. Entre sus filas nadie puede decir que le haya pillado por sorpresa, pero el desasosiego por la pérdida a grandes zancadas de un terreno conquistado estos años atrás con un esfuerzo titánico empieza a ser algo más que un murmullo. De momento, Zoido no ha logrado ni una sola vez poner en un aprieto a José Antonio Griñán, ha sido incapaz de construir una réplica novedosa y se limita a repetir el discurso de su antecesor como un tran tran deslavazado. Sobre todo, en sus duelos parlamentarios, un espacio en el que las lagunas de los temas autonómicos quedan completamente al descubierto. En su tercera pugna con el presidente de la Junta, Zoido dejó a su bancada en la pura desazón. Una frase de Griñán al término del debate ilustra el estado de ánimo que impera: “Yo ya solo me preparo las preguntas del portavoz del PSOE, tienen más tensión”.

El también alcalde de Sevilla ya avisó que su prioridad sería la ciudad

“Lo peor para el liderazgo de un político es que el de enfrente le minusvalore”, comentó amargamente un diputado popular, quien se quejó también de que acuda a la sesión de control “sin un guión coherente”. Llueve sobre mojado. El estreno de Zoido el pasado 13 de septiembre fue muy resbaladizo. En plena campaña del PSOE respecto a que Mariano Rajoy se dedica a asfixiar económicamente a Andalucía para poner a la Junta de rodillas, el líder del PP regaló a los socialistas un eslogan redondo: “En Andalucía no se necesita un rescate económico, se necesita un rescate político”, sentenció. Del alborozo que suscitó entre los dirigentes del PSOE basta recordar la exclamación de su número dos, Mario Jiménez: “Ha cantado la gallina”.

Una fuente del PP asegura que Juan Ignacio Zoido no se ha rodeado de un equipo solvente para potenciar el perfil de jefe de la oposición, y que las reuniones del partido se programan en los descansos de los plenos del Ayuntamiento de Sevilla. “No es una cuestión de tiempo, es de falta de interés”, enfatiza.

Los dirigentes más cercanos piden tiempo y confrontan las opiniones de sus compañeros con el funcionamiento “normal” del partido, donde no se ha escuchado una voz pública discrepante. Sin embargo, resulta ya muy patente que el empacho de Sevilla que comporta el desembarco de la cuadrilla de Zoido sigue generando malestar en las provincias orientales. Pese al cierre de filas en el congreso de julio, la plena identificación de Zoido con la capital andaluza dificulta sobremanera el trabajo del resto de las organizaciones territoriales con sus electores, a quienes en la última década han bombardeado con el discurso del agravio de Sevilla, de un efecto más que contrastado en las urnas.

El mismo Zoido ha ayudado poco a la ahora de despejar resquemores. Sus continuas y almibaradas declaraciones de amor y lealtad hacia Sevilla son como un punzón que pincha las sensibilidades locales, tan emocionalmente vulnerables y fáciles de herir. Aunque el punto de inflexión ha sido la defensa cerrada del metro de Sevilla frente a los de Granada y Málaga cuando la Junta anunció el parón en este capítulo por falta de recursos. El líder del PP se puso el traje de alcalde de la capital andaluza y reaccionó con dureza a la decisión del Ejecutivo andaluz de priorizar los otros dos proyectos. El regidor de Málaga, el popular Francisco de la Torre, criticó con mano izquierda su actitud, si bien las llamas entre los cuadros medios se reavivaron, y llegaron alcanzar en algunos momentos un tamaño preocupante.

Zoido subió a lo más alto del PP andaluz por decisión de la organización nacional y, muy especialmente, de su secretaria general, Dolores de Cospedal, quien decretó de manera taxativa el final de la etapa de Arenas tras las fallidas elecciones autonómicas. Fue muy rápido: el congreso del relevo se organizó en un santiamén y el PP andaluz acató la orden. Si bien cada vez está más claro que se trató de una fina capa de asfalto estirada a toda prisa, susceptible de desmoronarse a la menor grieta.

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